LISTA DE CAPÍTULOS

LA ENFERMEDAD DEL GURÚ JEFF FOSTER





La siguiente carta fue escrita por Jeff Foster quien es un instructor espiritual neo-advaita de tan solo 40 años, y quien de repente se encontró con síntomas de un síndrome raro, por ahora diagnosticado como Enfermedad de Lyme y POTS (Síndrome de Taquicardia Postural Ortostática).

Sintiéndose devastado por la condición de la enfermedad, y también porque nunca esperó que esto le pudiera suceder a él, y también reflexionando sobre su condición de persona realizada en varias áreas terapéuticas y espirituales, él hace la siguiente confesión.

Su carta es una expresión de perplejidad, tristeza, búsqueda de honestidad y renovación.

Al hablar de su lucha y la paradoja de querer estar presente pero ser tan difícil en ese momento, Jeff cuestiona varias de las suposiciones que tenía y toca varios temas importantes (e ilusiones comunes) del camino espiritual. Y él mismo parece estar despertando a otra serie de ellos.

Una carta que nos hace pensar y reflexionar sobre muchas de las fantasías y expectativas que se alimentan en el camino del autoconocimiento y cómo es absolutamente imprescindible tener una visi+ón real de la existencia.

Al final de la carta él se pregunta si esta situación de salud lo convierte en un “fraude”.

Lean su carta y reflexionen sobre su con tenido. Deseamos a Jeff una recuperación de su salud y vitalidad, con sus capacidades físicas y cognitivas, lo mejor posible.


--oOo--



ESCRIBO LIBROS SOBRE LA ACEPTACIÓN…  ¡PERO NO PUEDO ACEPTAR ESTO!  –  UNA CONFESIÓN

Por Jeff Foster

1 de mayo de 2021.

Queridos amigos,

Una vez más les escribo para agradecerles sus mensajes profundamente compasivos y sus correos electrónicos de amor y apoyo.

Aunque no puedo responder personalmente a todos ustedes en este momento porque mi energía es muy limitada, sepan que leo cada mensaje y aprecio profundamente su extraordinaria amabilidad.

Y una vez más a todos aquellos que me han estado enviando donaciones, les agradezco desde el fondo de mi corazón. Nunca supe realmente cuántos de ustedes se preocupaban tanto por mí y mi bienestar a un nivel tan personal. Les envío amor a cada uno de ustedes. Gracias por darme la bienvenida en sus vidas.

Y mis más sinceras disculpas por cualquier error tipográfico y otros errores en este mensaje. ¡Mi atención, concentración y habilidades de edición no son tan agudas como de costumbre! ;)

Estoy en un lugar extraño en este momento, amigos.

Me está afectando mucho una discapacidad física y cognitiva.

Al menos por ahora, o tal vez por el resto de mi vida. Nadie lo sabe. Nadie.

Estoy viviendo en lo desconocido. Todos lo somos, admitámoslo.

En comparación con dónde estaba el año pasado y todos los años anteriores, es impactante encontrarme así todos los días. Ha sido profundamente devastador –DEVASTADOR– perder ciertas funciones y capacidades físicas y cognitivas de la noche a la mañana, sin ninguna promesa de que volverán alguna vez, o al menos de que volverán completamente a lo que eran antes.

Estoy en un lugar extraño, amigos, un lugar entre una vaga esperanza y una devastación absoluta, casi insoportable.

(De nuevo, no quiero que todo esto gire en torno a mí. Hay muchísima gente en todo el mundo sufriendo ahora mismo, mucho peor que yo. Pero creo que compartir mi propia lucha, hablar abiertamente de mi problema de salud actual, puede transmitir algo de verdad al público. Estoy seguro de que algunos de ustedes se sentirán identificados, a su manera...)

¿Me vuelvo hacia donde estoy y afronto el hecho de mi incapacidad, de mis limitaciones actuales como cuerpo-mente?

Me enfrento a la devastación y a la destrucción parcial de la vieja vida, de los viejos planes, de la vieja salud, de la vieja función cognitiva, de la vieja supervivencia, lamento profundamente lo que he perdido y lamento lo que aún perderé. ¿Puedo saber lo que todavía perderé? ¿Podremos saberlo algún día?

¿De qué me arrepiento exactamente?

¿Puedo lamentar la pérdida de un futuro desconocido? ¿Puedo hundirme en mis lágrimas, entregándome a la pérdida, la ruina y el anhelo, permitiendo que todo me rompa y me abra, y renunciando a toda esperanza para el mañana?

¿La esperanza es real o se basa en la fantasía?

¿Sigo esforzándome, luchando, esperando, queriendo alguna cura, alguna “respuesta”, alguna poción mágica curativa?

