LISTA DE CAPÍTULOS

¿CONVIENE ESTUDIAR LAS ENSEÑANZAS DEL MAESTRO SERAPIS?

 
 
 
Depende.
 
 
Sus cartas
 
El Maestro Serapis es el jefe de la sección de la Hermandad de los Maestros de Sabiduría a la que pertenecen Kuthumi, Morya, Djwal Khul e Hilarión, y por consiguiente Serapis está muy ocupado, y es por eso que casi no tuvimos información sobre él cuando los maestros transhimaláyicos se manifestaron un poco a finales del siglo XIX.
 
Sin embargo a pesar de eso, Serapis escribió algunas cartas y la gran mayoría de ellas se recopilaron en los libros Las Cartas de los Maestros de Sabiduría, y esas cartas vale la pena estudiarlas.
 
 
 
 
 
Pero posteriormente todos aquellos que han pretendido transmitir la enseñanza del Maestro Serapis han resultado ser unos embusteros.
 
 
 
 
 
Los canalizadores
 
Los principales han sido los canalizadores quienes en su inmensa mayoría son unos embaucadores que han estado pretendiendo comunicarse telepáticamente con Serapis y transmitir sus mensajes, pero que en realidad esos mensajes han sido elaborados por esas personas y simplemente ellas le atribuyen su autoría a Serapis para tratar de darles más prestigio.
 
 
 
 
 
 
CONCLUSIÓN
 
Cada vez que escuchen que alguien afirma transmitir las enseñanzas del Maestro Serapis sean muy desconfiados porque es casi seguro que ese individuo es un charlatán.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

LOS MAESTROS PUEDEN MATERIALIZAR OBJETOS QUE HAN SIDO DESTRUIDOS

 
 
 
En los testimonios históricos ha aparecido en varias ocasiones que los maestros transhimaláyicos tienen la capacidad de reconstruir de manera paranormal objetos que han sido destruidos, e incluso los pueden dejar como si fueran nuevos, y a continuación les pongo varios ejemplos de ello.
 
 
 
BANDEJA DE PORCELANA
 
En enero de 1883, se construyó en Adyar un cuarto anexo a la recamara de Blavatsky al que se le denominó el “Cuarto Oculto”, y un armario de madera al que se le llamó el “Relicario” fue suspendido del techo de ese cuarto.
 
Al interior del armario fueron colocados los retratos de los maestros Kuthumi y Morya y también algunos objetos que Blavatsky había preparado magnéticamente para que sirvieran de conexión con los maestros, y de esa manera se facilitaba teletransportar las cartas que los maestros estuvieron intercambiando con los miembros de la Sociedad Teosófica durante ese periodo.
 
Pues bien, en agosto de 1883 el General de División Henry Rhodes Morgan fue a visitar el Relicario, y posteriormente él escribió un artículo que se publicó en la revista The Theosophist donde narró lo que le sucedió a él y a la señora Coulomb durante esa visita:
 
 
« En el pasado mes de agosto de 1883, teniendo la posibilidad de ir a Madrás en ausencia del coronel Olcott y la Sra. Blavatsky, visité el Centro de Operaciones de la Sociedad Teosófica para ver la maravillosa pintura del Maestro Kuthumi que se conserva allí dentro del Relicario.
 
La señora Coulomb avanzó rápidamente para abrir la doble puerta del armario suspendido del techo, jalándola precipitadamente. Y al hacerlo no observó que una bandeja china de porcelana se encontraba al borde del relicario apoyada en contra de una de las puertas, por lo que al moverla se desplomó, haciéndose añicos al caer contra el duro piso.
 
Mientras que la señora Coulomb retorcía sus manos y se lamentaba por este desafortunado incidente de un valioso artículo de la Sra. Blavatsky, y mientras que el señor Alexis Coulomb estaba de rodillas recogiendo los trozos, hice la observación de que sería necesario obtener algún cemento de porcelana, y tratar de restaurar los fragmentos.
 
Así que el señor Coulomb fue despachado a obtenerlo. Las piezas rotas se juntaron cuidadosamente y se colocaron en un trozo de tela que fue amarrado y colocado dentro del relicario, cerrando con llave las puertas.
 
