Blavatsky
vivía en la India, en la sede central de la Sociedad Teosófica ubicada en
Adyar, pero a inicios de 1885 ella pasó por una enorme crisis al haber sido
atacada por sus antiguos empleados domésticos a los que ella había salvado de
la indigencia (los Coulomb), pero quienes en agradecimiento se habían asociado
con los misioneros para calumniarla publicando un documento donde la acusaban
de ser una embustera.
Esto
afecto gravemente la salud de Blavatsky quien se puso muy gravemente enferma, y
el coronel Olcott y el comité de Adyar aprovecharon para exiliarla a Europa en
abril de 1884, pensando que si la alejaban de la India el asunto se calmaría.
Esa
deslealtad le afectó todavía más a Blavatsky, y ella se fue vivir a una pequeña
casa en Wurzburgo en Alemania para enfocarse en escribir su obra magna La Doctrina Secreta.
Pero
lo que ella no se esperaba es que los ataques no habían terminado y ahora iba a
ser el turno del señor Richard Hodgson, quien había sido enviado a la India
durante esa crisis por la Sociedad para las Investigaciones Psíquicas de
Londres (la SPR) para que investigara ese asunto.
Y
el señor Hogson a su regreso elaboró un informe lleno de falsedades donde
aseguraba que Blavatsky era un fraude, y la SPR publicó ese informe en
diciembre de 1884.
Y
a continuación les voy a poner cómo Blavatsky reaccionó hacia ese informe:
Testimonio
de la condesa Watchmeister
La
condesa Constance Watchmeister en ese momento cuidaba a Blavatsky, y ella contó
en su libro “Reminiscencias” cómo Blavatsky
reaccionó cuando se enteró de ese documento:
« La vida
tranquila y de estudio que he tratado de describir continuó por algún tiempo y
el trabajo progresó sin interrupción en la elaboración de La Doctrina Secreta hasta una mañana en que un rayo descendió sobre
nosotras.
H.P.B.
recibió por correo, temprano y sin una sola palabra de advertencia, una copia
del bien conocido Reporte de la Sociedad para la Investigación Psíquica de
Londres.
Fue
un cruel golpe y se presentó en forma por completo inesperada. Nunca olvidaré
el día, ni la mirada de desconcertada y petrificante desesperación que Madame
Blavatsky dejó caer sobre mí, cuando entré en su sala y la encontré con el documento
abierto en sus manos.
-
"Esto”, ella exclamó, “es el Karma de la
Sociedad Teosófica y cae sobre mí. Soy la víctima propiciatoria. Se me hace
cargar con todos los pecados de la Sociedad Teosófica y ahora se me apoda la
gran impostora de la era, y además una espía rusa
¿Después de esto quién
me escuchará o leerá La Doctrina Secreta?
¿Cómo puedo proseguir
con el trabajo del Maestro?
¡Oh malditos
fenómenos que sólo produje para satisfacer a amigos íntimos y para instruir a
aquellos que me rodeaban! ¡Qué terrible Karma para sobrellevar!
¿Cómo podré vivir
pasando por este Karma?
¡Y si yo muero la
labor del Maestro quedará perdida y la Sociedad Teosófica se arruinará!"
Al
principio y en la intensidad de su pasión, ella no quería escuchar ninguna
razón, sino que se volvió contra mí, diciendo:
-
"¿Por qué no se marcha? ¿Por qué no me
deja? Usted es una Condesa, usted no
puede quedarse aquí con una mujer desprestigiada a la que se exhibe ante el desprecio
de todo el mundo, con la que será mostrada con el dedo en todas partes como una
embaucadora e impostora. Váyase antes de que sea contaminada por mi vergüenza."
Pero
yo le respondí, a la vez que mis ojos se posaban en los suyos con serena mirada:
-
"H.P.B. usted sabe que el Maestro vive y
que Él es su Maestro y que la Sociedad Teosófica fue fundada por Él. ¿Cómo
puede entonces perecer?
