LISTA DE CAPÍTULOS

EXPERIMENTOS DE HIPNOTISMO EN DONDE PARTICIPÓ EL CORONEL OLCOTT


(En su libro "Las Hojas de un Viejo Diario III", el coronel Henry Olcott relató varios experimentos de hipnotismo en donde él participó.)



EXPERIMENTOS EFECTUADOS POR EL SR. GUIDI

En Niza en 1884 fui con la señora Hammerlé a oír una conferencia acompañada de experimentos del profesor Guidi, un especialista italiano.

Habría que preguntar a los que no creen en la transmisión del pensamiento, cómo explicarían uno de dichos experimentos en el que yo tomé parte.

El conferenciante tenía dos mujeres como ayudantes, de las cuales una tocaba el piano y la otra le servía de sujeto. Nos hizo observar el efecto de la música sobre la segunda, después de haber demostrado su insensibilidad con pellizcas, sacudidas y ruidos fuertes, le ordenó que oyese la música y ella comenzó a responder con sus movimientos físicos a todos los cambios de carácter de la música, expresando con gestos dramáticos los sentimientos que le inspiraba.

El orgullo, la cólera, la alegría, el afecto, el desdén, la desconfianza y el terror, se pintaban en aquella mujer en catalepsia, cual si hubiese sido un instrumento de música vibrando bajo los dedos de la pianista.

El señor Guidi nos dijo entonces que si alguien deseaba comprobar por sí mismo la susceptibilidad del sujeto para recibir las sugestiones mentales, él accedería. En seguida me levanté y me ofrecí para el experimento.

El conferenciante se me acercó y me dijo que yo debía concentrar mi pensamiento en el preciso momento en que deseara fijar al sujeto en la posición en que se hallase, y cuando estuvo seguro de que le había comprendido bien, me tomó la mano reteniéndola un momento y después se alejó.

Hizo tocar de nuevo el piano y el sujeto hipnotizado reanudó sus poses plásticas. Yo la miraba bien, y después, apoyando la barba en mi bastón, y bajando los párpados en forma de poder ver a través de las pestañas sin que la mirada pudiese darle idea de mi intención, elegí un momento en que con una expresión de lo sublime, se encontraba tan inclinada para atrás, que parecía próxima a caer, sosteniéndose tan sólo por los músculos de las piernas. Era una actitud tan difícil, que una persona en su estado natural no hubiera podido conservarla un minuto.

Sin hacer el menos gesto ni dar la menor señal, le ordené mentalmente que se quedara rígida. Ella obedeció instantáneamente; apenas tuve el tiempo para formular mi pensamiento interior, cuando ella ya lo había percibido y ejecutado. Con la cabeza hacia atrás, el torso doblado sobre las caderas en ángulo oblicuo, los brazos en el aire completamente estirados, las rodillas dobladas hacia adelante, parecía dura como una estatua de bronce.

Este experimento me pareció muy instructivo, tanto más cuanto que sólo bastó al magnetizador una simple presión de mano para ponerme en relación psíquica con el sujeto, sin que ni ella ni yo hubiéramos pronunciado una sola palabra.

(Capítulo II-7)






EXPERIMENTOS EFECTUADOS POR EL PROF. CHARCOT

EHice relación con el ilustre profesor Charcot en el hospicio de la Salpetriere, el 7 de junio de 1884. Uno de sus antiguos alumnos, el doctor Combret, M. S. T., me llevó, y el profesor me mostró amablemente diversos experimentos de hipnotismo.

Todo eso es ahora tan conocido que no necesito extenderme sobre cosas que vi hace catorce años. La mayor parte de mis lectores debe saber que existen dos escuelas antagonistas de hipnotismo: la de Charcot en la Salpetriere, y la de Nancy fundada por el doctor Liébaut y su aventajado discípulo, el doctor Bernheim.

Desde hace largo tiempo, han existido los dos partidos que representan ambas escuelas, sobre todo entre los alienistas.

El partido de Charcot atribuye a causas fisiológicas todas las anomalías mentales y los demás fenómenos de los sujetos hipnotizados.

La escuela de Nancy en cambio ve en ellos causas psicológicas, es decir mentales.

