En donde
Annie Besant explicó más acerca de los átomos permanentes, fue en su libro “Estudio sobre la Conciencia”, y lo que ella
escribió fue lo siguiente:
«
1. LA ADHERENCIA DE
LOS ÁTOMOS
Consideremos
ahora la Tríada espiritual, el triatómico Atma-Buddhi-Manas, el Jivâtmâ, la semilla de la conciencia dentro de la cual el calor
de la corriente de la vida del Logos que la rodea, está provocando débiles sensaciones
de vida receptiva.
Estas son emociones
internas, preparatorias para actividades externas. Y tras una larga
preparación aparece un tenue hilo semejante a una pequeña raicilla procedente
de la triatómica molécula que envuelve la conciencia. Es un áureo hilo de vida
revestido de materia búddhica.
Innumerables
hilos aparecen en los innumerables jivâtmâs, que al principio flotan vagamente
en las siete copiosas corrientes de vida y luego quedan anclados (si se permite
la expresión) mediante la adherencia a una molécula del cuarto sub-plano mental.
Esta
adherencia, como la primitiva a los tres átomos superiores y las subsiguientes
a los átomos astral y físico, la llevan a cabo los seres brillantes.
Y
alrededor de esta molécula adherida se condensan temporáneamente agregaciones
de esencia elemental del segundo reino, que se dispersan y vuelven a
condensarse una vez y otra, siempre con la adherida molécula como estable
centro de la interminable sucesión de complejas y cambiantes formas cuyas
vibraciones la despiertan gradualmente hasta suscitar débiles respuestas que a
su vez levantan vagos y tenues movimientos en la semilla de la conciencia.
Ahora
bien, no debe entenderse que cada centro esté siempre rodeado de una forma
peculiar, pues un mismo agregado de esencia elemental puede tener muchos, o
solo algunos, o ninguno de estos centros.
Por
lo tanto, con lentitud inconcebible llegan las moléculas adheridas a poseer
determinadas cualidades, o sea que adquieren el poder de vibrar en ciertos
tonos armonizados con las vibraciones mentales, de suerte que de allí en
adelante sean posibles los pensamientos.
Y
los seres brillantes del segundo reino elemental actúan también en esta
operación dirigiendo hacia las moléculas centrales las vibraciones a que ya
puedan responder y rodeándolas de la esencia elemental entresacada de sus
propios cuerpos.
Además,
cada uno de los siete grupos típicos está separado de los otros por un tenue
tabique de esencia monádica que más tarde será la
pared medianera del alma-grupo.
Todo
este proceso se repite luego de haberse formado el tercer reino elemental. El
delgado hilo de vida revestido de materia búddhica, con su adherida molécula
mental se dirige hacia el plano emocional y se adhiere a un átomo astral que le
sirve de centro en cuyo alrededor se condensan temporáneamente agregaciones de
esencia elemental del tercer reino, dispersándose y reintegrándose como en el
caso anterior.
Y
de aquí se siguen análogos resultados y la interminable sucesión de formas que
van envolviendo al estable centro suscitan en él débiles respuestas que a su
vez despiertan vagos y suaves movimientos en el interior de la semilla de
conciencia.
Asimismo
los adheridos átomos astrales llegan lentamente a poseer determinadas
cualidades, o sea que adquieren el poder de vibrar en ciertos tonos armonizados
con la sensación, de suerte que de allí en adelante sean posibles las
sensaciones.
Y
también aquí cooperan en la obra los seres brillantes del tercer reino
elemental y emplean sus mayores poderes vibratorios para producir
simpáticamente en aquellos indesenvueltos átomos el poder responsivo y asimismo
le proporcionan substancia de sus propios cuerpos.
El
tabique de separación de cada uno de los siete grupos recibe una nueva capa
formada de la esencia monádica del plano emocional con lo que se acerca de un
grado más a la pared medianera de la futura alma grupal.