Y desde que yo
conozco esto tan bien como usted, desde que para mí ahora la verdad ha sido
mostrada sin ninguna posibilidad de duda ¿cómo puede suponer, ni siquiera por
un solo momento, que yo podría abandonarla a usted y a la Causa que las dos nos
hemos comprometido a servir?
Aun en el caso de que
cada uno de los miembros de la Sociedad Teosófica demostrara ser un traidor a
esta Causa, usted y yo permaneceríamos y esperaríamos y trabajaríamos hasta que
volvieran tiempos mejores.”
Luego
comenzaron a llegar cartas que no contenían más que recriminación y agravio,
renuncia de miembros, y apatía y temor de parte de aquellos que permanecieron.
Fue
un tiempo de prueba, la existencia misma de la Sociedad Teosófica parecía
amenazada y H.P.B. se sentía como si todo estuviera desmoronándose a sus pies.
Su
naturaleza en extremo sensitiva fue demasiado profundamente herida, su indignación
y resentimiento, ante tan inmerecida calumnia, fueron excesivamente excitados
como para escuchar, en los primeros momentos, consejos sobre paciencia y
moderación.
Nada
le parecía aceptable y quería partir para Londres de inmediato y aniquilar a sus
detractores en las llamas de su justa indignación. Finalmente conseguí apaciguarla,
pero sólo por un tiempo.
Cada
correo que llegaba acrecentaba su enojo y desesperación, y durante mucho tiempo
no pudo hacerse ningún trabajo útil.
Al
final ella reconoció que no habría esperanza o remedio alguno en el empleo de
procedimientos legales ni en este país ni en la India.
Eso
está probado en el pasaje de la protesta que dirigió el señor Sinnett al Reporte
de la Sociedad para la Investigación Psíquica titulado “Fenómenos del Mundo Oculto”,
pasaje que redactó H.P.B. y que a continuación cito:
"El señor
Hodgson sabe, y el Comité de la SPR sin duda comparte su conocimiento de que
por mi parte ellos están a salvo de acciones por difamación debido a que no
tengo dinero para proceder con esos costosos trámites (por haber dado siempre
todo lo que he poseído a la causa que sirvo).
Además que mi
reivindicación involucraría el examen de misterios psíquicos que no pueden ser
tratados de manera adecuada en un tribunal, y también porque hay ciertas preguntas
a las que me he comprometido solemnemente no contestar nunca, y una
investigación legal de tales calumnias actualizaría esas preguntas, a la vez
que mi silencio y negativa a contestarlas sería tergiversada como rebeldía hacia
el tribunal.
Estas circunstancias
explican el vergonzoso ataque que ha sido lanzado contra una casi indefensa
mujer y la inacción a la que estoy tan cruelmente condenada frente a todo
ello."
Puedo
también citar, para complementar mi propia narración de esos penosos eventos,
las impresiones del señor Sinnett consignadas en su obra Incidentes en la Vida de Madame Blavatsky:
"Durante quince
días las tumultuosas emociones de Madame Blavatsky hicieron imposible todo
progreso en su trabajo. Su temperamento volcánico la convierte ante momentos de
emergencia en la peor exponente de su propio caso, sea éste el que fuere.
Casi ninguna de las
cartas, memorándums y protestas en las cuales ella gastó sus energías durante
esa miserable quincena, fueron presentadas de manera que hubiera ayudado a un
público frío y poco benévolo, a comprender la verdad de las cosas, y no vale la
pena repetirlas aquí.
La induje a suavizar
el tono de su protesta, en una forma presentable para insertar en un folleto
que publiqué a finales de enero; y en cuanto al resto, muy pocos, a no ser sus
más íntimos amigos, apreciarían correctamente su fuego y furia.
Su lenguaje cuando
ella se encontraba bajo el dominio de una explosión de excitación, induciría a
un desconocido a suponer que ella estaba sedienta de venganza, fuera de sí por
la pasión, pronta para exigir salvaje venganza de sus enemigos si tuviera poder
para ello.
Son solamente
aquellos que la conocen íntimamente (alrededor de una media docena de sus más cercanos
amigos) quienes saben que a pesar de toda esa efervescencia de sentimientos, si
sus enemigos fueran realmente puestos ante ella, su rabia contra ellos se
disiparía como una rota burbuja de jabón."
Para
concluir este episodio se me permitirá citar una carta mía, enviada al señor
Sinnett en aquel tiempo, y publicada en su libro Incidentes en la Vida de Madame Blavatsky, y en la prensa
americana, carta en la cual hacía un sumario de algunas impresiones mías
durante mi estada en Wurzburg. Omitiré el primer párrafo que se relaciona con lo
que ya he descrito:
“…Habiéndome enterado
de los absurdos rumores que circulan contra Blavatsky en los cuales se la ha
acusado de decepcionar, de practicar fraude, e incluso magia negra, yo estaba
prevenida y fui hacia ella en un sereno y tranquilo estado mental, determinada
a no aceptar nada de carácter oculto que de ella viniera, sin obtener
suficientes pruebas; y a mantener mis ojos abiertos y a ser justa y sincera en
mis conclusiones.
El sentido común no
me permitía creer en su culpabilidad sin encontrar primero pruebas de ello,
pero si esa prueba hubiera sido suministrada, mi sentido del honor me hubiera
hecho imposible permanecer en una Sociedad cuya fundadora cometiera embaucamiento
y fraude; y por lo tanto mi propósito mental era el de investigar y me sentía
ansiosa de encontrar la verdad.
He vivido ya unos
cuantos meses con Madame Blavatsky, he compartido su dormitorio y he estado con
ella de mañana, de tarde y de noche. He tenido acceso a todos sus cajones y
gavetas, he leído las cartas que recibió y las que ella escribió.
Y ahora de manera patente
y honesta declaro que me avergüenzo por haber alguna vez sospechado de ella,
pues la creo ser una mujer honesta y veraz, fiel hasta la muerte a sus Maestros
y a la causa por la cual ha sacrificado su posición, fortuna y salud.
No hay la menor duda
para mí que ella hizo esos sacrificios, pues he palpado las pruebas de los
mismos, siendo algunas de esas pruebas documentos cuya autenticidad está fuera
de toda posible sospecha.
Desde un punto de
vista mundano, Madame Blavatsky es una mujer desdichada, calumniada, puesta en
duda y maltratada por muchos; pero observando desde un punto de vista más
elevado, ella posee cualidades extraordinarias y ninguna acumulación de
vilipendio puede privarla de los privilegios que ella disfruta y que consisten
en un conocimiento de muchas cosas que sólo unos pocos mortales conocen y en un
trato personal con ciertos Adeptos orientales.
Debido al vasto
conocimiento que ella posee y que se extiende profundamente dentro de la parte
invisible de la naturaleza, no podemos menos de lamentar mucho que todas sus
perturbaciones y tribulaciones le impidan dar al mundo una gran cantidad de
información que ella estaría bien dispuesta a impartir si sólo se le permitiera
trabajar en paz y sin insensatas distracciones.
Aun el gran trabajo
al cual ella está ahora entregada, su obra La
Doctrina Secreta ha sido en gran parte impedida por todas las
persecuciones, cartas ofensivas y otras mezquinas molestias a las que la han
sometido este invierno, pues debe recordarse que H.P.B. no es todavía un Adepto
completo ni ella lo pretende ser, y que por lo tanto a pesar de todo su gran
conocimiento, ella es tan dolorosamente susceptible al insulto y a la sospecha
como lo pudiera ser cualquiera dama de su condición, refinamiento y posición.
La Doctrina Secreta será, no hay duda, un
grandioso e importante trabajo. He tenido el privilegio de observar su
progreso, de leer los manuscritos y de presenciar la manera oculta por la cual
ella obtenía sus informaciones.
Últimamente, y entre
personas que se llaman a sí mismas "teósofos", he escuchado
expresiones que me sorprenden y apenan. Tales personas han dicho que si se
probara que los Mahatmas no existen, a ello no les importaría; que a pesar de
todo la Teosofía es una verdad, y otras cosas más por el estilo.