¿Me acepto tal como soy hoy o aspiro a mejorar o incluso a la remisión mañana, cuando la tasa de remisión de esta condición es estadísticamente tan baja y cuando nadie en la Tierra puede prometerme tal cosa?

¿Seré uno de los afortunados? ¿Puedo controlar los destinos de alguna manera y manifestar un resultado?

¿Debo ignorar todos los “hechos” objetivos en esta condición y simplemente creer?

¿O al final todo está en manos de los dioses y no importa lo que haga?

Estas preguntas son tan antiguas como la mente misma, tan antiguas como el pensamiento.

¿Aceptar “como es” o esperar “como podría ser”?

Por supuesto, en realidad, estas dos energías pueden coexistir y podemos mantener esta paradoja primordial: aceptar dónde estamos ahora, con incomodidad y dolor y limitaciones y tristeza y todo, mientras al mismo tiempo imaginamos un futuro mejor, más positivo, y hacemos todo lo que podemos para lograrlo.

La aceptación profunda y el cambio no se contradicen, son reflejos el uno del otro, amantes, amigos muy viejos. Nuestra divinidad y nuestra humanidad son Una. Imperfecto y perfecto, roto y completo.

Descansa en el dolor, apóyate en el dolor, inclínate ante el dolor, pero sin renunciar a la cura. Al menos no del todo. Al menos no ahora. Al menos no hoy.

Sosteniendo estas energías gemelas como nuestros dos amados hijos. No niños que se oponen a la existencia del otro, sino niños que son igualmente amados y acogidos en nuestros brazos.

Dicho esto, no es fácil. Algunos días sólo quiero que termine la incomodidad. Me siento nervioso por admitir esto públicamente, siendo un “maestro espiritual” y todo eso (lo que sea que eso signifique), pero aún así les aseguro que algunos días solo quiero que todo termine, el sufrimiento, la incomodidad, la confusión mental.

¿Eso me convierte en un cobarde que aspira a encontrar alivio en medio de la incomodidad y la pérdida?

No me parece, sino que simplemente me hace humano.

He escrito libros sobre el descanso profundo, la aceptación, amar el momento presente y abrazar plenamente las devastaciones de la vida.

He escrito poesía y quizás miles de publicaciones en Facebook a lo largo de los años para recordarte que nunca estuviste roto, para ayudarte a recordar la alegría de “enamorarte de dónde estás”.

He enseñado en innumerables retiros y talleres alrededor del mundo invitando a las personas a cuestionar profundamente su experiencia presente, a traer conciencia amorosa a los focos de resistencia, a tomar contacto con sentimientos largamente albergados, a llorar, a dejar ir los “debería” de la vida, a exponer y disolver la vergüenza oculta, a rendirse a lo que es.

Y humildemente admito que en este momento no logro aceptar mi condición. Me siento roto. No estoy enamorado de donde estoy. No puedo relajarme con esta nueva realidad destrozada.

Pero… quizá haya algo de humor en este fracaso. Tal vez exista un amor propio más profundo que nos permita ser profundamente imperfectos, un gran desastre en la encrucijada de la vida, el verdadero “éxito” es realmente este tipo de amor propio.

El amor que nunca te deja fallar, no importa cuán bajo caigas, porque lo más bajo es lo más alto en este amor, y lo más débil es lo más fuerte.

El amor que te ama, incluso en lo más profundo del pozo y en la oscuridad y en las dimensiones indescriptibles del infierno.

El amor que te sostiene mientras das tu último aliento, como te sostuvo mientras te ahogabas al inhalar.

Cuando estoy sin aliento, sudando, mareado, disociado, teniendo que sentarme cada cinco minutos en el camino a la panadería. Cuando la “niebla mental” es tan mala (como dije en mi último mensaje, tengo un síndrome médico complejo y multisistémico llamado POTS, una forma de disfunción autonómica en la que no llega suficiente sangre u oxígeno al cerebro…) que apenas puedo formar una oración, o recordar el nombre de un amigo, o encontrar el camino a casa desde la panadería, o terminar una secuencia de pensamientos en mi cabeza, o recordar lo que estoy haciendo, o por qué, o dónde, o cómo, o….

Cuando todo sentido del tiempo desaparece, y el mundo exterior desaparece, y estoy perdido en un mal viaje sintiéndome todo el día como demente y fuera del tiempo (pero no en el sentido de liberación espiritual, sino de una manera disociativa aterradora).

Cuando tengo una conversación apasionada, hermosa y honesta con un querido amigo por teléfono, pero luego me derrumbo energéticamente durante horas –o días– porque gasté demasiada energía solo hablando y escuchando.

Cuando todo eso pasa… es muy, muy difícil.

(Dios, al menos puedo escribir. Aunque me lleve unos días escribir algo que antes me habría llevado solo unas horas.)

Como consciencia soy ilimitado. Todos lo somos.