Mis lectores podrán hallar esos asuntos ampliamente tratados en los antiguos números del 'Theosophist', así como el relato de mis experimentos en la Salpetriere y en el hospital civil de Nancy en 1891.

El interés de las observaciones de 1884, fue que me permitieron juzgar por primera vez de visu la medida en que esta ciencia del hipnotismo llamada nueva, coincidía con la ciencia secular del magnetismo, que yo estudiaba desde cuarenta años antes.

El doctor Charcot provocaba en sus enfermos tres estados de hipnosis de los que reclama el honor de haberlos clasificado: primero, la catalepsia; segundo, la letárgia; tercero, el sonambulismo.

En el primero, la posición de los miembros del sujeto puede ser fácilmente modificada por el operador y conservada sin resistencia durante algún tiempo.

En el segundo, el sujeto está inconsciente, y si se le levanta un miembro y se le suelta, éste cae por sí mismo, los ojos están cerrados, y los músculos excitables en grado anormal.

En el tercero, los ojos están cerrados del todo o a medias, los músculos pueden contraerse hasta la rigidez, estimulando con suavidad la piel que los recubre, y se puede producir por sugestión muchos otros fenómenos.

La escuela de Nancy admite todos esos fenómenos, pero los atribuye únicamente a la influencia de la sugestión sobre la mente del sujeto, sugestión que no necesita ser verbal, sino que puede ser impuesta par un gesto silencioso del hipnotizador, por movimientos voluntarios o involuntarios de su cuerpo y hasta por la expresión de su rostro.

Nadie puede, sin haber estudiado profundamente el asunto, hacerse una idea de las terribles posibilidades de la sugestión hipnótica. No hay límite para ese imperio ejercido por un espíritu sobre otro.


Charcot produjo ante mí la parálisis artificial de un miembro en el sujeto, aplicándole un fuerte imán; yo puedo hacer otro tanto sin imán, hasta sin tocar al paciente con la mano, por simple sugestión.

Charcot hizo pasar la parálisis de un brazo al otro en la misma forma, o sea por medio del imán; yo puedo hacerlo sin imán, como la escuela de Nancy y como todo magnetizador experimentado.

Entonces, ¿por qué habríamos de creer que se trata de un efecto fisiológico, puesto que la causa que lo provoca es mental y exterior al sistema físico del sujeto?

(Capítulo III-11)






EXPERIMENTOS EFECTUADOS POR EL SR. MOODY

Tuve la suerte de asistir en Birmania en 1885 a cierto número de experimentos magnéticos instructivos, hechos con sujetos indos por un aficionado llamado Moody. 

Tomé notas de una serie de ensayos que él hizo a petición mía sobre el problema de la transmisión del pensamiento.

1. Un pañuelo de bolsillo sirvió para el primer experimento. El operador puso al sujeto en estado de sugestión y se colocó delante de él con el pañuelo blanco en la mano.

Primeramente el sujeto reconoció la naturaleza y color normal del pañuelo, y después le vio sucesivamente, y sin hablarle, rojo, azul, verde, amarillo, violeta, negro, pardo, y de cualquier color que yo decía en voz baja al oído del operador.

La sensación coloreada cambiaba instantáneamente en cuanto el magnetizador se representaba mentalmente el color designado por mí.

2. Igualmente ensayamos esa transmisión de gusto y de tacto entre el magnetizador y el sujeto, haciendo los experimentos habituales: el operador, vuelto de espaldas, probaba sucesivamente azúcar, quinina, jengibre, sal, vinagre, etc., o bien se le pinchaba o se le pellizcaba, y en seguida cada sensación física era reproducida en el sujeto.


Mi conclusión es que este campo de las investigaciones magnéticas hace nacer las más serias reflexiones en un espíritu serio; hay algo que asusta al pensar que dos seres humanos pueden llegar a semejante identificación física y mental.

En realidad, tales experimentos son una llave que abre la puerta a numerosos misterios.

(Capítulo III-15)






EXPERIMENTOS EFECTUADOS POR EL SR. DUNCAN

En Birmania cené en casa del señor Duncan donde asistimos y tomamos parte en unos experimentos de magnetismo muy instructivos. Recuerdo uno que se asemeja a los relatos de "Magia Develada", la obra clásica del Barón Du Potet.