Y
nuevamente se repite el proceso al llegar la gran oleada al plano físico. El
delgado hilo de vida revestido de la materia búddhica con sus adheridos átomos
mental y emocional se dirige hacia el plano físico en donde se adhiere un átomo
físico como estable centro en cuyo
alrededor se agrupan moléculas etéreas; pero como la materia física, por lo
densa, es más coherente que la sutil materia de los planos superiores, dura más
la vida.
Luego
de formados los tipos etéreos de los proto-metales y más tarde los
proto-metales, metales, metaloides y minerales, los seres brillantes del reino
físico etéreo sumergen los átomos adheridos a sus envolturas de éter en uno de
los siete tipos etéreos a que respectivamente pertenecen y entonces comienzan
su larga evolución física.
Pero
antes, de seguirlos en ella hemos de considerar las almas grupales que en el
sub-plano físico atómico reciben su tercera vestidura.
Examinemos
primero algún tanto la naturaleza y función de estos átomos permanentes, las
tríadas en los planos inferiores reflejan las espirituales Tríadas de los
superiores, cada cual adherida a su respectiva Tríada o Jivâtmâ, es decir, que
cada tríada atómica consta de un átomo físico, otro astral y otro mental
permanentemente adheridos por un hilo de materia búddhica a la Tríada
espiritual.
A
este se le ha dado el nombre de Sútrâtmâ o
Hilo-Yo, porque los átomos permanentes están engarzados en él como cuentas en
sarta.
Y
el siguiente diagrama dará una clara idea de esta relación:
2. LA TELA DE LA VIDA
Hemos
dicho que el nexo con la Tríada espiritual es de materia búddhica y así lo
indica en el diagrama, la línea puntillada que enlaza los átomos derivados del
plano búddhico y no del átomo manásico.
De
materia búddhica está tejida la maravillosa tela de vida que mantiene y
vivifica todos nuestros cuerpos; y si nos fuera posible mirarlos con visión
búddhica desaparecerían para ver en su lugar una áurea tela de materia búddhica
de inconcebible finura y delicada belleza entretejida en todas sus partes con
una randa de diminutas mallas en donde están prendidos los átomos densos.
Y
un más atento examen reveía que la randa o redecilla está formada de un solo hilo,
prolongación del Sûtrâtmâ.
Durante
la vida prenatal del infante este hilo brota del átomo físico permanente y se
ramifica en diversas direcciones, continuando el crecimiento hasta la completa
formación del cuerpo físico.
Durante
la vida terrestre, el prana o aliento vital planea constantemente sobre dicho
hilo, siguiéndole en todas sus ramificaciones y mallas, y al ocurrir la muerte
se retrae, dejando que se disgreguen las partículas del cuerpo físico. Y es
posible observar cómo se va desprendiendo lentamente de la densa materia
física, acompañado del aliento vital con el
que se refugia en el corazón alrededor del átomo permanente.
Según va retirándose, se enfrían los abandonados miembros con el "escalofrío de la
muerte". La violáceo-dorada llama del aliento de vida brilla en torno del
corazón, y en compañía de la áurea tela de vida y del átomo permanente se
deslizan a lo largo del secundario sushumna hasta el
tercer ventrículo cerebral.
Los
ojos brillan mientras la tela de vida se retrae en el tercer ventrículo
alrededor del átomo permanente, y luego todo el conjunto se eleva poco a poco
hasta el punto de sutura del parietal con el occipital, por donde deja el
cuerpo físico, y sobreviene la muerte.
La
tela de vida envuelve el átomo permanente como dorado capullo análogo al del
gusano de seda, y así queda recogida hasta que la construcción de un nuevo
cuerpo físico demanda su desenvolvimiento.
El
mismo proceso ocurre en los átomos astral y mental, de suerte que al
desintegrarse estos dos cuerpos, la tríada inferior ofrece el aspecto de un
titilante y refulgente núcleo en el interior del cuerpo causal, según habían
notado los clarividentes mucho tiempo antes de que la observación atenta revelara
su naturaleza.
3. ELECCIÓN DE LOS
ÁTOMOS PERMANENTES
Retrocedamos
al punto en que la Mónada se asimila los átomos permanentes de los tres planos
superiores, y tratemos de comprender algo del objeto y utilidad de esta
asimilación, teniendo en cuenta que rigen los mismos principios para los átomos
permanentes de cada plano.