Pero, como cuerpo físico y como mente, estoy más limitado que nunca y es abrumador.

No esperaba que mi vida fuera así a los 40 años. Después de cuatro décadas de buena salud, después de algunos de los años más felices de mi vida que recuerdo, y con tantas cosas maravillosas que estaba planeando hacer, libros que escribir, retiros que organizar, proyectos creativos que explorar, amigos con quienes compartir momentos preciosos, pero todo eso se derrumbó.

Ver mi salud colapsar de esa manera, sin un médico o terapeuta o sanador que hasta ahora haya podido darme un pronóstico o remedio para ninguno de mis síntomas, vivir así todos los días es devastador.

Todavía estoy en shock, esa es la verdad.

Nunca podría haber predicho esto.

¿Cómo lo sabría yo? ¿Cómo podemos saberlo? (Mi frase favorita de uno de mis musicales favoritos de Sondheim, “Into The Woods”) (la frase en inglés es “¿Cómo iba yo a saberlo? ¿Cómo vamos a saberlo alguna vez?”).

Ugh, fui tan ingenuo, bendito sea mi corazón. Pensé que todo este tipo de enfermedades les pasaban a otras personas.

Pensé que yo era inmune porque había hecho todo ese trabajo espiritual en mí mismo, o porque había curado tantas de mis heridas de la infancia, o porque me sentía tan relajado y vivo la mayor parte del tiempo, o porque experimentaba tan poco estrés en mi vida, o porque, bueno, era “muy muy espiritual” o algo así.

La arrogancia. Orgullo. La audacia. El privilegio. La inocencia también.

Todo eso… Sólo… todo eso.

Algunos días siento que no puedo aceptar lo que me está pasando. Se siente como una mala pesadilla, como si hubiera estado viviendo la vida equivocada, como si algo hubiera salido mal, como si esto no debería estar sucediendo.

Por supuesto, en el fondo sé que no existe una “vida equivocada”, y solo existe la VIDA, y así es, y no existe ningún “debería”, y yo no tengo la culpa, y ninguno de nosotros tiene la culpa, nunca.

Esta enfermedad no fue mi elección. Y no hice nada para “merecer” esto, y no es un castigo, y no hay pecado. Lo sé, en lo más profundo de mis huesos.

Hay veces que nos enfermamos de la nada y no tiene sentido y así es, te guste o no, lo aceptes o no, confíes en ello o no.

(Nota de Cid: aquí no concuerdo con Jeff porque aunque no todas pero si muchas de nuestras desgracias provienen de nuestro orgullo y también del karma, o sea que si tenemos la culpa.)

Nuestras vidas están rotas. Nuestros hijos mueren. Nuestros seres queridos nos abandonan. Nuestras carreras terminan de repente. Perdemos dinero, estatus, medios de vida o nuestras capacidades físicas. Los coches y los aviones se estrellan. Los tsunamis destruyen pueblos y ciudades. Meteoritos, cometas, asteroides caen a la Tierra, extinguiendo especies enteras, quizás algún día todas las especies.

Nuestros maravillosos planes y filosofías se convierten en polvo. Los grandes líderes son derribados. El suelo se abre y se traga coches, carreteras enteras, edificios. El triunfo y la tragedia están tan cerca uno del otro, el velo entre la vida y la muerte es tan fino.

A veces la realidad del caos del mundo relativo y nuestra incapacidad para controlarlo simplemente nos da una bofetada en la cara. La crisis nos sacude y nos despierta de nuestros sueños de que “las cosas iban tan bien”.

El dolor no deseado nos pone a prueba hasta los límites de nuestras capacidades, y nos quedamos profundamente confundidos, estupefactos, incapaces de encontrar ningún tipo de razón para estos cambios repentinos, tragedias y pérdidas.

    -   “¿Por qué yo?” lloramos

Y nuestros gritos se disuelven en un inmenso silencio y tal vez haya una respuesta allí en el eco y tal vez sea posible sostener todo. Sí, todo. Esperanza y desesperación. Lo conocido y lo desconocido. El dolor y la expectativa. El sufrimiento y el deseo del fin. El problema y la oración por la sanación.

Quizás sea posible sustentar toda la vida en nuestros tiernos corazones.

Al menos por un momento.

Al menos mientras dure el siguiente… precioso… aliento.

Y así continúo. Sigo atormentado por la antigua vida, las antiguas habilidades, las cosas que amaba hacer y que ya no puedo hacer. ¿Nunca más? ¿Por ahora? ¿Para siempre? ¿Por semanas, meses, años? No lo sé, y quién sabe con certeza.

Por ahora, tengo momentos en los que puedo quedarme con “lo que es” y momentos en los que quiero que todo desaparezca.

