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LAS MOMIAS CUBIERTAS DE ORO MENCIONADAS POR LOBSANG RAMPA


 
Lobsang Rampa afirmó que en el Tíbet a los lamas muy superiores (a los que Lobsang Rampa denomina Encarnaciones Previas) cuando mueren, sus cadáveres son petrificados y cubiertos de oro. Y luego son llevados a un recinto oculto conocido como “El Salón de las Encarnaciones”.
 
En su libro “El Tercer Ojo” Lobsang Rampa escribió lo siguiente:
 
« Todos los que mueren en el Tíbet son "enterrados" siendo devorados por los buitres, excepto los lamas más altos que son Encarnaciones Previas. A éstos se los embalsama y se los coloca en una caja con frente de vidrio donde puedan ser vistos en un templo, o se los embalsama y se los cubre de oro.
 
Este último proceso es interesantísimo. Muchas veces tomé parte en esos preparativos. Ciertos americanos que han leído mis notas sobre el tema no pueden creer que realmente usábamos oro; ¡dicen que eso sería superior "hasta a la habilidad americana"!
 
Pero debo precisar que no llevábamos a cabo esto en masa, sino que lo hacíamos con un solo Lama a la vez. En Tíbet no seríamos capaces de construir un reloj que se pudiera vender a un dólar, pero podemos cubrir un cuerpo de oro.
 
Por ejemplo una tarde me llamaron a presencia del Abad quien me dijo:
 
-        “Una Encarnación Previa abandonará pronto el cuerpo. Ahora está en la Cerca de la Rosa. Quiero que vayas para que observes la Preservación del Sagrado.”
. . .
El cadáver una vez petrificado se aplicó otra vez laca al cuerpo desnudo, y los orfebres tomaron la tarea. Eran hombres de una habilidad incomparable. Verdaderos artífices. Hombres que podían cubrir de oro la carne muerta.
 
Trabajaban lentamente colocando capa sobre capa del oro más delgado, más suave. Oro que fuera de Tíbet costaba una fortuna, pero que para nosotros no tenía más valor que como metal sagrado... un metal que era incorruptible, y por lo tanto simbólico del estado espiritual final del Hombre.
 
Los sacerdotes orfebres trabajaron con exquisito cuidado, atentos al menor detalle, y cuando su trabajo quedó terminado dejaron como testimonio de su enorme habilidad una figura de oro, exactamente igual que en vida, en la que estaba reproducida cada línea y cada arruga.
 
Entonces se llevó al cuerpo, pesado con su oro, hasta el Salón de las Encarnaciones, y como a las demás figuras, se la colocó en un trono de oro.
 
Allí en el Salón había figuras que habían vivido en los primeros siglos; ellas estaban sentadas en hilera, como jueces solemnes que observan con ojos entrecerrados las flaquezas y los errores de la generación presente.
 
Allí hablábamos en susurros y caminábamos con todo cuidado, como si no quisiéramos molestar a los muertos vivientes.
 
Me sentí atraído por un cuerpo en particular. Algún poder extraño me mantenía fascinado frente a él. Parecía observarme con una sonrisa que todo lo sabe.
 
En ese momento alguien me tocó suavemente el brazo, y casi caí de miedo.
 
-        “Ese fuiste tú, Lobsang, en tu última encarnación. ¡Creíamos que lo reconocerías!”
 
Mi Guía me llevó hasta la próxima figura de oro y dijo:
 
-        “Y ése era yo.”
 
Silenciosamente los dos muy emocionados, salimos del Salón y la puerta fue sellada tras de nosotros.
 
 
Muchas veces me permitieron entrar en el Salón a estudiar las figuras vestidas de oro. A veces iba solo y me sentaba a meditar frente a ellas. Cada una tenía su historia escrita, que yo estudiaba con el mayor interés.
 
Allí estaba la historia de mi Guía actual, el lama Mingyar Dondup, la historia de lo que había hecho en el pasado, un resumen de su carácter y habilidades. Las dignidades y honores que se le confirieron. El modo como murió. Etc.
 
Y allí también estaba mi historia pasada, que estudié con la mayor atención.
 
En el Salón había noventa y ocho figuras sentadas, en el recinto oculto cavado en la roca, y con la puerta bien disimulada. La historia de Tíbet estaba frente a mí, o así creía pues la historia más antigua me sería mostrada más tarde. »
(Capítulos 16 y 17)
 
 
 
 
 
 
OBSERVACIONES
 
Investigando no he encontrado que a los lamas más superiores del Tíbet se acostumbre petrificarlos y cubrirlos de oro.
 
Buscando en internet solo he encontrado dos casos en donde las momias de dos lamas han sido cubiertas de oro, pero esos casos fueron recientes en este siglo, no en el siglo pasado que es cuando Lobsang Rampa vivió.
 
Y si realmente hubiera existido “El Salón de las Encarnaciones Previas con sus noventa y ocho momias”, después de tantos años que China ha estado ocupando el Tíbet ya se sabría de la existencia de ese recinto.
 
Además me parece muy pretencioso por parte de Lobsang Rampa afirmar que uno de esos lamas muy superiores fue él en su reencarnación anterior, lo cual esotéricamente suena falso porque si ese fuera el caso, entonces Lobsang Rampa ya habría alcanzado el desarrollo suficiente para recordar sus vidas pasadas, pero en su relato él se muestra muy ignorante de su reencarnación anterior.
 
Mi conclusión es que esta historia fue otra mentira inventada por ese escritor para simplemente impresionar a sus lectores.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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