 
Cuando apenas habían pasado cinco minutos; abrimos las puertas, encontramos una pequeña nota en el entrepaño del relicario, que al leerla decía:
 
“A la reducida audiencia presente. La señora Coulomb tiene la oportunidad de asegurarse que el diablo no es ni tan negro, ni tan malo como generalmente se le representa; el daño ha sido fácilmente reparado.”
 
¡Y al desenvolver el paño de tela, descubrimos que la bandeja de porcelana estaba completa y en perfecto estado; sin que pudiéramos encontrar ni un rastro de rotura en ella!
 
La señora Coulomb cree que las muchas cosas de naturaleza maravillosa que ocurren en el Cuartel General se deben a “obra del diablo” y de ahí la observación juguetona del Maestro quien con sus poderes reparó bandeja de porcelana. »
(The Theosophist, v5, suplemento, diciembre de 1883, p.31)
 
 
 
 
 
 
 
CARTA DESTRUIDA
 
El maestro Kuthumi mencionó que en una ocasión el se distrajo y una cabra aprovechó para mordisquear una carta que el periodista Alfred Sinnett le había enviado, y entonces Kuthumi se encontró en una situación muy embarazosa porque los maestros transhimaláyicos tienen prohibido utilizar sus poderes si no es para algo realmente importante, y reparar una carta no es algo importante.
 
Pero entonces su Chohan [su jefe] se le apareció y para no infligir esa regla el propio Serapis rematerializó esa carta en su estado original, e incluso la dejó como nueva.
 
Y posteriormente Kuthumi le relató este evento a Sinnett escribiéndole lo siguiente:
 
 
« No puedo terminar esta carta sin hablarte de un incidente que, si bien es cómico, ha conducido a algo esperanzador, por lo que le agradezco a mis estrellas y pienso que a ti también te agradará.

Recibí tu carta en la que habías adjuntado la de C.C. Massey, cuando me encontraba en el monasterio de un amigo, cerca de la ciudad tibetana de Phari-Dzong, y estaba muy ocupado en ese momento atendiendo asuntos importantes, por lo que no disponía de tiempo para leer el contenido.

Así que después de abrir mecánicamente el abultado paquete, meramente le di un vistazo y lo puse (según yo pensé) en el morral de viaje que llevo atravesado sobre el hombro. Pero en realidad el paquete había caído al suelo, y puesto que había abierto el sobre y lo había vaciado de su contenido, este se dispersó al caer.

No había nadie cerca de mí en ese momento y mi atención estaba completamente absorta en la conversación, cuando oí la voz de un joven monje gritando desde una ventana y reprendiendo a alguien a la distancia.

Cuando voltee mi cabeza, de inmediato comprendí la situación, pues vi a una vieja cabra convertir las cartas en su comida matutina. La criatura ya había devorado parte de la carta de C.C. Massey, y estaba preparándose para dar otro mordiscón a la tuya, más suave y más fácil de masticar con sus viejos dientes.

Solo me tomó un instante para salvar lo que quedaba de ellas, no obstante el disgusto y oposición del animal.

¡Pero ya quedaba muy poco!

El sobre con tu membrete casi había desaparecido y el contenido de las cartas había quedado ilegible. En pocas palabras, me encontraba perplejo al ver el desastre. Y tú sabes por qué me sentía en un aprieto, debido a que yo no tengo derecho a utilizar mis poderes para restaurar las cartas provenientes de ustedes.

¿Qué podía entonces hacer yo para restaurar las partes perdidas?

Ya había resuelto pedir humildemente permiso al Chohan para que se me concediera un privilegio especial en esta deplorable ocasión, cuando su santa faz se apareció frente a mí, con sus ojos destellando de una manera no habitual, y oí su voz decirme:

-        ¿Para qué quebrantar la regla?  Lo haré yo mismo.”

Y él mismo restauró las partes perdidas y lo ha hecho tan diestramente que incluso transformó un sobre arrugado, roto y muy estropeado, en uno nuevo, con membretes y todo.

¡Y vaya si yo sé qué gran poder hubo que ser utilizado para efectuar tal restauración!

Esas simples palabras: Kam mi ts’har (“Yo lo haré”) contienen todo un mundo de expectativa para mí, porque me lleva a tener la esperanza de que uno de estos días se mitigue la severidad. Por lo tanto, para agradecer a la cabra, le consolidé lo que le quedaba de dientes en su boca, asentando con firmeza los dilapidados restos de sus alvéolos, de forma que pudiera masticar alimentos más duros que esas cartas inglesas por muchos años más. »
(CM 54, p.320-321)



Si no quieren que me coma las cartas de los Maestros, pues beeee, entonces deeenmeee de comer algo más sabroooso.


   
 
 
 
 
 
UNA TAZA Y SU PLATILLO
 
Incluso los maestros pueden construir de manera paranormal objetos que no existen, y tal fue el caso de una taza y su platillo que Blavatsky materializó seguramente con la ayuda de los maestros.
 
 
Testimonio del Coronel Olcott
 
« Ahora les voy a relatar el incidente muy discutido de la materialización de una taza y su platillo hallados durante un picnic, y daré la narración exactamente como la encuentro en la entrada de mi Diario del 3 de octubre de 1880.

Pues bien, una partida de seis personas, tres damas y tres caballeros, salimos de la casa del señor Sinnett hacia un valle que se encontraba a cierta distancia de la ciudad, con el propósito de encontrar un lugar adecuado para efectuar un picnic.

El mayordomo de los Sinnett había empacado las canastas y había puesto media docena de tazas y platillos de un patrón particular, uno para cada uno de nosotros. Pero justo cuando estábamos por partir, otro caballero llegó y fue invitado a unirse a nuestra caminata.

Los sirvientes siguieron adelante con el equipaje y el alimento, y nosotros seguimos tranquilamente en una sola fila por el sendero sinuoso y rocoso que conducía hacia el valle.

Después de una excursión algo larga llegamos a un espacio plano en el peine de una cresta cubierta de césped verde y eclipsado por grandes árboles. Y habiendo decidido acampar allí, desmontamos y nos arrojamos sobre la hierba, mientras que los sirvientes pusieron el mantel en el suelo y arreglaron las provisiones.

Ellos encendieron un fuego para hervir la tetera para el té, y luego el mayordomo se acercó con una cara angustiada hacia la señora Sinnett, diciéndole que no había taza ni plato para el señor que se había unido a nosotros en el último momento.

La escuché respondiéndole en un tono molesto:

-      "Fue muy estúpido de su parte no poner otra taza y platillo cuando sabía que el otro caballero tendría que tomar el té."


Y dirigiéndose hacia nosotros, ella dijo riendo:

-      "Parece que dos de ustedes, buenas personas, tendrán que beber de la misma taza."

Yo remarqué humorísticamente que en una ocasión ante un dilema similar, resolvimos el asunto dándole la taza a una persona y el platillo a la otra.

Entonces una de las personas presentes le dijo en broma a Madame Blavatsky:

-      "Ahora, estimada señora, aquí hay una oportunidad para que haga un poco de magia útil."

Y todos nos reímos de lo absurdo que era esa idea, pero cuando Blavatsky se mostró dispuesta a aceptar la sugerencia con seriedad, hubo un grito de asombro y se le pidió que hiciera el fenómeno de inmediato.


Los que yacían sobre la hierba se levantaron y se reunieron cerca de ella, y Blavatsky dijo que si realmente iba a hacer esa materialización, ella iba a necesitar la ayuda del amigo Mayor, quien estuvo muy dispuesto a colaborar con ella.

Entonces ella le pidió que tomara algo para cavar, y el señor agarró un cuchillo de mesa y la siguió. Ella miró atentamente sobre el suelo y finalmente dijo:

-      "Por favor, cave aquí."

El caballero dobló vigorosamente la punta del cuchillo y descubrió que debajo de la hierba, el suelo estaba lleno de una red de finas raíces creadas por los árboles adyacentes. Las cortó y las retiró, y luego quitó la tierra hasta que descubrió un objeto blanco que resultó ser una taza de té que se encontraba incrustada en la tierra. Y al ser sacada, se descubrió que tenía el mismo patrón que las otras seis tazas.

¡Imaginen las exclamaciones de sorpresa y emoción de nuestro pequeño grupo!


Madame Blavatsky le dijo al caballero que continuara cavando en el mismo lugar, y después de seguir cavando y después de cortar una raíz tan gruesa como mi dedo meñique, el caballero encontró un platillo del mismo patrón deseado.

Esto culminó el clímax de nuestra emoción, y el caballero que había afilado el cuchillo fue el más ruidoso en sus expresiones de asombro y de satisfacción.