En medio del salón se hallaba una gran mesa redonda y todo el mundo estaba sentado alrededor de la habitación, contra las paredes.

El sujeto era un criado indo quien estaba en otro cuarto; entonces le propuse al señor Duncan que trazase una línea imaginaria en el suelo con un dedo entre la mesa y la pared, y quisiese que el sujeto no pudiese atravesarla.

Las personas presentes eligieron el sitio donde habría de trazarse la línea, y el señor Duncan aproximando los dedos a la alfombra, pero sin tocarla, quiso que el sujeto fuese detenido por aquella barrera invisible.

Entonces se trajo al sujeto y al entrar se le dijo que diera dos vueltas en torno a la mesa, y que después que lo hiciera se le diría lo que tenía que hacer.

Él comenzó a dar la vuelta sin dificultad, hasta que llegando al sitio encantado, se detuvo en seco, trató de dar un paso más, pero no lo consiguió; retrocedió y dijo que no podía seguir.

-        “¿Por qué?, le preguntaron.

-       “¿Pero no ve esa línea de fuego? ¿Cómo podría pasar?”, respondió.

Le dije que allí no había nada y que ensayase otra vez, pero de nuevo fue inútil, el sujeto no pudo avanzar hasta que el señor Duncan, que todo ese tiempo había permanecido en silencio, hizo con la mano un gesto de dispersión y dijo:
 
-        “Está bien.”

Entonces Tommy terminó la vuelta alrededor de la mesa. Me dijo que había visto como una pequeña pared de llamas de unas seis pulgadas de altura.



Como tenía un día disponible antes de partir a la India, aproveché una visita que el señor Duncan vino a hacernos en nuestra casa, para efectuar nuevos y mejores experimentos con su criado Tommy.

El muchacho estaba sentado con la espalda contra la pared, junto a una gran puerta –ventana que daba a una galería soleada. Su magnetizador, señor Duncan, se colocó frente a él, teniendo en la mano un pañuelo blanco.

Yo me situé en la galería, fuera de la vista de Tommy, con un muestrario de papeles de colores vivos, como el que usan los encuadernadores y otros oficios.

El señor Duncan le preguntó a Tommy:
 
     -    “¿Qué es esto?"

     -    "Un pañuelo." respondió.

      -    "¿De qué color?"

      -    "Blanco.”

Entonces yo mostraba a Duncan un papel rojo, por ejemplo, y él mostrando al muchacho el mismo pañuelo, repetía:

     -    “¿De qué color?"

     -    "Rojo”, respondió el sujeto.

De esta suerte, fui mostrando los colores al magnetizador, quien mentalmente los transportaba al pañuelo, y eran percibidos por el muchacho hipnotizado.

Me parece que esta es una buena prueba de la posibilidad de transmisión del pensamiento, tan bonita como la mejor que se conozca.

(Capítulo III-15)






EXPERIMENTOS EFECTUADOS POR EL SR. ROBERT

Durante mi permanencia en París en el mes de octubre de 1884, habíamos asistido el señor Rudolf Gebhard y yo, a unos experimentos del señor Robert, el conocido masajista magnetizador, con uno de sus sujetos clarividentes.

Entre otras cosas, éste nos dijo que nos veía en un barco de vapor en un mar lejano; un hombre se caía al mar, el buque se detenía, arriaban un bote y el barco describía círculos.

Esto nos pareció extraño, porque no recordábamos que ningún buque, especialmente ningún vapor, describiese círculos para recoger a las personas que se cayeran al agua.

Sin embargo anoté el hecho en aquel momento, y me acordé de él cuando el 14 de marzo de 1885, atravesando el golfo de Bengala hacia la india, un indígena, pasajero de cubierta, se cayó al mar y el barco "Himalaya" describió un círculo para salvarle.

Por lo tanto, el futuro acontecimiento del mes de marzo, había proyectado su sombra astral sobre el cerebro del clarividente, cinco meses antes de tener lugar.

Por carta comuniqué el incidente al señor Robert cuando se produjo, y él puede confirmar mi relato a los que tuviesen la curiosidad de querer ver mi carta.

(Capítulo III-15)












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