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LOS PODERES QUE TENÍA BLAVATSKY ATESTIGUADOS POR CONSTANCE WATCHMEISTER

 

 
La condesa Constance Watchmeister en su libro “Reminiscencias acerca de H.P. Blavatsky y La Doctrina Secreta” mencionó varias experiencias que ella tuvo al lado de Blavatsky y que le demostraron que Blavatsky si poseía poderes ocultos y sentidos paranormales:
 
 
 
Su clariaudiencia astral
 
En el vagón, entre Enghien y París, H.P.B., se mantuvo silenciosa y distraída. Confesó que estaba cansada, habló muy poco y en relación con cosas corrientes. En un momento, después de una larga pausa, me dijo que oía, de manera muy clara, la música de “Guillermo Tell" e indicó que esa ópera era una de sus favoritas.
 
No era la hora habitual para la ópera y me sentí curiosamente irritada, pero al averiguar, para formarme un juicio sobre su observación, encontré que el mismo aire de "Guillermo Tell" había sido tocado en un concierto en los Campos Elíseos, justamente cuando ella me dijo que lo oía.
 
Si esas tonalidades llegaron hasta sus oídos mientras sus sentidos se encontraban en un estado de hiperestesia, o si ella captó la melodía de la "Luz Astral", eso no lo sé, pero desde entonces, he podido verificar, a menudo, que ella podía, en ocasiones, oír lo que ocurría a la distancia.
 
 
 
 
 
Su clarividencia astral
 
Fui llamada a su habitación y allí tuvo lugar una conversación que jamás olvidaré. Ella me dijo muchas cosas que yo creía ser la única en conocer y terminó diciéndome que antes de que transcurrieran dos años yo dedicaría toda mi vida a la Teosofía.
 
En aquella ocasión tenía razones para considerar todo eso como algo en absoluto imposible y como cualquier reticencia sobre el particular, podría ser causa de una mala interpretación, por lo que me sentí obligada a decírselo.
 
Ella simplemente sonrió y contestó:
 
-        "El Maestro dice que así será, y por lo tanto yo sé que es verdad."
 
(Nota de Cid: otros teósofos también atestiguaron que Blavatsky vio su futuro y acontecimientos que solo ellos conocían, pero no sé si eso ella lo lograba sola o con la ayuda de su maestro.)
 
 
 
 
 
Su visión astral
 
La circunstancia que posiblemente más atrajo mi atención y excitó mi admiración cuando comencé a ayudar a Madame Blavatsky como su amanuense, y me permitió obtener algunos atisbos de la naturaleza de su trabajo con La Doctrina Secreta, fue la pobreza de sus libros de viaje.
 
Sus manuscritos estaban repletos hasta desbordarse con referencias, citas y alusiones tomadas de un gran conjunto de trabajos raros y recónditos que trataban de los más diversos conocimientos.
 
En un momento ella necesitaba verificar un pasaje de algún libro que sólo se encontraba en el Vaticano, y en otro momento ella necesitaba verificar de algún documento del que sólo existía una copia en el Museo Británico.
 
Con todos esos documentos, era sólo verificación lo que necesitaba, y el material que había acumulado en sus escritos no podría ciertamente haberlo procurado de unos cuantos libros, muy comunes por cierto, que ella llevaba en sus viajes.
 
 
Poco tiempo después de mi llegada a Wurzburg, ella tuvo ocasión de preguntarme si yo conocía a alguien que pudiera hacerle un favor e ir a la Biblioteca Bodleian.
 
Coincidió que yo conocía alguien que podía hacerlo, de forma que mi amigo verificó un pasaje que H.P.B. había visto en la Luz Astral con el título del libro, página y cifras correctamente anotadas.
 
Tales visiones presentan la imagen original invertida, tal como se vería en un espejo, y aunque con un poco de práctica y considerando el sentido general las palabras estas pueden ser leídas con facilidad, es mucho más difícil evitar los errores cuando se trata de números, y justamente eran números los que había que verificar en esa ocasión.
 
 
En cierta oportunidad se me asignó una tarea muy difícil que consistía en verificar un pasaje tomado de un manuscrito guardado en el Vaticano. Habiendo conocido un caballero que tenía un pariente en el Vaticano, conseguí aunque con cierta dificultad, la verificación de ese pasaje.
 
Sólo dos palabras estaban equivocadas, pero todo el resto estaba correctamente trasladado, y cosa extraña, se me dijo que esas dos palabras estaban considerablemente borrosas en el original y había sido difícil descifrarlas.
 
 
Estos son unos pocos ejemplos tomados entre muchos. Siempre que H.P.B. necesitaba información definitiva sobre cualquier asunto que era de suma importancia en sus escritos, con seguridad esa información le llegaba de una manera u otra, ya fuera como una comunicación de un lejano amigo, en un periódico, en una revista o en el curso de la lectura casual de libros. Y eso acontecía con una frecuencia y adecuación que situaba la cuestión fuera de la región de una mera coincidencia.
 