Ante
todo, conviene recordar que la materia de cada plano ofrece siete tipos
primordiales que varían según el predominio de uno u otro de los tres capitales
atributos de la materia: inercia, movilidad y ritmo.
De
aquí que los átomos permanentes pueden escogerse de cualesquiera de dichos
tipos, aunque parece que la Mónada los escoge de un mismo tipo; y si bien la
operación de adherirlo al hilo de vida en los tres planos superiores la
efectúan las Jerarquías de que oportunamente hablamos, la elección es peculiar
de la misma Mónada que de por sí pertenece a uno u otro de los siete grupos de
Vida ya referidos, a cuyo respectivo frente se halla un Logos planetario que
colora el conjunto de suerte que las Mónadas se agrupan por estos colores y
cada cual está coloreada por su Estrella paterna.
Tal
es la primera y capital característica determinante de cada uno de nosotros,
nuestro color fundamental, clave o temperamento. La Mónada puede utilizar su
nueva peregrinación para fortalecer y acrecentar esta especial característica,
por lo que las Jerarquías adherirán a su hilo de vida átomos del tipo de materia
correspondiente a su rayo.
De
esta adherencia resulta el secundario color, clave o temperamento que vigoriza
o intensifica el primero, y en el transcurso de la evolución se mostrarán
definidamente las potencias y flaquezas de este duple temperamento.
Pero
también la Mónada puede escoger su nueva peregrinación para desarrollar otro
aspecto de su naturaleza; y entonces. las Jerarquías ensartarán en su hilo de
vida átomos del tipo de materia correspondiente a otro rayo en que predomine el
aspecto que se proponga desenvolver.
De
esta adherencia resultará el secundario color, clave o temperamento que
modifique el primero, con los consiguientes resultados en el transcurso de la
evolución. Este último caso es el más frecuente y determina mayor complejidad
de carácter, especialmente en las postreras etapas de la evolución humana,
cuando es más vigorosa la influencia de la Mónada.
Según
queda expuesto, parece que todos los átomos permanentes se toman del mismo tipo
de materia, de suerte que los de la tríada inferior correspondan con los de la
superior; pero en los planos inferiores la influencia de estos átomos en la
determinación del tipo de materia empleado en los cuerpos de que son centros
generadores (punto a que debemos atender ahora) está muy limitada e intervenida
por otras causas.
En
los planos superiores los cuerpos son relativamente permanentes y reproducen
definidamente la clave de sus átomos permanentes por muy enriquecida que esté
dicha clave con sobretonos de siempre creciente sutilidad armónica; pero en los
planos inferiores, aunque la clave o nota fundamental de los átomos permanentes
sea siempre la misma, influyen varias otras causas en la elección de materiales
para los cuerpos, según vamos a ver.
4. UTILIDAD DE LOS
ÁTOMOS PERMANENTES
Los
átomos permanentes sirven para conservar en su interior, como potencias
vibratorias, los resultados de las experiencias por las que han pasado. Y para
mayor claridad tomaremos como ejemplo el átomo físico, que se presta a más
fácil explicación que los átomos de los planos superiores.
Un
contacto físico de cualquier clase levantará vibraciones de su propia índole,
locales o generales, según la clase de intensidad del contacto. Pero sean
locales o generales, estas vibraciones llegarán en todo caso al átomo físico
transmitidas por la tela de vida, o también en violentos choques por meros
impulsos.
Esta
vibración, excitada en el átomo desde el exterior, se transmuta en cualidad
vibratoria del átomo con tendencia interna a reiterar la vibración. Y durante
la vida el cuerpo físico recibe innumerables choques y ni uno solo deja de
repercutir en el átomo permanente y dotarlo de una nueva posibilidad de
vibración.
Todos
los resultados de las experiencias físicas se almacenan en este átomo
permanente convertidas en potencias vibratorias, que son innumerables al término
de la vida física; es decir que el átomo ha aprendido a responder de infinidad
de maneras al mundo externo y a reproducir en sí mismo las vibraciones impulsivas
de los objetos circundantes.