Y para completar esta parte de mi narración, declararé que la Sra. Sinnett y yo al regreso de nuestra caminata, fuimos los primeros que entramos en su casa, y fuimos directamente a la despensa del mayordomo y encontramos ahí las otras tres tazas de las nueve que quedaban de la docena original, las cuales estaban guardadas en un estante superior con las asas rotas y también en otros aspectos ya se encontraban deterioradas.

Por lo tanto, la séptima taza producida en el picnic no había formado parte de su conjunto. »
(Las Hojas de un Viejo Diario II, p.232-236)

 
 
 
 
Testimonio de Alfred Sinnett
 
« Organizamos una nueva gira para el día siguiente y a la hora fijada estábamos todos listos, pero en el último momento una nueva persona se había añadido al grupo, haciendo que en vez de seis personas (como originalmente se había planeado) ahora fuéramos siete.

Aún así emprendimos la caminata, pero esta vez por un sendero distinto de aquel por el que nos habíamos extraviado la vez anterior.

Reunidos todos, empezamos a bajar la montaña, cuyo descenso duró algunas horas y llegamos al sitio que nos pareció adecuado en el bosque para tomar ahí el desayuno ya que se encontraba muy hermoso y cerca de una cascada.

Entonces las cestas se abrieron y según la costumbre en los almuerzos indios, los criados prendieron un fuego a pocos metros para hacer el café y el té.


No tardaron en salir a relucir bromas a propósito de la taza y el plato que iban a faltar por haberse aumentado la caravana con otra persona más, y no faltó quien entre bromas y risas le pidiese a Madame Blavatsky que creara otra taza con su plato correspondiente, para que todos tuvieran la suya.

La proposición no tenía nada de serio, pero nuestra atención se agudizó al oír a la señora Blavatsky decirnos que a pesar de la dificultad, ella iba a tratar de realizar lo que le habíamos solicitado.

Y siguiendo a su costumbre, ella conversó primero mentalmente con alguno de los Hermanos, y después se alejó un poco, paseándose por algunos momentos en un radio que no rebasaría una docena de yardas del lugar donde estábamos.

Yo la seguí de cerca, esperando algún acontecimiento, y de repente ella indicó un lugar en el suelo y solicitó que se escarbase ahí con un cuchillo. El sitio elegido era el borde de un pequeño talud cubierto de hierba, césped y diversos grupos de arbustos.

El Sr. X (llamémosle así, pues tendré que hablar de él) comenzó por arrancar las plantas, no sin dificultad, pues las raíces estaban duras y entrelazadas; y luego cavó el suelo con su cuchillo de monte, y al retirar la tierra, removida con las manos, él tocó una cosa blanca que presentaba un reborde. Y una vez que se extrajo resultó ser la taza solicitada, y el platillo se encontró después, al escavar más profundamente en el hoyo.

Los dos objetos salieron rodeados de raíces comprimidas y tierra, como si hubieran estado allí, desde hacía mucho tiempo. Y la taza y el plato eran del mismo modelo que las que llevábamos en nuestra cesta; y sumadas todas, formaban siete tazas iguales con sus pequeños platillos respectivos.


Y he de hacer aquí la observación de que al regresar a nuestra casa, mi esposa preguntó al kidmedgar (empleado doméstico) encargado de la vajilla en el comedor, cuántas eran las tazas y platillos de aquel modelo que poseíamos.

Era una colección antigua y algunas piezas se habían roto con el tiempo; pero no obstante el encargado respondió sin vacilar que quedaban nueve tazas en total, y después de que las contamos, en efecto en total eran nueve, más con la que habíamos desenterrado, ahora eran diez.

Esa colección de porcelana la habíamos comprado en Londres hacía bastante tiempo atrás y eran de un modelo algo especial, por lo que seguramente no se encontrarían otra así en Simla»
(El Mundo Oculto, p.66-77)
 
 
 
El coronel Olcott les pidió a los Sinnett si le podían regalar esa taza y su platillo para tener la prueba de esa materialización; ellos aceptaron y desde entonces esos objetos se encuentran guardados en el "gabinete conmemorativo de HPB" en Adyar.
 


 
 
 
 
 
 
 
OBSERVACIÓN
 
No sé cómo lo hacen los maestros pero por lo que mencionó Kuthumi se requiere de mucha energía para lograrlo.