Momentos de “Namaste” (agradecimiento) y momentos de “A la mierda con todo esto”.

Momentos donde soy un Buda, y momentos en los que soy un mini-Hitler de mí mismo.

Momentos que nunca esperé.

Momentos de una vida vivida momento a momento.

Quería compartir esto con todos ustedes.

No para pedir lástima, sino para ser honesto y auténtico acerca de lo que estoy pasando, mientras lo estoy pasando. Siento que no merecen nada menos de mí en este momento que la fría y dura verdad. No quiero ocultar lo que estoy pasando.

Y quiero seguir adelante y destruir la imagen del maestro espiritual perfectamente calmado y profundamente receptivo (nunca he conocido a uno, por cierto). El que nunca sufre. Aquel que nunca se deja tocar por las cosas del mundo y fluye con todo. Aquel que ha trascendido el mundo relativo.

No, pedí ser tocado profundamente por este mundo, pero nunca imaginé que me tocaría tan profundamente y de esta manera particular.

He trabajado mucho sufrimiento y desentrañado muchos traumas en mi vida, he estado dispuesto a experimentar muchos estados emocionales difíciles, he tenido muchas crisis y percepciones extáticas, crisis de sanación y despertares dichosos, he podido sostener tanta vida, pero esto… esto es otra cosa.

Quería compartir todas estas reflexiones con la esperanza de que algunos de ustedes puedan identificarse, que algunas de mis palabras puedan brindarles consuelo, sanación, calidez o coraje. Que recuerden que no están solo en vuestro dolor, confusión y tristeza, y que muchos de nuestros hermanos y hermanas están pasando por una crisis a su manera en este momento.

La destrucción llegará para todos nosotros, al final ninguno de nosotros se salvará, no importa cuán “despiertos” o “curados” imaginemos que estamos.

(Nota de Cid: aquí tampoco esto de acuerdo con Jeff porque los Maestros explicaron que al final muchos humanos si se salvarán.)

Ruego a las grandes y misteriosas fuerzas que todos podamos salir de estos tiempos más humildes y más fuertes.

Y si soy honesto…. Sinceramente espero poder salir bien parado de este desafío en particular.

A veces me pregunto si tengo el coraje y la fuerza para continuar con este malestar físico, estas nuevas limitaciones físicas abrumadoras y la desorientación cognitiva que esta condición trae consigo: la confusión, los problemas para planificar, concentrarse, prestar atención, la pérdida de memoria a corto plazo.

Cuestiono mi propia capacidad para afrontar este tipo de devastación en este momento de mi vida.

Sé que no soy más valiente que algunos de ustedes.

No sé qué me espera en el camino de la vida.

¿Cómo podremos saberlo?

¿Todo esto me convierte en un “fraude”? ¿En un maestro espiritual fracasado?

Quizás sí. Quizás no.

Supongo que no importa.

Tal vez me haga más humano, más arraigado en la sangre, el barro, la carne y el dolor de la existencia mortal mundana, y eso es mucho más precioso y real que cualquier otro premio… incluso si fallo en esta prueba (y no hay fracaso en el amor, ni prueba, de todos modos).

Sí, esto no es una prueba y por eso yo –nosotros– no podemos fallar.

Os llevo a todos en mi corazón, a todos aquellos que os encontráis en la misma extraña situación que yo.

Ahora, dilo conmigo.

   - "Namaste. ¡A la mierda con esto!"

Jeff.

 

Fuente: www.dharmalog.com

PD: hay una segunda carta suya en ese enlace que trata de la misma situación.






OBSERVACIÓN

Lamentablemente muchas filosofías de vida parecen funcionar cuando todo va bien, pero se derrumban cuando las cosas van mal. Yo les diría que aprendan a lidiar con la vida tanto en la felicidad como en la adversidad. Y también comprendan que el esoterismo y la espiritualidad no los van a salvar de las desgracias, sino que solo les aportan una visión más profunda de la existencia (pero que también implica más responsabilidad), aunque desafortunadamente también hay muchas versiones tergiversadas.










5 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderBorrar
  2. Típico caso de espiritualista del estado de bienestar de clase media o alta. Cómo la mayoría, incluido el autor de este blog : universitario, clase alta, intelectualoide.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Para tu información yo nací pobre y mi fortuna la logré con mi esfuerzo; y estuve trabajando de albañil, de mesero y otras labores.

      Borrar
  3. La enfermedad como puente (como muchos lo llaman). Creo que Jeff ha dado un paso grandioso con ese análisis sobre su proceso y como todo discipulo de Karma le hace falta la aceptación para poder sobrellevarlo mejor.

    Me despertó una inquietud, por qué en su caso no funciona la "visualización positiva"? o por qué a una persona "tan espiritual" pueden ocurrirle tales cosas? falta depurar?

    ResponderBorrar