El
cuerpo físico se desintegra a la muerte y sus partículas se disgregan llevando
consigo el resultado de todas las experiencias por las que pasaron; pero el átomo
permanente físico perdura y es el único que pasa por todas las experiencias de
los siempre cambiantes conglomerados a que llamamos nuestros cuerpos, y el
único que adquiere los resultados de todas las experiencias.
Envuelto
en su áureo capullo, dormita durante los largos años en que el Jivâtmâ a que
pertenece está en otros mundos recibiendo distintas experiencias que en nada
afectan a su átomo físico, incapaz de responder a ellas, y así duerme en imperturbable
reposo su larga noche.
Al
llegar el momento de una reencarnación, la presencia del átomo permanente
permite la fecundación del óvulo de que ha de formarse el nuevo cuerpo, porque
entonces resuena su nota al constructor etéreo, al elemental encargado de
construir el cuerpo físico, para escoger los materiales mejor adecuados a su
obra, pues no debe emplear ninguna que no esté más o menos armonizado con el
átomo permanente. Sin embargo, la nota fundamental no es tan sólo una de las fuerzas.
El
karma mental y emocional y el relacionado con otras entidades requieren
materiales capaces de variadísimas expresiones. Y de este karma, los Señores
del Karma escogen todo lo congruente, es decir, cuanto puede expresarse por
medio de un cuerpo formado de un
particular tipo de materia.
Esta
congruente masa de karma determina el grupo material de que se ha de revestir
el átomo permanente, y de dicho grupo escoge el elemental, los materiales
capaces de vibrar en armonía con el átomo permanente, o en discordancia que no
llegue al extremo de disruptiva violencia.
Por
lo tanto, el átomo permanente es, según queda dicho, una sola de las fuerzas
determinantes del tercer color, nota o temperamento, que caracteriza a cada uno
de nosotros.
La
época del nacimiento del cuerpo estará subordinada a este temperamento, es decir, que ha de nacer en el mundo cuando las influencias físicas planetarias convengan a su tercer
temperamento, y así nace "bajo su astrológica estrella".
Inútil
es advertir que la estrella no determina el temperamento, sino que por el
contrario el temperamento fija la época del nacimiento bajo la estrella. Pero
aquí está la explicación de la correspondencia entre los ángeles estelares y
los caracteres, así como de la necesidad de sacar un cuidadoso y exacto
horóscopo que sirva de guía para conocer el temperamento del niño cuando se le
haya de educar.
Por
inconcebible que parezca, es lo cierto que tan complejos resultados se acumulan
en un diminuto átomo capaz de comunicar sus peculiaridades a la materia
circundante; porque conviene advertir que la ciencia profana admite análoga
idea al suponer que los infinitesimales bióforos de la célula germinal de
Weismann transmiten al niño las características de su estirpe de progenitores.
Así
como el bióforo da al cuerpo las físicas peculiaridades derivadas de los
ascendientes, el átomo permanente proporciona las adquiridas por el
evolucionante nombre en el transcurso de su evolución.
Muy
claramente expone Blavatsky estas ideas en el siguiente pasaje:
« El embriólogo y filósofo alemán, apoyado en
las enseñanzas de Hipócrates y Aristóteles, acaba por coincidir con las
doctrinas de los antiguos arios al mostrarnos una célula infinitesimal que
entre millones de otras cooperantes a la formación de un organismo, por sí sola
y sin ayuda, determina, mediante su constante fraccionamiento y multiplicación,
la correcta imagen del futuro hombre con su« características tísicas, psíquicas
y mentales.
Completad
el plasma físico o "célula germinal" del hombre, dotado de potencialidades
materiales, con el "plasma espiritual" o fluido que contiene los
cinco principios inferiores de los seis del Dhyani, y tendréis el secreto si
sois lo bastante espirituales para comprenderlo. »
(DS I, p.243)
Si
estudiamos la herencia física a la luz de las enseñanzas de Weismann, nos
convenceremos de la posibilidad del átomo permanente. Un hombre reproduce los
rasgos fisonómicos de un muy lejano antepasado, y manifiesta una peculiaridad
tísica que caracterizó siglos atrás a un ascendiente.
Es
posible trazar la nariz de los Estuardos a través de una larga serie de
retratos, e innumerables casos sería fácil citar de tales semejanzas, ¿qué de
imposible tiene que un átomo acopie no ya bióforos, como en la célula germinal,
sino la propensión a reproducir innumerables vibraciones precedentemente experimentadas?
En
cuanto a dificultades de espacio, no las hay mayores que en el caso de una
cuerda que, doblada en diferentes puntos, emite diversas notas con numerosos
sobretonos. No hemos de pensar que el diminuto espacio de un átomo esté repleto
de innumerables cuerpos vibrantes, sino que contiene un limitado número de
cuerpos capaces cada uno de ellos de emitir innumerables vibraciones.
Pero
en realidad, aun la misma dificultad de espacio es ilusoria, porque lo mínimo
es tan ilimitado como lo máximo. La ciencia moderna considera los átomos como
un sistema de mundos volteantes en sus respectivas órbitas, en conjunto
parecido a un sistema solar.
Ni
el espacio ni el tiempo, gemelos de la ilusión, pueden aquí intimidarnos, pues
así como no hay límites para la división del pensamiento, tampoco los hay para
la materia, que es manifestación del
pensamiento.
En
la cuarta ronda son normalmente cuatro las espirillas en actividad de los
átomos permanentes, lo mismo que ocurre generalmente en los ordinarios átomos
no adheridos, en esta etapa de evolución.
Pero
examinemos el átomo permanente en el cuerpo de un hombre muy evolucionado y en
mucha más adelantada situación que sus prójimos. En este caso vemos cinco
espirillas activas en el átomo permanente y los materiales de su cuerpo nos
declaran el por qué.
En la vida prenatal, la presencia de estas cinco
espirillas del átomo permanente determinarían que el
elemental constructor escogiese de entre sus materiales algunos átomos
similares que le fueran convenientes, y entre ellos ningunos tan a propósito
como los que hubiesen estado en temporánea conexión con algún cuerpo cuyo
centro fuese un átomo permanente de cinco espirillas, pues por esta circunstancia
tendrán la propensión a despertar en ellos la correspondiente actividad, y
sobre todo si hubiesen formado parte de los nervios o del cerebro del muy evolucionado
posesor del cuerpo.
La
quinta espirilla pudo ser más o menos activa en ellos, y aunque al dejar dicho
cuerpo cayeran en inactividad, la actividad que tuvieron les predispuso a
responder mas fácilmente en el futuro u la corriente de vida monádica; y por lo
tanto, el elemental procurará en cuanto pueda, aprovecharlos para su obra.
También
podría entresacar, ocasionalmente, del cuerpo del padre o de la madre, si éstos
fuesen de orden superior, los átomos que mejor le convinieran y ponerlos a su
cuidado después del nacimiento y en el transcurso de la vida, un cuerpo así
construido atraería cuantos átomos similares cayeran dentro de su campo
magnético, y su posesor obtendría incalculables ventajas del trato con personas
altamente evolucionadas, al apropiarse, gracias a la vecindad, algunos átomos
de cinco espirillas que flotasen entre la multitud de partículas desprendidas
de sus cuerpos, con lo que le fuera de mucha ganancia física mental y moral su compañía.
El
átomo astral permanente está respecto de] cuerpo astral en la misma relación
que el átomo físico permanente con el cuerpo físico. Al término de la vida
kamalókica o purgatorial, la áurea tela de vida se retira del cuerpo astral
dejándolo desintegrar, como antes se desintegrara su compañero el cuerpo
físico, y entonces vuelve al átomo astral permanente para adormecerlo en
prolongado sueño. Análoga relación se establece entre el átomo mental
permanente y el cuerpo mental durante las vidas física, astral y mental.
En
el transcurso de las primeras etapas de la evolución humana, la brevedad de las
vidas devachánicas y lo débil de las formas mentales engendradas por la
incipiente inteligencia influyen apenas en el átomo mental permanente y no le
permiten mucho progreso; pero cuando se vigoriza la potencia mental, la vida
devachánica es un período de gran adelanto, pues se almacenan innumerables energías
vibratorias que manifiestan su valor al llegar el tiempo de construir un nuevo
cuerpo mental para el inmediato ciclo de reencarnación.
Al
finalizar la vida devachánica, la áurea tela se retira del cuerpo mental,
dejándolo desintegrar, y envuelve el átomo mental permanente, con lo que tan
sólo queda la tríada de átomos permanentes en representación de los tres
cuerpos inferiores.
Según
ya dijimos, la tríada atómica semeja entonces un radiante núcleo en el interior
del cuerpo causal, y es todo cuanto, terminado el ciclo de experiencias, le
resta al Ego de los cuerpos que lo revistieron en los mundos inferiores y le
sirvieron de medios de comunicación con los planos inferiores durante la vida
en ellos.
Al
llegar la época del renacimiento, una conmoción de la vida del Ego despierta al
átomo mental, se despliega la tela de vida, y el vibrante átomo actúa como un
imán que atrae materia de potencia vibratoria análoga o acorde con la suya.
Los
Seres brillantes del segundo reino elemental allegan dicha materia, y en las
primeras etapas de la evolución, la plasman en una vaga nube alrededor del
átomo mental permanente; pero según adelanta la evolución, el Ego ejerce cada
vez mayor influencia en la plasmación de la materia que ha de formar su nuevo
cuerpo mental, y cuando ya está medio formado, otra conmoción del Ego despierta
al átomo astral y se repite el mismo procedimiento.
Finalmente,
el toque de vida alcanza al átomo físico que actúa según ya dejamos expuesto.
Alguien
pondrá el reparo de cómo los átomos permanentes pueden almacenarse en el
interior del cuerpo causal sin perder sus respectivas naturalezas física,
astral y mental, ya que el plano causal es incompatible con lo materialmente
físico; pero quien tal repare ha de tener en cuenta que, como todos los planos
se ínterpenetran, es igualmente fácil para el cuerpo causal envolver la tríada
de los planos inferiores para cohesionar los centenares de miles de átomos
constitutivos de sus cuerpo» mental, astral y físico durante el período de la
vida terrena.
La
tríada es una diminuta partícula
en el interior del cuerpo
causal, y cada elemento de ella
permanece en su respectiva plano; pero como los planos tienen por doquiera
puntos de contacto, nada se opone a la necesaria yuxtaposición. Estamos en
todos los planos a la vez.
5. ACCIÓN DE LA
MÓNADA EN LOS ÁTOMOS PERMANENTES
Ante
todo hemos de preguntar si hay algo que propiamente pueda llamarse acción
monádica (acción de la mónada en el plano anupâdakico) en el átomo permanente.
No hay acción directa ni puede haberla hasta que la germinante Tríada
espiritual alcance mayor grado de evolución; pero sí hay continua acción
indirecta en la Tríada espiritual, que a su vez actúa en la inferior.
Pero
en nuestro estudio podemos considerar esta acción como dimanante de la Tríada
espiritual que, según hemos visto, es la mónada velada en materia más densa que
la de su nativo plano.
La
Tríada espiritual extrae la mayor parte de su energía, y toda la directiva
capacidad de esta energía, del segundo Logos, cuya corriente de vida la baña;
pero la que pudiéramos llamar su peculiar actividad no interviene en la
actividad plasmante de la segunda oleada de vida, sino que se aplica a la
evolución del átomo, en referencia al tercer Logos.
Esta
energía de la Tríada espiritual se contrae a los planos subatómicos, y hasta la
cuarta ronda parece principalmente concentrada en los átomos permanentes.
Primero
se aplica a formar y después a vivificar las espirillas que constituyen las
paredes del átomo cuyo vórtice es la vida del tercer Logos; pero la pared de
espirillas se va formando gradualmente en la superficie externa del vórtice,
durante el descenso del segundo Logos, aunque no vivificada por El, sino
débilmente trazada sobre la superficie del vértice de vida.
Las
espirillas quedan con relación al segundo Logos como tenues canales vacíos;
pero en cuanto fluye la vida de la mónada penetra en el primero de dichos
canales, lo vivifica y convierte en una porción activa del átomo. Esta
operación prosigue a lo largo de las sucesivas rondas, y al llegar a la cuarta
dimanan de cada mónada cuatro distintas comentes de vida, que circulan por
otros tantos juegos de espirillas en sus átomos permanentes.
Según
actúa la mónada en el átomo permanente y éste se convierte en núcleo de un
cuerpo, principia aquélla a actuar de manera análoga en los átomos congregados
en torno del permanente, y vivifica al propio tiempo las espirillas, aunque
esta vivificación es temporánea y no continua como en el átomo permanente.
De
esta suerte pone la mónada en actividad las tenues espirillas formadas por la
segunda oleada de vida, y cuando el cuerpo fenece, los átomos así estimulados
vuelven a la gran masa de materia atómica, elaborados y mejorados por la
vivificación recibida mientras estuvieron unidos al átomo permanente.
Desarrollados
así los canales, son más capaces de recibir otra análoga corriente de vida al
entrar en otro cuerpo y relacionarse con un átomo permanente de dicha mónada.
Así
prosigue esta obra en los planos mental, astral y físico por mejorar los
materiales con que permanente o temporalmente se han de relacionar las monadas
bajo cuya influencia prosigue sin cesar la evolución de los átomos.
Los
permanentes evolucionan con mayor rapidez gracias a su continuidad de conexión
con la mónada, mientras los demás átomos evolucionan a favor de su reiterada
asociación temporal con los permanentes.
Durante
la primera ronda de la cadena terrestre, la vida de la mónada, fluyente por la
Tríada espiritual, vivifica el primer juego de espirillas de los átomos del
plano físico, utilizado por el aliento de vida o prana, cuya corriente afecta
la parte densa del cuerpo físico.
Análogamente,
en la segunda ronda se pone en actividad el segundo juego de espirillas por
donde Huyen las corrientes pránicas relacionadas con el doble etéreo. Durante
estas dos rondas no se advierte en las formas sensación alguna de placer o
dolor.
Durante
la tercera ronda se vivifica el tercer juego de espirillas y entonces aparece
la sensibilidad, porque por estas espirillas Huye la energía cárnica para
afectar el cuerpo físico y ponerlo en directa comunicación con el astral.
Durante
la cuarta ronda queda vivificado el cuarto juego de espirillas por donde fluye
el prana-kama-manásico y las
capacita para servir a la formación de un cerebro que ha de funcionar como
órgano del pensamiento.
Cuando
alguien transciende el estado normal y asume la anormal evolución humana,
consistente en disponerse a entrar en el sendero que se abre más allá de la
normal, se le ofrece entonces una tarea de suma dificultad con referencia a sus
átomos permanentes, pues ha de vivificar más juegos de espirillas de los
necesarios para la humanidad de su época.
Cuatro
juegos tiene a su servicio el hombre de la cuarta ronda, y el que a ella se
adelanta empieza a vivificar el quinto, de modo que pueda manifestarlo mientras
actúa todavía en un cuerpo de cuarta ronda. A esto aludían los primitivos
libros teosóficos al decir que en nuestra actual humanidad aparecían hombres de
la quinta y de la sexta rondas.
Los
así designados han desenvuelto el quinto y sexto juego de espirillas en sus
permanentes átomos, obteniendo con ello un mejor instrumento para el uso de su
mayormente acrecentada conciencia. Este progreso se logra mediante ciertas
prácticas yóguicas que requieren exquisita precaución a fin de no lesionar el
cerebro por cuyo instrumento se lleva a cabo la obra, pues entonces se
interrumpiría todo progreso durante la actual
encarnación. »
OBSERVACIONES
Aquí les transcribí
solamente el capítulo cuatro que es donde más Annie Besant explicó acerca de
los átomos permanentes, pero en todo su libro ella los menciona continuamente. Desafortunadamente
todo esto que ella enseña es falso porque en realidad los átomos permanentes no
existen debido a las razones que detallo en el capítulo anterior a este.