Esas y similares
declaraciones han estado circulando en Alemania, Inglaterra y América, pero
según mi manera de comprender, tales declaraciones son muy erróneas, pues en
primer lugar si no existieran los Mahatmas o Adeptos, es decir personas que han
progresado tanto en la escala de la evolución humana hasta serles posible unir
su personalidad con el sexto principio del universo (el Cristo universal),
entonces las enseñanzas éticas que han sido denominadas "Teosofía"
serían falsas porque existiría una laguna en la escala de progresión, que sería
más difícil de explicar que el "eslabón perdido" de Darwin.
Además si tales
personas se refieren meramente a aquellos Adeptos de quienes se dice que han
tomado parte activa en la fundación de la Sociedad Teosófica, ellas parecen
olvidar que sin esos Adeptos no hubiéramos tenido nunca esa organización, ni se
hubiera escrito Isis Develada, Buddhismo Esotérico, Luz en el Sendero, The Theosophist y otras valiosas publicaciones teosóficas
Y si en el futuro nos
rehusáramos a beneficiarnos con la influencia de los Mahatmas y nos libráramos
por entero a nuestros propios recursos pronto nos perderíamos en un laberinto
de especulaciones metafísicas.
Debe dejarse a la
ciencia y a la filosofía especulativa que se confinen a teorías y a la
obtención de las informaciones tal como están contenidas en libros: la Teosofía
va más lejos y adquiere el conocimiento por la percepción directa íntima.
El estudio de la
Teosofía significa, por lo tanto el desarrollo práctico, y para obtener ese
desarrollo es necesario un guía que conozca lo que enseña y que debe haber
alcanzado, él mismo, ese estado por el proceso de regeneración espiritual.
Después de todo lo
que ha sido dicho, en los relatos del señor Sinnett, referente a los fenómenos ocultos
que tuvieron lugar en la presencia de Madame Blavatsky, y como tales fenómenos
han sido parte integrante de toda su vida, estos ocurriendo en momentos en que
ella era consciente o inconsciente de ellos.
Sólo me queda agregar
que durante mi estada con Madame Blavatsky yo he sido frecuentemente testigo de
tales genuinos fenómenos. Pero aquí, como en cualquiera otra fase de la vida,
lo principal es aprender a distinguir propiamente y a estimar todo en su
verdadero valor.
Suya, sinceramente
Constance Wachtmeister,
M. S. T."
»
Testimonio
de la hermana de Blavatsky
Posteriormente
la hermana de Blavatsky, la señora Vera Petrovna Zhelikhovsky, publicó una carta
que Blavatsky le envió desde Wurzburgo en donde ella habla sobre este asunto, y
en donde se percibe a Blavatsky más calmada y más reflexiva:
»
«
Entiendo que la Sociedad Psíquica de Londres haya preferido elegir hacerme
pasar por un charlatana, pues de ninguna manera ellos quieren tener discordias
con la ciencia ortodoxa de Europa, y por consiguiente les sería imposible
reconocer que los fenómenos ocultos, no son siempre simples trucos, sino que también
pueden ser el resultado de fuerzas todavía desconocidas para los señores
eruditos.
Y
prefirieron evitar declarar eso porque inmediatamente hubieran tenido a toda la
camarilla de expertos en ciencia y teología contra ellos.
Ciertamente
un mejor plan para ellos fue pisotearnos a nosotros, los teósofos, que no le
tememos a nadie, ni siquiera a las autoridades académicas, y que tenemos el
valor de afirmar nuestras convicciones.
Así
pues, antes que excitar las iras de los pastores de todos los corderos del
Panurgo de Europa.
¿No
es preferible disculpar a mis discípulos (pues hay entre ellos muchos a quienes
hay que cuidar) y condolerse con ellos de que son mis pobres víctimas
engañadas, y ponerme a mí en el banquillo del arrepentimiento, acusándome de
fraude, de espionaje, de robo y de cuanta acusación sea posible inventarme?
¡Ah!
reconozco mi destino habitual:
¡De tener la mala reputación, sin el provecho!
(Un esbozo biográfico)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario