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BLAVATSKY DESCRITA POR ALEXANDER WILDER


 
Alexander Wilder fue un prominente miembro de la Sociedad Teosófica inicial de Nueva-York, y en una entrevista que le hizo Harold Waldwin Percival (el editor de la revista Word), él narró sus recuerdos sobre Blavatsky:
 
« En 1876 apenas yo había oído hablar de Madame Blavatsky, pero no con relación a algo asociado con la teosofía u otro tema del que yo supiera. Ella me había sido descrita por un conocido mío como una "rusa apresurada", y sus modales habían llamado su atención, pero no supe más de ella en ese momento.
 
Posteriormente fui encargado de revisar el manuscrito que se volvería la obra “Isis Develada” y eso me permitió conocerla personalmente.
 
Madame Blavatsky no se parecía en sus modales ni correspondía con lo que yo me imaginaba de ella. Era una mujer alta y corpulenta, su semblante exhibía las características de quien ha visto mucho, pensado mucho, viajado mucho y experimentado mucho. Su figura me recordó la descripción que Hipócrates hizo de los escitas, la raza de la que probablemente desciende.
 
Su apariencia era ciertamente impresionante, pero de ningún modo era tosca, torpe o de mala educación. Sino que por el contrario ella exhibía cultura y familiaridad con los modales de la sociedad más cortesana y la cortesía genuina misma. Ella expresaba sus opiniones con audacia y decisión, pero sin entrometerse. Y era fácil darse cuenta de que no se la había mantenido dentro de las limitaciones circunscritas de una educación femenina común, ya que conocía una amplia variedad de temas y podía hablar libremente sobre ellos.
 
En varios aspectos supongo que nunca la entendí justa o completamente, y quizás esto se haya extendido más allá de lo que yo estoy dispuesto a admitir. He oído hablar de su posesión de poderes sobrenaturales y de sucesos extraordinarios que ella efectuó. Y es posible que eso sea cierto ya que como Hamlet, yo también creo que hay más cosas en el cielo y en la tierra de las que nuestros sabios de esta época están dispuestos a aceptar.
 
Pero Madame Blavatsky nunca me hizo tal afirmación. Siempre hablábamos de temas que eran familiares para ambos, como individuos en un plano común. Y el coronel Olcott me mencionaba a menudo de sus grandes dotes, pero ella misma no mostraba ninguna afectación de superioridad hacia mi persona, ni tampoco vi ni supe que ella tuviera esa actitud con los demás.
 
Ella profesó haberse comunicado con personajes a quienes llamó "los Hermanos", e insinuó que esto a veces era por medio de lo que se denomina "telepatía", pero no es necesario mostrar o insistir en que este modo de comunicación no tiene nada de sobrenatural ya que ha sido conocido y llevado a cabo desde la antigüedad.
 
El Khabar es muy conocido en el Oriente, y supuse que una condición importante para mantener tales facultades era la abstinencia de la estimulación artificial, como la que proviene del uso de comer carne, o las bebidas alcohólicas y otras sustancias narcóticas. No atribuyo ninguna inmoralidad específica a estas cosas, pero he conjeturado que tal abstinencia era esencial para dar pleno juego a las facultades mentales y para que la facultad noética transcurriera libremente sin impedimentos o contaminación de influencias inferiores.
 
Pero Madame Blavatsky no mostró tal ascetismo. Su mesa estaba bien surtida aunque sin profusión y de una manera que no difería de las otras personas. Además ella se permitía fumar libremente cigarrillos que ella misma enrollaba cuando tenía la ocasión. Y nunca vi ninguna evidencia de que estas cosas perturbaran o de alguna manera interfirieran con su agudeza o actividad mental.
 
(Observación de Cid: puede que la carne y las bebidas alcohólicas estuvieran presentes para los invitados, pero no pienso que Blavatsky las tomara ya que los maestros dicen que esos alimentos perjudican mucho la utilización de las facultades paranormales, mientras que con el tabaco no hay problema.)
 
 
En mi primera visita, su recepción fue cortesa e incluso amistosa. Ella pareció conocerme de inmediato. Habló de los resúmenes que yo había hecho de su manuscrito, ensalzando mi trabajo mucho más de lo que yo merecía.
 
A menudo discutimos sobre los temas que hay en su obra, y era un gran disfrute debido a que Madame Blavatsky era una excelente conversadora y ella se sentía cómoda en todos los temas sobre los que discutíamos. Ella hablaba el inglés con la fluidez de alguien perfectamente familiarizado con ese idioma al grado que pudiera pensar directamente en inglés sin la necesidad de traducirlo de su lengua natal. Y para mí dialogar con ella era lo mismo que si estuviera hablando con cualquier hombre muy erudito que conociera.
 
Ella estaba dispuesta a tomar la idea tal como estaba expuesta y luego la expresaba con sus propios pensamientos de manera clara, concisa y a menudo con mucha consistencia. Algunas de las palabras que empleó tenían características que indicaban su origen. Cualquier cosa que ella no aprobara o respetara, la descartaba rápidamente con su usual palabra familiar "chorrada". Era el único momento en donde ella empleaba ese término popular, ya que nunca escuché o encontré el término en otro lugar.
 
Ni siquiera los actos o proyectos del coronel Olcott escapaban a su mordacidad, y de hecho no era raro que él fuese objeto de sus abrasadoras críticas. El coronel se retorcía en su interior, pero salvo por hacer una breve expresión en ese momento, no parecía albergar resentimiento.
 
Ella siempre me trató con mucha cortesía. Por ejemplo, cuando su trabajo se volvió más urgente, o tal vez ya se había cansado de recibir visitas, ella le ordenó a la recepcionista que les informara a todas las personas que la querían visitar que ella estaba muy ocupada y por lo tanto no podía atenderlas. Y esa prohibición me fue también informada, pero cuando ella escuchó mi voz, le gritó a la señora que me dejara pasar.
 
Y esto ocurrió a pesar que no fui por un asunto de negocios sino simplemente para visitarla, y aún así ella estuvo dispuesta a conversar conmigo y se sentía cómoda en cualquier tema por abstruso que fuera. Pocas personas en cualquier ámbito de la vida están tan bien provistas de tanto material para el discurso. Incluso el coronel Olcott quien era un hombre muy capacitado, no tenía tanto conocimiento como ella, excepto en su propia profesión.
 
Después de que Isis Develada se publicó, Madame Blavatsky y el Coronel Olcott comenzaron de inmediato a hacer arreglos para ir a la India. Allá Madame Blavatsky me escribió varias veces después de su llegada a Bombay. Ella me relató de muchos asuntos de interés para un investigador de las religiones como yo, y sus cartas eran entretenidas e instructivas. Pero a medida que pasó el tiempo, nuevos deberes ocuparon el lugar de los viejos recuerdos.
 
Sin embargo la revista que publicaron allá, The Theosophist, me llegaba con regularidad y esto me permitió hacer un seguimiento de sus actividades hasta el final de su vida. »
(The Word, mayo de 1908)
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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