(Esta es la primera parte del segundo capítulo del libro del coronel Olcott "Las Hojas de un Viejo Diario I".)
La estadía de Blavatsky en Paris en 1873
He encontrado una carta de una amiga de la señora Blavatsky, que es bastante más antigua aún que la señorita Ballard, y de cuya existencia me había olvidado por completo.
La señorita Ballard conoció a Blavatsky en Nueva York desde la semana de su llegada, pero la doctora Marquette conoció a Blavatsky en París, antes de que Blavatsky comenzase la larga y brillante carrera que debía continuar a pesar de las dificultades y terminar aparentemente en el horno crematorio de Woking, en 1891, pero en realidad, continuar más allá.
Las insinuaciones de quienes pretenden que Blavatsky llevó en París una vida desordenada en el año de 1873, caen ante la espontánea declaración de esta mujer médica, que personalmente conocí en Nueva York, pero que, según creo, ya ha fallecido.
He aquí lo que la doctora Marquette escribió:
« Nueva York, diciembre 26 de 1875.
Querido señor:
Respondiendo a sus preguntas, debo decirle que conocí a la señora Blavatsky en París, en 1873. Entonces ella vivía con su hermano el Sr. Hahn, y un amigo íntimo de éste, el señor Lequeux, en un piso de la calle del Palais.
Yo la veía casi todos los días, y de hecho pasaba con ella la mayor parte de mi tiempo, cuando no me encontraba en el hospital o en la clase. Por lo tanto estoy en situación de poder certificar personalmente acerca de su conducta y me siento feliz al poder decir que su conducta era perfecta y digna de todo respeto.
Ella empleaba su tiempo en pintar o en escribir, casi sin salir de su habitación. Tenía pocas relaciones, y entre ellas, el señor y la señora Leymarie.
Considero a la señora Blavatsky como una de las mujeres más interesantes y apreciables que yo haya conocido antes y después de mi vuelta de Francia; he renovado con ella las relaciones y la amistad.
Vuestra, afectuosamente,
L. M. MARQUETTE, M. D. »
En el capítulo anterior hemos visto que H.P.B. había dejado a París de un día para otro por orden de sus Maestros y casi sin dinero.
Sus Maestros le ordenan a Blavatsky ir a los Estados Unidos
(Esa parte del primer capítulo la vuelvo a poner aquí porque corresponde al tema.)
H.P.B. me contó, entre otras cosas, cuando ya estuve preparado para conocer la existencia de la Fraternidad y de las relaciones que con ellas mantenía, que ella había llegado a París el año anterior (1873) con la idea de establecerse allí por algún tiempo bajo la protección de uno de sus parientes, que vivía en la calle de la Universidad, pero que un día recibió de los “Hermanos” la orden terminante de ir a Nueva York a esperar instrucciones.
Al día siguiente ella partió sin más dinero que el de su pasaje. Escribió a su padre para que le enviase fondos a cargo del cónsul ruso en Nueva York, pero esto tenía que tardar algún tiempo, y como el cónsul se negó a darle un préstamo, ella tuvo que trabajar para vivir.
Me dijo que había alquilado un alojamiento en uno de los barrios más pobres de Nueva York –calle Madison– y ganaba su pan haciendo corbatas o flores artificiales (no lo recuerdo bien) para un excelente comerciante judío.
Ella hablaba siempre de ese buen hombre con reconocimiento. Las instrucciones no llegaban, y el porvenir era un libro cerrado.
Hasta que al año siguiente, en octubre de 1874, ella recibió la orden de ir a Chittenden para encontrarse con el hombre que debía ser su colega para una gran obra; y ese hombre era yo.
Los amigos íntimos recordarán su relato de la historia de su repentina partida, obedeciendo órdenes, de París para Nueva York.
El Sr. Sinnett lo menciona en su libro "Incidentes de la vida de la señora Blavatsky" (página 146), y ha sido publicado en otras partes. Pero esas personas no lo han sabido sino mucho tiempo después y sus enemigos podrían decir que fue una invención tardía, una mentirilla acoplada a una pequeña farsa subsiguiente.
