LISTA DE CAPÍTULOS

LA ASISTENCIA A LOS MORIBUNDOS EN EL TÍBET SEGÚN LOBSANG RAMPA

 
 
Lobsang Rampa en su libro “El Tercer Ojo” comentó lo siguiente sobre la ayuda espiritual que en el Tíbet se les brinda a las personas que están falleciendo:
 
« En Tíbet asistimos a los moribundos antes de que mueran. El adicto no tiene necesidad de tal asistencia, pero el hombre y la mujer comunes o el trappa [monje tibetano médico] si necesitan que los guíen en todo el camino. Y puede resultar interesante describir lo que ocurre:
 
Un día el Honorable Maestro de los Muertos me mandó llamar.
 
-        “Ha llegado el momento de que estudies los métodos prácticos de liberar el alma, Lobsang. Hoy tú me acompañarás”, dijo el Maestro.
 
Recorrimos largos pasillos, bajamos escalones resbalosos, y llegamos a las habitaciones de los trappas.
 
Allí, en una "sala de hospital", un monje anciano se acercaba a ese camino que todos tenemos que recorrer, él había sufrido un ataque y estaba muy débil, perdía fuerzas y los colores áuricos eran cada vez más débiles. A toda costa había que mantenerlo consciente hasta que no hubiera más vida para conservar ese estado.
 
El lama que estaba conmigo tomó las manos del monje anciano, las estrechó suavemente y le dijo:
 
-        “Te aproximas al momento de dejar en libertad las tareas de la carne. Escucha mis palabras para que puedas elegir el sendero más fácil. Tus pies se enfrían. Tu vida se acerca al borde, cada vez más cerca del escape final. Sosiega tu mente, no hay nada que temer. La vida se aleja de tus piernas y tu vista se debilita cada vez más. Sube el frío, en la estela de la vida que se va. Sosiega tu mente pues no hay nada que temer en el escape de la vida a la Realidad Más Grande. Las sombras de la noche eterna se deslizan sobre tu vista, y la respiración te raspa la garganta. Se acerca el momento de la liberación de tu espíritu para gozar de los placeres del Otro Mundo. Sosiégate anciano. Se acerca el momento de tu liberación.”
 
Mientras el lama hablaba, el lama también frotaba suavemente al moribundo desde la vértebra cervical hasta lo alto de la cabeza, de un modo que se ha comprobado, libera al espíritu sin dolor.
 
Todo el tiempo el lama le hablaba al moribundo de los obstáculos del camino y cómo evitarlos. Se le describió exactamente la ruta que delinearon aquellos monjes telepáticos ya muertos, y que seguían hablando por telepatía desde el otro mundo.
 
El lama continuó diciéndole al monje anciano:
 
-        “Ya no ves, Anciano, y te falla la respiración. Tu cuerpo se enfría, y nuestros oídos ya no captan los sonidos de tu vida. Sosiégate en paz pues la muerte se cierne sobre ti. Sigue la ruta que te decimos, y tuyas serán la alegría y la paz.”
 
El lama siguió frotándole el cuello mientras disminuía cada vez más el aura del monje anciano, hasta que finalmente desapareció. Entonces el lama emitió un súbito ruido explosivo, de acuerdo con un antiquísimo ritual, para liberar completamente al espíritu debatiente.
 
Sobre el cuerpo se juntó la fuerza vital formando una masa semejante a una nube que se retorcía y se mecía como confundida, después formó un duplicado del cuerpo al cual todavía estaba unida por la cuerda de plata.
 
Gradualmente se fue adelgazando la cuerda, y como el niño nace cuando se corta el cordón umbilical, y así nació el anciano a la vida siguiente. La cuerda se adelgazó, se convirtió en un manojito y se partió. Lentamente, como una nube que vaga a la deriva en el cielo, o el humo de incienso en un templo, la forma se alejó.
 
El lama siguió dando instrucciones por telepatía al alma del monje anciano para guiar al espíritu en la primera etapa de su viaje.
 
-        “Estás muerto. Aquí ya no hay nada para ti. Se han cortado las ataduras de la carne. Estás en el Bardo. Sigue tu camino y nosotros seguiremos el nuestro. Sigue la ruta indicada. Abandona este Mundo de Ilusión y entra en la Realidad Más Grande. Estás muerto. Sigue camino adelante.”
 
Subieron las espirales de incienso, calmando el aire inquieto con sus pacíficas vibraciones. A la distancia los tambores repicaban suavemente. Desde algún punto en el techo del lamasterio, una trompeta grave envió su mensaje al campo»
(Capítulo 16)
 
 
 
 
 
 
OBSERVACIONES
 
He investigado y no he encontrado que en el Tíbet se asista a los moribundos cuando están muriendo, sino que la asistencia comienza después que la persona fallece, pero no hablándole al recién fallecido sino recitando oraciones y mantrams.
 
Y los maestros transhimaláyicos explicaron que al momento de morir la inmensa mayoría de los humanos caen en un profundo sueño, por lo que no tiene sentido que el lama le siguiera dando instrucciones al moribundo, puesto que este ya se encontraría inconsciente.
 
Y si hubiera lamas telepáticos ya se sabría.
 
 
Además Lobsang Rampa está cometiendo un error porque los budistas consideran que las regiones sutiles que hay después de la muerte siguen siendo una ilusión como lo es el mundo físico, y es solo cuando accedes al Nirvana que entras en la Realidad Más Grande.
 
Por lo tanto es falso cuando Lobsang Rampa dice que al morir la persona entra en la Realidad Más Grande.
 
 
 
 
 
CONCLUSIÓN
 
Por todo esto que les acabo de decir considero que este relato es otra mentira que inventó este escritor para cautivar a sus lectores.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario