LISTA DE CAPÍTULOS

ASPECTOS ESOTÉRICOS DE LA MIRADA EXPLICADOS POR EL CORONEL OLCOTT


(En su libro "Las Viejas Hojas de un Diario III" el coronel Olcott dio las siguientes aclaraciones sobre los efectos que se pueden ocasionar a través de la mirada.)



El efecto nocivo que puede producir una mirada malintencionada

Todo lector inteligente constataré la asociación que existe entre la proyección energética que un humano puede hacer de su pensamiento concentrado, con algunos fenómenos populares conocidos como: "la mirada que mata" o "el mal de ojo", maldición congénita de ciertas personas, entre otras el difunto Papa Pío IX.

Las personas ignorantes tachan esto de loca superstición, pero hay que confesar que no existe ninguna creencia popular mejor apoyada que ésta por la evidencia. Y es una creencia que no está limitada a una nación o comarca, sino que se extiende por el mundo entero y se halla en todas las historias.

La mirada de un ojo humano puede curar o matar, según el impulso mental de quien la dirige, con tal que la persona mirada sea sensible a sus vibraciones.

Si se descubre la tónica de un vaso o de un globo de vidrio, se le puede romper en mil trozos tocando esa nota con un violín con la intensidad requerida, y en cambio, otra nota no producirá efecto.

También el hombre, el más delicado de los organismos, tiene su tónica, que conocida e influenciada por una corriente de pensamiento, puede destruir su equilibrio, conmover tal vez su naturaleza moral, y hasta quitarle la vida.

Esto se halla ampliamente probado por la historia universal de la magia y de la hechicería.

Es una antigua verdad del hecho de que la corriente de odio de un mago negro, si es lanzada contra una persona pura y santa, no puede perjudicarla, sino que se vuelve a quien la envió y llega en ocasiones hasta aniquilarlo.

Ninguna mujer fue jamás seducida, así como ningún hombre fue impulsado a un crimen, sin que existiese en su sistema moral alguna mala tendencia que la influencia de su ambiente haya podido hacer vibrar.

Horacio lo dijo: "Sé este muro de bronce; no tener culpa en la conciencia, no palidecer por ninguna culpa". Y la experiencia de la humanidad nos enseña que ese rechazo del mal, esa ausencia de convicción de pecado, forma a nuestro alrededor como un muro de bronce.





La mirada hipnótica

La clarividencia del señor Ewen nos permite comprender el procedimiento de ese antiguo misterio, y aclara también el poder de hipnotizar a los animales y a las personas.

Algunos sabios han negado que las serpientes puedan hipnotizar a los pájaros, y sin embargo, ahí está la clave de tal hechizo.

En otro tiempo teníamos en Adyar un gato amarillo al que he visto sentarse bajo las ramas de un gran árbol mirando a una ardilla. La ardilla se agitaba, gritaba, y por fin se dejó caer delante del gato, el cual lo recogió tranquilamente y se lo llevó a sus pequeñuelos.

Se lee en "Isis Develada" (vol. 1, pág. 380 de la edición inglesa) la historia de Jacobo Palissier, un campesino del Var “que ganaba su vida matando los pájaros sólo con el poder de su voluntad”.

Esto ha sido contado por un sabio, el doctor d’Alger, quien le vio en su trabajo, y declara que aquel hombre fijaba sencillamente su mirada sobre un gorrión, un pardillo, un pinzón o una alondra, haciéndole caer paralizado al suelo, y pudiendo hacer con el pájaro enseguida lo que desease.

Si se lo pedían, se contentaba con aturdir a sus víctimas y les devolvía la libertad, pero también podía matarlas del todo antes de tocadas.

La señora Blavatsky dice que esa corriente destructora es un 'lanzamiento del fluido astral’ y previene sobre el peligro del cultivo y abuso de un poder que permite cometer una muerte a distancia sin ser sorprendido y sin dejar marcas sobre la víctima.

En tal caso ella dice: “la investigación de la policía no llegará a otra conclusión diferente de muerte repentina, aparentemente causada por una enfermedad cardiaca, o un ataque, o cualquier otra causa natural, pero esa no es la causa real en el fondo”.

Se dice que el gran magnetizador Ragazzoni produjo una parálisis instantánea a una joven con la que estaba experimentando y que tenía los ojos vendados; y lo logró por medio de su voluntad inexpresada por medio de la voz, en cierta ocasión en que algunos observadores científicos que se hallaban presentes, le pidieron que diese esa prueba de su poder.





Protecciones populares en la India

Los hechos que hasta aquí he citado, se relacionan especialmente con el efecto de una corriente de pensamiento que choca con objetos presentes a la vista.

Muchos otros se me presentan para sostener mi argumento, pero no citaré más que dos.

1) En la India, cuando un agricultor tiene una hermosa cosecha de arroz o de otro grano susceptible de provocar la envidia o avidez de un transeúnte, planta un palo largo en medio de su campo y sujeta en él una cazuela de barro boca abajo (ghurT’a) en la cual pintó antes con cal una figura grotesca, para atraer el mal de ojo antes de que pueda perjudicar a la cosecha, porque es la primera ojeada la que hace daño.

2) También en la India, la madre de un hermoso niño le unta la cara con carbón o barro para poner su tierna vida al abrigo de la envidiosa mirada de una mujer estéril.

Esa flecha de odio o de envidia, una vez lanzada, no puede ser rápidamente seguida de una segunda, y de ahí esas invenciones para apartada de su objeto.





Percibido clarividentemente

Que ahora el lector consulte el número de la revista "Lucifer" de septiembre de 1886, y que lea el notable artículo de la señora Besant respecto a las formas pensadas.

Verá cómo sus observaciones y las de otros estudiantes aventajados apoyan las descripciones del señor Ewen, hechas doce años antes, y también las enseñanzas del folklore sobre el mal de ojo y las curaciones por sólo la mirada que han sido observadas.

Describe, según su visión personal, las erupciones luminosas y coloreadas que acompañan a un pensamiento de carácter general, y también la llama aguda, como la hoja de un dardo, lanzada por un pensamiento hostil.

Las ilustraciones en colores, que acompañan al texto, nos hacen muy claras las leyes de la evolución del pensamiento.

La figura 4 presenta un relámpago en zig–zag de color rojo sombrío saliendo de una nube de tempestad mental, como la descarga eléctrica que viene a herir una encina durante una tormenta. Es el pensamiento violento y brutal de un hombre que acaba de golpear a una mujer en un suburbio de Londres.

La forma-pensamiento de la figura 5 es la de un asesino y se asemeja exactamente a una hoja de puñal. Así debía ser aquel puñal fantasma que Macbeth culpable veía, pero no podía tocar: pensamiento acerado, cruel, asesino.





Corolario

Los idiomas están llenos de expresiones que indican que aquellos que los formaron tenían un sentido instintivo si no clarividente de su exactitud.

Por ejemplo, se dice: “una mirada aguda, que traspasa”, representando la forma–pensamiento dirigida sobre alguien; un “alma límpida”; “una inteligencia oscurecida”; la corriente confesión de los homicidas: “vi todo rojo”, etc., viene igualmente a corroborar aquellas observaciones de nuestros clarividentes.

La misma ley rige a los pensamientos afectuosos, altruistas, que tratan de ayudar y no de dañar, que desearían hacer bien y no mal. No hay océano lo suficientemente ancho, ni continente lo bastante amplio para impedir a un buen pensamiento de esa clase que corra a su destino.

Los antiguos Shastras enseñan que dichos pensamientos franquean hasta el abismo que separa la vida de la muerte, y sigue en pos de su objetivo hasta más allá del sepulcro.

La moral que hay que sacar de esas observaciones, y que no es menos fuerte por ser tan evidente, es que en nuestro poder está el hacer bien o mal a los otros hombres por medio de los pensamientos afilados que salen de nuestra mente.

Pero son tantos los oradores y escritores, que han explicado esto, tanto en nuestro movimiento como en los siglos precedentes, que no necesito extenderme más sobre el tema; era conveniente, a pesar de eso, hablar algo del asunto para afinarlo en todos aquellos que ponen sus miradas en los progresos espirituales y en el adelanto de la raza.


(Capítulo 11)







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