La casualidad (si es una casualidad) me ha traído justamente en el momento en que escribo estas páginas, la corroboración de un apreciable elemento de prueba.
Una dama americana, la señorita Ana Ballard, periodista antigua, miembro vitalicio del Club de la Prensa de Nueva York, que tuvo trato profesional con H.P.B. desde la primera semana de su llegada a Nueva York, vino a pasar una temporada en Adyar.
En el curso de la conversación, entre otros hechos menos importantes, la señorita Ballard citó dos que le rogué me diese en seguida por escrito, a saber:
que H.P.B., a quien había encontrado en un sórdido alojamiento, le había dicho que súbita y repentinamente había dejado París de un día para otro,
y también que H.P.B. había visitado el Tíbet.
He aquí las propias palabras de la señorita Ballard:
« Adyar, enero 17 de 1892.
Querido coronel Olcott:
Conozco a la señora Blavatsky desde hace mucho más tiempo del que usted piensa. La vi en Julio de 1873 en Nueva York, cuando no hacía aún una semana de su desembarco.
Entonces era yo cronista del New-York Sun y se me había encargado un artículo sobre Rusia. Durante mis investigaciones sobre ese tema, un amigo me hizo saber la llegada de esta dama rusa y fui a verla; así comenzaron mis relaciones con ella que duraron varios años.
Desde mi primera visita me dijo que no había tenido la menor idea de dejar París para venir a América hasta la noche de la víspera de su partida; pero no me dijo por qué partió ni lo que la hizo partir.
Recuerdo perfectamente el aire de triunfo con que me dijo:
- “He estado en el Tíbet”.
Entonces no pude comprender el motivo por el cual ella diese más importancia a ese viaje que a los que decía haber hecho por Egipto, la India y otras partes, pero siempre lo decía con mucho énfasis y animación. Ahora sé el por qué.
Ana Ballard. »
(El motivo por el que Blavatsky estaba muy orgullosa de haber estado en el Tíbet es porque en ese entonces ese país estaba prohibido para los occidentales.)
A menos que se crea a H.P.B. capaz de haber previsto que la señorita Ballard me daría este testimonio en la India, diez y nueve años más tarde, el lector de buena fe convendrá que las declaraciones que hizo a la primera persona que conoció en Nueva York en 1873, corroboran firmemente las que después hizo a un gran número de personas, respecto a los dos puntos más importantes en la historia de sus relaciones con el movimiento teosófico:
1) Su preparación en el Tíbet.
2) Su viaje a América en busca de aquel cuyo karma unía a ella como coautor para poner en movimiento esta gran ola social.
Su travesía del océano Atlántico
Recuerdo una anécdota que pone de relieve uno de los rasgos de este carácter tan complejo que tenía H.P.B.: la impulsiva generosidad de su naturaleza.
H.P.B. poseía un billete de primera clase para Nueva York y había ido al muelle del Havre, ya sea para ver su barco o para embarcarse, cuando su atención fue atraída por una pobre campesina sentada en el suelo con uno o dos niños, que lloraba amargamente.
H.P.B. se aproximó a ella y supo que la infeliz venía de Alemania para reunirse con su marido que se encontraba en América, pero había descubierto que un ladrón agente de emigración le había vendido en Hamburgo unos pasajes falsos, y ahora ella se hallaba ahí, impotente y sin dinero; la Compañía no podía hacer nada, y ella no tenía parientes ni conocidos en El Havre.
El excelente corazón de nuestra H.P.B. se sintió tan conmovido, que dijo en seguida:
- “No importa, buena mujer, voy a ver si puedo hacer algo”.
En vano ensayó sobre el inocente agente de la Compañía sus poderes de persuasión y 109 reproches; por último, careciendo de dinero disponible, cambió su billete de primera por billetes de emigrantes para ella misma y para la pobre mujer con sus hijos.
Muchas personas “buenas” y “respetables” han mostrado con frecuencia su horror por las excentricidades de H.P.B., incluso por su costumbre de jurar, pero pienso que una sola acción generosa como la citada, borraría del gran libro de la humanidad, páginas enteras de faltas de corrección mundanas. Que los que lo duden traten de hacer otro tanto.