Sin embargo siempre que le era posible ella prefería utilizar los medios normales que los anormales, para así no gastar de manera innecesaria su poder.
 
 
 
 
 
Su sensibilidad astral
 
Ante las difamaciones de la Sociedad para las Investigaciones Psíquicas (la SPR) no es de extrañar que el progreso en La Doctrina Secreta se volviera muy tormentoso y que cuando por fin la labor fue reanudada, fuera difícil volver a encontrar el necesario aislamiento y la tranquilidad mental.
 
H.P.B. me dijo en un atardecer:
 
-        "Usted no se puede imaginar lo que es sentir tantos pensamientos y corrientes adversas dirigidas contra uno; son como los pinchazos de miles de agujas, y continuamente tengo que estar levantando barreras de protección a mi alrededor.”
 
Le pregunté si sabía de quienes venían esos pensamientos inamistosos y ella me contestó:
 
-        “Sí; por desgracia puedo saberlo, pero estoy tratando siempre de cerrar mis ojos para no ver ni conocer."
 
Y para probarme que así era, me mencionaba cartas que habían sido escritas, citando pasajes de ellas y tales cartas llegaron ciertamente uno o dos días después, y yo pude verificar la exactitud de tales frases.
 
 
En ese tiempo, un día al entrar en su escritorio encontré el piso cubierto por hojas manuscritas, y cuando le pregunté el significado de ello, ella me contestó:
 
-        "Sí, he intentado doce veces escribir esta página correctamente y cada vez el Maestro dice que está mal. Creo que me voy a enloquecer escribiéndola tantas veces, pero déjeme sola, no me detendré hasta haberla logrado aunque tenga que pasarme toda la noche en eso."
 
Le traje entonces una taza de café para que la aliviara y sustentara y la dejé sola para que prosiguiera con su tediosa labor.
 
Una hora más tarde oí su voz llamándome y al entrar encontré que por fin el pasaje había sido completado a satisfacción, pero la labor había sido terrible y en ese tiempo los resultados de su trabajo eran a menudo bastante inciertos.
 
Mientras ella se recostaba para gustar de su cigarrillo y de la sensación de alivio después de tan arduo esfuerzo, me apoyé en el brazo de su gran sillón y le pregunté cómo era que ella podía cometer errores en aquello que se le transmitía, y ella me dijo:
 
-        "Bien, como usted lo ha constatado, lo que yo hago es lo siguiente: primero efectúo ante mí eso que sólo puedo describir como una especie de vacío en el aire, y fijo mi vista y voluntad en él.
 
Pronto comienza a pasar ante mí una escena tras otra, como las sucesivas escenas en un diorama, o si necesito una referencia o información de algún libro, fijo mi mente con intensidad y aparece la imagen astral del libro y de ella tomo lo que necesito.
 
Cuanto más perfectamente libre está mi mente de distracciones y mortificaciones, tanto más energía e intensidad posee y tanto más fácilmente puedo hacer eso.
 
Pero actualmente, después de toda la vejación que he sufrido a consecuencia de la carta de X, no pude concentrarme apropiadamente, y cada vez que lo intenté obtuve todas las citas equivocadas.
 
El Maestro dice que ahora están bien, de manera que vayamos a tomar un poco de té".
 
 
 
 
 
Golpes fenoménicos en una mesa
 
En una ocasión fue anunciado un profesor alemán, cuyo nombre no necesito dar. Él se excusó de su intrusión diciendo que había viajado muchas millas para ver a Madame Blavatsky y expresarle su simpatía. Tenía conocimiento de la falta de equidad y de la intención que caracterizaba al Reporte de la S. P. R., y por eso solicitaba ¿si no le favorecería, Madame Blavatsky, en el interés de las ciencias psíquicas, con una exhibición de los "fenómenos" que ella podía producir con tanta facilidad?
 
Ahora bien, "la Vieja Dama" estaba muy cansada y posiblemente no tenía mucha fe en las suaves manifestaciones de su visitante; de todos modos ella se sentía poco inclinada a satisfacerle aunque, finalmente persuadida por su insistencia, consintió en producir insignificantes experimentos de fuerza psicoeléctrica (golpecitos) que son los más simples, más fáciles y más familiares de esos fenómenos.
 
Ella le rogó que apartara la mesa, que estaba enfrente, llevándola a cierta distancia de manera que él pudiera pasar a su alrededor e inspeccionarla.
 
-        “Ahora”, dijo ella, “voy a producir golpecitos en esa mesa tantas veces como usted lo desee."
 
Él pidió primero tres veces, luego cinco, después siete y así en sucesión; y cada vez que H.P.B. elevaba su dedo, apuntando a la mesa, se producían golpecitos agudos y claros, de acuerdo al deseo manifestado.
 
El profesor pareció encantado, él se movía alrededor de la mesa con extraordinaria agilidad, miraba abajo, examinaba todos sus lados, y cuando H.P.B. se encontraba ya exhausta para seguir gratificando su curiosidad en esa dirección, él se sentó y la acosó con preguntas a las que ella contestó con su acostumbrada vivacidad y agradable manera.
 
Finalmente nuestro visitante se despidió, no convencido como lo supimos más tarde. Él era un discípulo de Huxley y prefería adoptar cualquiera explicación por absurda que fuera, siempre que no estuviera en contradicción con sus propias teorías.
 
¡Pobre H.P.B.!  Sus hinchados y doloridos miembros que apenas podían llevarla de un asiento a otro no eran apropiados para la producción de la “superchería” que el profesor le atribuyó.
 
 
 
 
 
El cucú encantado
 
Frente a su escritorio, colgado en la pared, había un reloj de los llamados de cucú, que se comportaba de la manera más extraordinaria: en ocasiones sonaba como un gong golpeado con fuerza, mientras que en otras ocasiones suspiraba y gemía como un poseso y “cucleaba” de la manera más inesperada.
 
Nuestra sirvienta Luisa, que era la más obtusa y apática de las mortales, le tenía gran miedo y nos dijo un día de la manera más solemne que creía que allí habitaba el diablo.
 
-        "No es que yo crea en el diablo, dijo, pero ese cucú a veces casi me habla."
 
Y así lo hacía indudablemente. Una noche entré en la habitación y vi los que me parecieron ser rayos de luz eléctrica que surgían del reloj en todas direcciones.
 
Al contarle mi experiencia a H.P.B., ella me contestó:
 
-        "Oh, es sólo el telégrafo espiritual; lo están tendiendo fuertemente esta noche en vista al trabajo de mañana."
 
Viviendo en tal atmósfera y estando de continuo en contacto con esas fuerzas invisibles y no usuales todo ello me parecía entonces como la verdadera realidad, mientras que el mundo externo común me aparecía como vago e insatisfactorio.
 
 
 
 
 
Golpes sobre la mesa de la cama
 
Viviendo de una manera tan cercana con H.P.B., como yo lo estuve en ese tiempo, era natural que yo fuera una testigo de los muchos "fenómenos" que tuvieron lugar a su lado.
 
Una ocurrencia que se repitió por un largo período, me impresionó muy fuertemente dejándome la convicción de que ella era vigilada y cuidada por guardianes invisibles. Desde la primera noche que pasé en su habitación hasta la última que precedió nuestra partida de Wurzburg, oí de manera regular unas series intermitentes de golpecitos sobre la mesa que estaba al lado de su lecho. Comenzaban cada noche a las diez y continuaban a intervalos de diez minutos hasta las seis de la mañana.
 
Eran golpecitos agudos y claros, de una clase que yo nunca había oído antes. A veces tuve mi reloj en la mano durante espacios de una hora y siempre que sonó el intervalo de diez minutos se sintieron los golpecitos que llegaban con la mayor regularidad. Nada importaba que H.P.B. estuviera despierta o dormida para la producción del fenómeno ni para su uniformidad.
 
Cuando pedí una explicación de esos golpecitos, ella me dijo que era un efecto de lo que podría llamarse una especie de telégrafo psíquico que la colocaba en comunicación con sus Maestros y servía para que los chelas vigilaran su cuerpo físico cuando su astral lo había dejado.
 
 
 
 
 
La lámpara que no se apagaba
 
En relación a esto he de mencionar otro incidente que me probó que existían seres actuando en su cercanía, agentes cuya naturaleza y acción eran inexplicables por las teorías generalmente aceptadas de la constitución y leyes de la materia.
 
Como ya he indicado anteriormente H.P.B. estaba acostumbrada a leer sus periódicos rusos por la noche, y raramente extinguía su lámpara antes de media noche. Había un biombo entre mi lecho y su lámpara, pero los fuertes rayos reflejados por el techo y las paredes perturbaban a menudo mi reposo.
 
Una noche, esa lámpara estaba encendida después de que el reloj había marcado la una de la mañana. No podía dormir y como oí la respiración regular de H.P.B. que dormía, me levanté y caminé suavemente hasta la lámpara y la apagué.
 
En el dormitorio había siempre una tenue luz que provenía de una veladora que se dejaba encendida en el estudio, manteniéndose abiertas las puertas entre esa habitación y nuestro dormitorio.
 
Yo había apagado la lámpara y me había vuelto hacia mi lecho cuando se encendió de nuevo y la habitación se iluminó con luz brillante. Pensé para mí misma: “qué extraña lámpara, posiblemente no funciona bien”.
 
De manera que fui de nuevo y bajé de nuevo la mecha, y esta vez vigilé hasta que el último vestigio de luz había desaparecido, y aún así mantuve apretado el resorte con los dedos. Entonces lo solté y quedé de pie un momento, observando, cuando para mi sorpresa la llama reapareció y la lámpara volvió a brillar como antes.
 
Tal cosa me dejó considerablemente perpleja y determiné quedarme allí frente a la lámpara toda la noche, si fuera necesario, para mantenerla apagada hasta que descubriera el motivo y el por qué de ese extraño comportamiento.
 
Por tercera vez apreté el resorte y lo bajé hasta que la lámpara estuvo apagada por completo, y lo volví a soltar observando atentamente para ver lo que ocurría.
 
Y por tercera vez la lámpara se encendió, pero esta vez vi una mano morena moviendo lenta y suavemente el resorte de la lámpara.
 
Familiarizada como yo estaba con la acción de las fuerzas y entidades astrales en el plano físico, no tuve dificultad en llegar a la conclusión de que era la mano de un chela y suponiendo que había alguna razón para que la lámpara permaneciera encendida, retorné a mi lecho.
 
 
 
 
 
Sus viajes astrales
 
Pero un espíritu picaresco de curiosidad se había adueñado de mí esa noche. Quería saber más, así es que llamé: "¡Madame Blavatsky!", y luego más fuerte "¡Madame Blavatsky!" y otra vez más fuerte "¡MADAME BLAVATSKY!"
 
De pronto oí que se me contestaba con un grito:
 
-        "¡Oh, mi corazón, mi corazón! ¡Condesa, casi me ha matado!"
 
Y luego su voz, de nuevo:
 
-        "¡Mi corazón, mi corazón!"
 
Me precipité hacia el lecho de H.P.B., y ella me respondió:
 
-        "Estaba con el Maestro, ¿por qué me ha hecho retornar?"
 
Yo me sentí entonces completamente alarmada porque su corazón se agitaba bajo mi mano con locas palpitaciones. Le di una dosis de digitalina y me senté a su lado hasta que los síntomas aminoraron y ella se sintió más calmada.
 
Entonces me contó cómo en una ocasión el Coronel Olcott casi la mata de la misma manera, llamándola de vuelta repentinamente cuando su forma astral había dejado su cuerpo físico. Me hizo prometerle que nunca más intentaría ese experimento con ella, y esa promesa se la di prontamente desde el fondo de mi aflicción y gran pesar por haberle causado tal sufrimiento.
 
 
 
 
 
¿Por qué Blavatsky produjo esos fenómenos?
 
En una ocasión le pregunté
 
-        "¿Por qué, entonces, produjo esos fenómenos?"
 
 
Y ella me contestó:
 
-        "Porque la gente estaba solicitándomelo continuamente. Era siempre lo mismo: ¡Oh!, materialice esto, o déjeme oír las campanillas astrales, y así sucesivamente, y yo entonces no quería dejar de complacerlos. ¡Aceptaba el pedido de ellos y ahora debo sufrir por todo!"
 
 
Muchas personas me han comentado en diferentes ocasiones, el poco discernimiento que se mostró al relacionar los fenómenos con la Sociedad Teosófica, o que H.P.B. hubiera malgastado su tiempo en tales trivialidades.
 
Pero a esas observaciones daba H.P.B. invariablemente la misma contestación, o sea: que en el tiempo en que se formó la Sociedad Teosófica era necesario atraer la atención del público hacia la misma, y que los fenómenos servían para ese objetivo más efectivamente que cualquiera otra cosa que se hubiera emprendido.
 
Si en los comienzos, H.P.B. se hubiera presentado simplemente como una maestra de filosofía, muy pocos estudiantes hubieran sido atraídos hacia ella, pues hace veinte años muchas personas no habían alcanzado el grado al que ahora han llegado; la libertad de pensamiento y opinión eran ocurrencias raras y el estudio y la índole de pensamientos que son necesarios para una verdadera apreciación de la Teosofía hubiera asustado y alejado a tales estudiantes.
 
La educación se encontraba en un nivel más inferior que en la actualidad y se necesitaba una atracción, tal como la que despierta el interés por lo maravilloso, para que despertara en ellos ese interés inicial que estaba destinado a hacerles pensar con una mayor profundidad.
 
Y el fenómeno puso en marcha a la Sociedad Teosófica, aunque una vez que se hubo introducido ese elemento ya fue difícil descartarlo cuando hubo servido al objetivo propuesto. Todos venían ansiosos para satisfacer su sentido de lo maravilloso y cuando no eran complacidos se retiraban furiosos e indignados.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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