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LAS EXPERIENCIAS QUE TUVO RAMIRO CON NUEVA ACRÓPOLIS

 

 
 
Ramiro Pinto fue un antiguo miembro de Nueva Acrópolis y él relató lo siguiente al periodista Pepe Rodríguez:
 
 
« Yo entré a los 18 años en ese grupo, asistí a una conferencia y quedé cautivado por el orador.
 
Me identifiqué con sus ideales para transformar la sociedad (quizá porque siempre prefieres una creencia ajena que una propia) todo eso me hizo interesarme en Nueva Acrópolis.
 
Ellos te muestran a un grupo de gente unida, yo con mis problemas, no dudé en convencerme psicológicamente con tal de poder estar con ellos. Mi instructora, Yolanda Calvo, en los cursillos personales le daba heroísmo y emocionalidad a mi vida, y eso te va enganchando poco a poco.
 
En las conferencias acabas convencido y cediendo a razonamientos que carecen de lógica pero que los admites porque quieres pertenecer a ellos. Y lo más graves es que siempre te preguntas si será verdad, pero jamás si será mentira porque siempre vas espoleado ya que te pican en el amor propio.
 
-        “Esto no es para débiles”, te repiten constantemente.
 
Cuando pasé mi primer curso como probacionista, me dijeron que si quería tener acceso a los grandes misterios tenía que ir a clase con chaqueta y corbata.
 
Luego, cuando no hay neófitos, ya te empiezan a hacer saludar con el brazo en alto –como el saludo nazi– y te cuentan que eso es una tradición de los celtas y de los romanos, y que esotéricamente la mano derecha transmite una energía que junto a la del que responde al saludo, forma una cúpula que nos protege y comunica.
 
(Nota de Cid: a mí me suena que esa explicación “esotérica” la inventaron los líderes de Nueva Acrópolis para que los miembros no se incomoden al hacer el saludo nazi.)
 
Eso me lo explicaron en una reunión privada Yolanda Calvo y otro líder que parecía un charlatán y que no paraba de hablar hasta que le decías “si” a lo que él quería inculcarte.
 
 
Para rebajar la cuota que pagaba, y porque es obligatorio, empecé a trabajar “voluntariamente” en el servicio de limpieza.
 
(Nota: el artículo ocho del reglamento para los miembros impone como deber el participar en el ‘trabajo formativo’ por un mínimo de 12 horas mensuales, y añade: “el trabajo formativo podrá ser sustituido en todo o en parte con un plus de cuota extra de manera proporcional. Cada hora de trabajo no realizada incrementará la cuota en un 8%.”)
 
Allí tenía que obedecer y aguantar todos los sermones escritos por Jorge Ángel Livraga (quien es el fundador de Nueva Acrópolis) y limpiar la Escuela de Nueva Acrópolis; pero limpiarla minuciosamente ya que nos decían que si quedaba un poco de suciedad en un rincón, entonces se criarían elementales y fuerzas astrales negativas.
 
(Nota de Cid: esto es una mentira que los líderes de Nueva Acrópolis inventaron para hacer trabajar más arduamente a sus seguidores, porque en realidad las fuerzas astrales negativas se generan por las bajas vibraciones que emitimos, no porque un lugar esté físicamente sucio. Y los elementales fueron creados por la jerarquía divina ya que ellos son los reinos sutiles de la naturaleza.)
 
Para incorporarse a las Fuerzas Vivas (que es el grupo más comprometido) se tiene que mandar una carta firmada en la que indicas que voluntariamente tienes el deseo y quieres pertenecer a ellas, y que quieres ser probado para ver si vales.
 
La prueba me la hizo el doctor Antonio Alzina quien en ese entonces era el jefe de Inteligencia de Nueva Acrópolis, y empecé a realizar los cursillos adecuados.
 
Primero estuve en el cuerpo de seguridad cuyo lema es “saber orar, saber morir”. En los actos internos íbamos uniformados y teníamos muy presente la frase de que “solo quien se arrodilla ante Dios puede ir levantado entre los hombres”, aunque en la realidad teníamos que arrodillarnos frecuentemente ante el estandarte, ante Livraga y ante Delia quien en ese entonces era la Comando Central de España y la Comando Continental de Europa.
 