Fallecimiento del padre de Blavatsky
Hemos visto que la señorita Ballard encontró a H.P.B. en una miserable casa de obreros en una calle pobre de Nueva York, ganándose honradamente la vida haciendo corbatas. Esto era en julio de 1873.
En octubre de ese año, su querido padre, que siempre se había mostrado paciente e indulgente hacia H.P.B., murió, y el 29 del mismo mes recibió un telegrama fechado en Stavropol, en el que su hermana Elisa le daba la noticia y le informaba del importe de su herencia, anunciándole el envío de un cheque de mil rublos. (En este momento tengo el telegrama ante mi vista).
H.P.B. Recibió el dinero por correo y dejó su alojamiento por otro mejor en la City, Unión Square, calle 60 Este, plaza Irving, etc.
En este último domicilio es donde la encontré al volver de la granja de los Eddy. Su dinero no envejeció en sus manos, por cierto, porque como el señor Sinnett lo dice en su libro, si bien ella sabía soportar con una paciencia extrema las miserias de la pobreza cuando era necesario, también apenas le caía el dinero como llovido, ella lo derramaba a todos los vientos y a manos llenas, con la mayor imprudencia.
Negocio fallido
Poseo un documento que lo demuestra tan claramente, que es menester citarlo. Es un contrato titulado: “Contrato de sociedad, formado el 22 de Junio de 1874, entre C. Q. por una parte, y Helena Blavatsky por otra”.
La cláusula primera demuestra que la sociedad tiene por fin “explotar la tierra y granja de N___, condado de Long Island, propiedad de C. Q.; cláusula segunda: dicha sociedad comenzará el 1º de Julio de 1874, y durará el período de tres años; cláusula tercera: C. Q. aporta a la sociedad el uso de su granja a cambio de la suma de mil dólares que le abonará la señora Blavatsky; cláusula cuarta: todos los productos de dicha granja en cosechas, aves y otros productos, serán repartidos por igual entre ambos socios, así como todos los gastos; quinta y última Cláusula: C. Q. se reserva la propiedad de la tierra”.
El documento está debidamente firmado y sellado por las partes, asistidas por sus testigos.
Cualquiera hubiese previsto lo que sucedió: H.P.B. se fue a vivir a esa granja pero no obtuvo ningún beneficio de ella, se querelló, se generó deudas, y entabló un proceso que algunos amigos le ayudaron a terminar más tarde.
Así terminó su sueño bucólico sobre las ganancias con la venta de productos tempranos, aves, huevos, etc.
Tres meses después se reunió conmigo en casa de los fantasmas del Vermont, y las ruedas de nuestro carro de guerra comenzaban su profético rodar sobre las más bajas capas del Akasha.
Blavatsky comienza a ser célebre en los Estados Unidos
En noviembre de 1874 H.P.B. me escribió una carta firmada “Jack el Papúa”, rogándome le obtuviese un pedido de cuentos fantásticos para cierto diario, porque según decía, pronto se encontraría “en seco” de dinero, y me daba en ella los más fantásticos datos sobre su genealogía por ambos lados, hablando como demócrata, pero mostrando claramente que nadie tenía más derechos que ella para estar orgulloso de su raza.
Me dice que el periódico Daily Graphic la hizo entrevistar y le pidió su retrato. Y dado que millares de retratos suyos han llenado después el mundo, es interesante citar una frase o dos suyas a propósito de su primera experiencia de esa clase.
En una carta ella me escribió:
« ¡Creerá usted que esa gente del Daily Graphic me ha hecho todas las picardías posibles para obligarme a darles mi retrato! Me han enviado al señor F. para hacerme hablar sobre mi intervención (por los Eddy) y mi deseo de hacerles insertar mi artículo contra… Beard.
Creo que querían hacer sensación y apoderarse de mis bellas narices y mi espléndida boca… Les dije que la naturaleza me había dotado de una patata por nariz, pero que yo no les iba a permitir que se divirtiesen con ella, por más leguminosa que fuese.
Se defendieron con gran seriedad, lo que me hizo reír y ya sabe usted que el que ríe está desarmado. »
Un médico bien conocido en Nueva York, el doctor Beard, atraído a Chittenden por mis cartas al Daily Graphic, había publicado una explicación tonta y pretenciosa “de los fraudes de los espíritus” de los Eddy, y H.P.B. lo había despellejado vivo en una salada réplica el 27 de octubre, publicada en el Daily Graphic del 30.
La carta de H.P.B. era una defensa de los Eddy tan brillante y valiente, y su testimonio tan convincente, respecto a los siete fantasmas que ella misma había reconocido, que de golpe entró en el esplendor de la fama que ya nunca más la abandonaría.
Esa fue la primera vez que su nombre fue pronunciado en América a propósito de los misterios paranormales, porque si no me engaño, sólo más tarde yo hablé en el Graphic de su llegada a Chittenden. En todo caso, su escaramuza con el doctor Beard fue la causa primera de su celebridad.
Todo el mundo estaba fascinado por el empuje y la vivacidad de sus ataques, el tono de camaradería de su conversación y de sus artículos de entonces, tanto como por su espíritu brillante, unido al desprecio de todas las hipocresías sociales y de todas las pretensiones, así como el esplendor de sus poderes psíquicos.
La erudición mostrada en su obra "Isis Develada" no la había aún aureolado, pero gozaba de una memoria amueblada con infinidad de recuerdos personales, de peligros, de aventuras y de Ciencia Oculta, que no era igualada ni podía parangonarse, aunque fuese de lejos, con nadie en América, que yo sepa.
La personalidad que tenía Blavatsky
¡Qué diferente era su personalidad de ese entonces de la que más tarde se ha conocido consagrada a la obra vital, de la que todo su pasado era sólo la preparación!
Sí, la H.P.B. de que hablo, en la intimidad de la cual he vivido en un pie de perfecta igualdad, que desbordaba de exuberancia, y a quien nada le agradaba más que una canción cómica o una historia divertida, no era la H.P.B. de la India o de Londres, y no se la hubiera reconocido en el coloso mental de los últimos años.
Ella cambió mucho, pero nunca ganó nada en cierto sentido: el discernimiento en la elección de sus amigos y confidentes.
Podría creerse que ella no veía más que el Yo interior de las personas y que no percibía las debilidades ni la corrupción de sus envolturas corporales y visibles.
Del mismo modo que daba su dinero al primer miserable recién llegado que le contaba mentiras, también establecía íntima amistad con personas que estaban de paso, y que eran las menos dignas de tal honor.
Su confianza pasaba del uno al otro, y en el momento prefería al último llegado, pero por lo general pronto se producían las desilusiones y disgustos, sin que sirviesen para tener en lo futuro más prudencia.
La cadena de oro que tenía Blavatsky
Ya he hablado del ensayo de formación del Miracle Club para el estudio de la psicología práctica. El médium propuesto pertenecía a una muy buena familia, y hablaba tan honradamente que creímos haber hallado la gallina en el nido.
Él no tenía un céntimo, y como H.P.B. no tenía entonces dinero tampoco, empeñó en el Monte de Piedad su larga cadena de oro para entregarle el importe del préstamo.
Pero ese miserable no se contentó con abandonarnos, sino que según se nos dijo, difundió calumnias sobre su bienhechora.
Siempre le pasó lo mismo a H.P.B. hasta el fin de su vida; la ingratitud y la cruel malignidad de los Coulomb no fueron más que uno de los disgustos de una larga serie.
La historia de esta cadena de oro es interesante; recuperada del Monte de Piedad, ella la usó más tarde en Bombay y en Madras.
Cuando la novena convención anual se efectuaba en Adyar, se abrió una suscripción para crear el fondo permanente.
H.P.B. puso su cadena en subasta y fue comprada por el señor E. B. Ezechiel, quien entregó el importe al tesorero de la Sociedad Teosófica, para el fondo mencionado.
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