A la pregunta: ¿Qué es el Kybalión? El libro
El Kybalión en su capítulo titulado “La
filosofía hermética” contestó lo siguiente:
« En
los primeros días hubo una compilación de ciertas doctrinas herméticas básicas,
pasadas de instructor a estudiante, que fue conocida como “El Kybalión”, pero
habiendo sido perdido por varios siglos el significado y la importancia exacta
del término.
Esta
enseñanza, sin embargo, es conocida por muchos a quienes ha llegado, de boca a
oído, continuamente a lo largo de los siglos. Sus preceptos nunca han sido
escritos o impresos, hasta donde nosotros sabemos. Era solamente una colección
de máximas, axiomas y preceptos, que eran ininteligibles para los intrusos,
pero que eran fácilmente entendidos por los estudiantes después que esos
axiomas, máximas y preceptos hubiesen sido explicados y ejemplificados por los
iniciados herméticos a sus neófitos.
Estas
enseñanzas constituían realmente los principios básicos del «Arte de la
alquimia hermética», el cual, contrariamente a la creencia general, trataba del
dominio de las fuerzas mentales, antes que de los elementos materiales, y con
esto me refiero a la transmutación de una clase de vibraciones mentales en
otras, en vez del cambio de una clase de metal en otro.
Las
leyendas de la piedra filosofal que convertía el metal ordinario en oro, eran
una alegoría relacionada con la filosofía hermética, la cual fue rápidamente
entendida por todos los estudiantes del verdadero hermetismo.
Y
en este pequeño libro, del que ésta es la primera lección, invitamos a nuestros
estudiantes a examinar las enseñanzas herméticas, tal como estas se encuentran
expuestas en El Kybalión, y tal como son explicadas por nosotros mismos,
humildes estudiantes de las enseñanzas, que aunque llevamos el título de
iniciados, somos todavía estudiantes a los pies de Hermes, el Maestro.
Aquí
os damos muchas de las máximas, axiomas y preceptos de El Kybalión, acompañados
con explicaciones e ilustraciones que estimamos idóneas para hacer las
enseñanzas más fácilmente comprensibles para el estudiante moderno, y
particularmente por el hecho que el texto original está velado a propósito en
términos oscuros.
Las
máximas, axiomas y preceptos originales de El Kybalión están impresos aquí,
entre signos de acotación, dándole el crédito apropiado. Y nuestro propio
trabajo está impreso en el modo regular, en el cuerpo de la obra.
Confiamos
que los muchos estudiantes a los que ofrecemos ahora esta pequeña obra
recibirán tanto beneficio del estudio de sus páginas como lo han hecho los
muchos estudiosos que han pasado antes, recorriendo todos ellos el mismo
sendero hacia la maestría a lo largo de los siglos que han pasado desde los
tiempos de Hermes Trismegisto, el Maestro de maestros, el Grande de los grandes. »
(Capítulo 1)
OBSERVACIONES
Vemos que
el autor del libro El Kybalión afirma que “el Kybalión” es el nombre como se le
conocía a una antigua compilación de ciertas doctrinas herméticas básicas
pasadas a través de axiomas de instructor a estudiante desde la época de Hermes
Trismegisto; y puesto que él transcribió esos axiomas, por eso le puso ese
título a su libro.
Pero
eso es falso porque en realidad lo que hizo ese individuo fue copiar esas ideas del libro La Virgen del Mundo de Hermes Mercurio Trismegisto escrito por Anna
Kingsford y Edward Maitland, y para demostrárselos a continuación les
transcribo una parte del artículo introductorio escrito por el señor Maitland
titulado “El sistema hermético y la importancia de su avivamiento actual”:
« Partiendo
del axioma de que de la nada, nada procede, y reconociendo a la Conciencia como
condición indispensable de la existencia, la Gnosis con lógica irresistible
deriva todas las cosas del Ser puro y absoluto, él mismo inmanifestado e
incondicionado, pero en la infinidad de su plenitud y energía, poseyendo y
ejerciendo la potencialidad de manifestación y condicionamiento, y siendo en
lugar de tener, vida, sustancia y mente, comprendidas en una Misma Divina, de
la cual el universo es la manifestación.
. . .
La ley de unidad
Todos
siendo modos del Uno, no es posible ningún antagonismo inherente o diferencia
esencial; pero lo que se considera como inconsciencia no es más que un modo
inferior de conciencia: una conciencia reducida por así decirlo, a un mínimo,
pero conciencia en tanto que lo es.
La
inconsciencia total es, pues, no-ser; y lleva a la conciencia la relación de
las tinieblas con la luz, siendo sólo la última de las dos, aunque reducida,
entidad positiva, y siendo la oscuridad no-entidad.
Por
variadas que sean las manifestaciones de la conciencia o ser universal, ya sea
en sus diferentes planos, o en sus diferentes modos en el mismo plano, todas
ellas están de acuerdo con una y la misma ley, la cual, por su uniformidad,
demuestra la unidad del espíritu informador, o mente que subsiste eternamente e
independientemente de cualquier manifestación. Porque, como se dice en el
"Divino Pymander":
“Él no necesita ser manifestado, porque
subsiste eternamente. Pero en cuanto Él es Uno, Él no está hecho ni engendrado,
sino que es inaparente e inmanifiesto. Pero al hacer aparecer todas las cosas,
Él aparece en todos y por todos; pero especialmente se manifiesta a o en
aquellos a quienes Él quiere.”
Y
también dice:
"La Esencia de todo es Uno."
La ley de correspondencia
De
la unidad del Ser original proviene, como corolario, la ley de correspondencia
entre todos los planos o esferas de la existencia, en virtud de la cual el
macrocosmos es como el microcosmos, lo universal es como el individuo, el mundo
es como el hombre, y el hombre como es Dios.
"Un hombre terrenal", dice "La
Clave", "es un Dios mortal, y el Dios celestial es un hombre
inmortal".
El
mismo libro sin embargo es cuidadoso en explicar que por hombre se entiende
sólo aquellos hombres que están en posesión de la inteligencia superior o
conciencia espiritual, y que carecer de esto es no ser todavía hombre, sino
sólo la potencialidad del hombre. Evita también el error del antropomorfismo al
definir que la Divinidad no es, en sí misma, ni vida, ni mente, ni sustancia;
pero la causa de estos.
Se
declara que la ignorancia de Dios es el mal más grande, pero Dios no debe ser
discernido en los fenómenos, o con el ojo externo. La búsqueda debe hacerse
dentro de uno mismo. Para conocer el hombre debe primero ser, es decir que debe
haber desarrollado en sí mismo la conciencia de todos los planos o esferas de
su naturaleza cuádruple, y por lo tanto convertirse en un hombre completo.
Es
a su parte íntima y divina, el Espíritu divino, a la que pertenece el misterio
de la existencia, ya que ese es el Ser Puro, del cual la existencia es la
manifestación. Y como el hombre puede reconocer sin él, sólo lo que tiene
dentro de sí, es esencial para su percepción de las cosas espirituales que él
mismo sea espiritual.
"El
hombre natural", dice el apóstol Pablo, siguiendo a la vez a los hermetistas
y a los cabalistas, que son uno en doctrina y método, y difieren sólo en la
forma, "no recibe las cosas del Espíritu, ni puede conocerlas porque se
disciernen espiritualmente", es decir, por la parte espiritual en el
hombre.
En
la medida en que el hombre desarrolla esta conciencia, se convierte en un
órganon de conocimiento capaz de obtener la certeza de la verdad, incluso la
más alta; y de "agnóstico" e incapaz de conocimiento, se vuelve
"gnóstico", o sea, tiene la Gnosis, que consiste en el conocimiento
de sí mismo y de Dios, y de la identidad sustancial de los dos.
De
esto es obvio que lo que demuestra el agnosticismo de la época actual es
simplemente la inmadurez de sus profesores. Es decir la filosofía de la época
representa las conclusiones de los hombres que, por muy desarrollados que estén
intelectualmente, son todavía rudimentarios con respecto a la conciencia
espiritual, y por lo tanto no alcanzan su hombría espiritual y verdadera, la
hombría que pertenece al plano superior.
Siendo
hasta tal punto no humanos sino sub-humanos e ignorantes del significado y las
potencialidades del hombre, confunden la forma con la sustancia, y confunden la
parte exterior y fenoménica del hombre con el hombre mismo, e imaginan en
consecuencia que gratificar esta parte es necesariamente beneficiar al hombre,
por muy subversivas que sean para la humanidad real las prácticas a las que
recurre.
De
esta condición de tinieblas espirituales la Gnosis eleva al hombre, y dándole
el desiderátum supremo (que es objeto de toda revelación divina proporcionar)
una definición de sí mismo, le demuestra con certeza científica la supremacía
de la ley moral y la imposibilidad de obtener el bien haciendo el mal, o de escapar
a la pena de este último.
La ley de causa y efecto
El
intento de obtener el bien haciendo el mal sólo lo hace retroceder, empeorando
su destino. La doctrina del karma no es menos hermética que la hindú, siendo el
término equivalente en la primera Adrasté, una diosa a la que está encomendada
la administración de justicia. En el panteón griego aparece como Némesis y
Hécate.
Todos
ellos representan esa ley inexorable de causa y efecto en las cosas morales, en
virtud de la cual la naturaleza y las condiciones futuras del hombre son el
resultado de las tendencias voluntariamente fomentadas por él en el pasado y en
el presente.
El
método hermético para alcanzar la perfección, en cualquier plano (físico, intelectual,
moral o espiritual) es la pureza. No sólo teniendo sino siendo conciencia, el
hombre es hombre, y es perceptivo, según la medida en que es puro; pureza
perfecta que implica percepción plena, incluso para ver a Dios, como dicen los
evangelios.
En
la misma proporción también tiene poder. El hermético plenamente iniciado es un
mago, u hombre de poder, y puede obrar lo que al mundo le parecen milagros, y
en todos los planos (físico, intelectual, moral y espiritual) por la fuerza de
su propia voluntad. Pero su único secreto de superación es la pureza ya que su
único motivo es el amor. Porque el poder con el que opera es espíritu, y el
espíritu es agudo y poderoso en proporción a su pureza. Espíritu absolutamente
puro es Dios. Por lo tanto los milagros del hermetista, a diferencia del mago,
son obrados realmente por Dios, el Dios en y del hombre.
La mente consciente e inconsciente
Una
palabra sobre el órganon del conocimiento hermético. Este es enfáticamente el
modo de la mente llamado intuición. Siguiendo esta en su curso centrípeto, el
hombre entra en tales relaciones con su propio ser esencial y permanente (el
alma espiritual) como para poder recibir de ella los conocimientos que ha
adquirido de las cosas divinas en las largas edades de su pasado. Pero esto no
implica menosprecio al otro modo centrífugo de la mente que es el intelecto.
Este también debe ser desarrollado y entrenado al máximo, como complemento,
suplemento y compañero indispensable de la intuición.
Perfeccionando
y combinando estos dos, y sólo así, el hombre conoce todas las cosas y se
perpetúa. Porque conoce a Dios, y conocer a Dios es tener y ser Dios, y
"la dádiva de Dios es la vida eterna".
. . .
El sexo
Si
bien es puramente místico y espiritual, a diferencia de lo histórico y
ceremonial, el sistema hermético se distingue de otras escuelas de misticismo
por su libertad de la forma sombría y grosera de considerar a la naturaleza, y
su desprecio y odio por el cuerpo y sus funciones como inherentemente impuros y
viles; y lejos de repudiar las
relaciones de los sexos, las exalta como símbolo de los más altos misterios
divinos, y ordena su ejercicio como un deber, cuyo cumplimiento, al menos en
algunas de sus encarnaciones, es esencial para el pleno perfeccionamiento y
iniciación del individuo.
Está
así impregnado de una apreciación de la belleza y la alegría del tono que lo
asimila al griego y lo distingue de la concepción oriental de la existencia, y
así redime el misticismo del reproche, demasiado a menudo merecido del
pesimismo.
El
hermetista como el profeta que encontró a Dios en las profundidades del mar y
en el vientre del blanco, reconoce la divinidad en cada región y departamento
de la naturaleza. Y viendo en "la ignorancia de Dios el mayor de todos los
males" busca perfeccionarse a sí
mismo, no simplemente para escapar cuanto antes de la existencia como una cosa
inherentemente mala, sino para convertirse en un instrumento de percepción
capaz de "ver a Dios" en cada región de la existencia en la que pueda
dirigir su mirada. »
(Preámbulo)
CONCLUSIÓN
Ustedes mismos pueden constatar
que la mayoría de los principios que menciona el autor del libro El Kybalión,
él no los tomó de “un antiguo compendio hermetista llamado el Kybalión” (como
lo afirmó ese individuo) sino que en realidad se los plagió a Edward Maitland, y
esto es una prueba más de lo mentiroso que fue ese individuo.
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