Tanto al salir a pegar carteles, como al instalar mesas para vender libros y folletos por la calle, teníamos que ir por parejas, y uno al menos debía ir armado con algún método de defensa contundente.
 
Muchos miembros del cuerpo de seguridad tienen nunchakus (arma usada en las artes marciales) y al pasar los cursillos de caballería nos daban una espada de hierro para “defender el ideal”.
 
No me sentí a gusto en el cuerpo de seguridad, por lo que opté por pedir mi traslado a las brigadas de trabajo, pero en ellas lo pasé peor ya que era obligatorio ir a trabajar a la reconstrucción del castillo de Santiuste que estaba en ruinas.
 
Nos decían que teníamos el honor de poder hacer esa labor y el honor de pagar nuestra estancia allí, y por supuesto el de trabajar como esclavos excavando en el suelo y acarreando pedruscos. Y mientras nos deslomábamos al sol, cantábamos himnos acropolitanos, canciones de la Legión y otros temas por el estilo.
 
 
 
Para “controlar el astral”, Antonio Romero nos hacía formar en línea a toda la brigada y pasaba dándonos un bofetón a cada uno del grupo. Nosotros debíamos permanecer impasibles, y cuando él pasaba en sentido inverso le abofeteábamos también.
 
Siempre al inicio y al final de cualquier actividad se ponía y se besaba el estandarte, y se le saludaba hincando la rodilla izquierda en el suelo y bajando la cabeza y levantando el brazo con la mano extendida.
 
Ellos te hacen sentir como si fueras una célula de un organismo que está dedicado a la escuela acropolitana.
 
En las brigadas de trabajo no se podía contradecir al superior porque te decían que “una mano no pregunta sino que actúa y hace lo que el cerebro le ordena”. Y así lo hice hasta que un día comencé a cuestionarme por qué la mayoría debíamos siempre ser el pie o la mano mientras que ellos siempre eran el cerebro.
 
(Respuesta de Cid: porque de esa manera los dirigentes de Nueva Acrópolis se aprovechan de sus súbditos.)
 
Y por este motivo me largué de Nueva Acrópolis porque estaba harto de ser un manojo con músculos al servicio de unos intereses muy poco espirituales. »
(Revista Garbo, c.1985)
 
 
 
 
 
 
AMENAZAS DE MUERTE
 
El periodista Pepe Rodríguez comentó que él encontró a otros cinco antiguos miembros de Nueva Acrópolis que le contaron historias parecidas, pero que ninguno de ellos quiso dar su nombre debido a que las amenazas de muerte hacia ellos eran constantes, y Ramiro fue el único que aunque también fue amenazado, se atrevió a mencionar públicamente su testimonio.
 
En su artículo de arriba Pepe escribió:
 
« Hemos conseguido el testimonio directo de seis ex-miembros de Nueva Acrópolis, aunque sólo uno de ellos se atreve a dar su nombre ya que las amenazas de muerte son constantes.
. . .
Lo que sigue es un testimonio de Ramiro Pinto, uno de los seis ex-miembros de Nueva Acrópolis que ha aportado datos para la realización de este reportaje, y el único que aunque habiendo sido amenazado, se atreve a firmar públicamente su testimonio. »
 
 
 
Y en otro artículo que Pepe escribió para la revista Tiempo, el periodista añadió:
 
« El día 5 de marzo de 1985, Ramiro Pinto –un antiguo miembro de la secta Nueva Acrópolis– había sido invitado a dar una charla sobre su experiencia en el Instituto Superior de Filosofía de Valladolid (en el marco de un ciclo patrocinado por la Delegación Municipal de la Juventud y también por la Fundación Friederich Ebert).
 
Pero Ramiro no pudo presentarse porque estaba en paradero desconocido. Once días antes había participado en un debate, junto a otros ex-miembros de diversas sectas, emitido por televisión.
 
La reacción de Nueva Acrópolis no se hizo esperar: uno de los líderes de la secta advirtió a su padre del malestar que las palabras de Ramiro habían causado y le comentó que en un grupo siempre hay gente incontrolada que no sabe lo que puede llegar a hacer.
 
La amenaza velada no podía estar más clara, pero la policía se limitó a aconsejarle a Ramiro que desapareciera por unos días. »
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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