Contacto con entidades superiores vs
contacto con entidades inferiores
Un principio vital común impregna todas las cosas, y esto
es controlable por la voluntad humana perfeccionada. La trinidad de la naturaleza es la cerradura de la magia, y la trinidad
del hombre es la llave que la encaja.
Para comprender los principios de la ley natural
involucrados, el lector debe tener en cuenta las proposiciones fundamentales de
la filosofía oriental.
1) No hay milagro. Todo lo que sucede es el resultado de
la ley eterna, inmutable y siempre activa. El milagro aparente no es más que la
operación de fuerzas antagónicas a lo que el Dr. WB Carpenter, FRS, un hombre
de gran erudición pero poco conocimiento, llama "las leyes bien
comprobadas de la naturaleza". Pero como muchos de su clase, el Dr.
Carpenter ignora el hecho de que puede haber leyes que alguna vez fueron conocidas
por los sabios antiguos, pero que ahora se encuentran desconocidas por la
ciencia.
2) La naturaleza es trina: hay una naturaleza que es visible,
objetiva; pero también hay otra naturaleza que es invisible, inmanente (y que
es el modelo exacto de la otra y su principio vital); y por encima de estas dos
está el espíritu, fuente de todas las fuerzas, único eterno e
indestructible. Las dos inferiores cambian constantemente; el tercero superior
no.
3) El hombre también es trino: tiene su cuerpo físico
objetivo; su cuerpo (o alma) astral vitalizante; y estos dos están elaborados e
iluminados por el tercero: el soberano, el espíritu inmortal. Y es por eso que cuando
el hombre real logra fusionarse con este último, se convierte en una entidad
inmortal.
4) La magia, como ciencia, es el conocimiento de estos
principios, y de la forma en que el individuo puede adquirir la omnisciencia y
omnipotencia del espíritu y su control sobre las fuerzas de la naturaleza
mientras aún está en el cuerpo. La magia, como arte, es la aplicación de este
conocimiento en la práctica.
5) El conocimiento arcano mal aplicado es hechicería;
usado benéficamente es verdadera magia o SABIDURÍA.
6) La mediumnidad es lo opuesto al adepto; el médium es
el instrumento pasivo de las influencias extranjeras; en cambio el adepto se
controla activamente a sí mismo y a todas las potencias inferiores.
7) Todas las cosas que alguna vez fueron, que son, o que
serán, teniendo su registro en la luz astral, o tablilla del universo
invisible, el adepto iniciado usando la visión de su propio espíritu puede
saber todo lo que ha sido conocido o se puede saber
8) Las razas de hombres difieren en dones espirituales
como en color, estatura o cualquier otra cualidad externa; entre algunos
pueblos prevalece naturalmente la videncia, entre otros la mediumnidad. Algunos
son adictos a la hechicería y transmiten sus reglas secretas de práctica de
generación en generación, dando como resultado una gama de fenómenos psíquicos
más o menos amplia.
9) Una fase de la habilidad mágica es la retirada
voluntaria y consciente del hombre interior (forma astral) del hombre exterior
(cuerpo físico). En los casos de algunos médiums se produce la retirada pero es
inconsciente e involuntaria. Con este último el cuerpo está más o menos
cataléptico en tales momentos; pero en cambio con el adepto no se notaría la
ausencia de la forma astral, porque los sentidos físicos están alerta, y el
individuo aparece sólo como en un estado de abstracción.
Diversos poderes
A los movimientos de la forma astral errante ni el tiempo
ni el espacio ofrecen obstáculos. El taumaturgo, completamente diestro en la
ciencia oculta, puede hacer que él mismo (es decir, su cuerpo físico) parezca desaparecer
o aparentemente tomar cualquier forma que elija. Puede hacer visible su forma
astral, o puede darle apariencias proteicas.
En ambos casos estos resultados se lograrán por una alucinación
hipnótica de los sentidos de todos los testigos, provocada simultáneamente.
Esta alucinación es tan perfecta que el sujeto hipnotizado arriesgaría su vida
porque cree que vio una realidad, cuando no es más que una imagen en su propia
mente, impresa en su conciencia por la voluntad irresistible del hipnotizador.
Pero mientras que la forma astral puede ir a cualquier
parte, atravesar cualquier obstáculo y ser vista a cualquier distancia del
cuerpo físico, este último depende de los medios ordinarios de transporte.
Puede levitar bajo condiciones magnéticas particulares, pero no pasar de un
lugar a otro. Por lo tanto desacreditamos todas las historias que se cuentan de
vuelos aéreos que hicieron los médiums con su cuerpo. La materia inerte puede,
en ciertos casos y bajo ciertas condiciones, desintegrarse, atravesar paredes y
recombinarse, pero los organismos animales vivos no pueden.
El adepto puede estimular los movimientos de las fuerzas
naturales en plantas y animales en un grado sobrenatural. Tales experimentos no
son obstrucciones de la naturaleza, sino aceleraciones; se dan las condiciones
de una acción vital más intensa.
El adepto puede controlar las sensaciones y alterar las
condiciones de los cuerpos físico y astral de otras personas que no sean no
adeptos; y también puede gobernar y emplear a su elección los espíritus de los
elementos. Pero no puede controlar el espíritu inmortal de ningún ser humano,
vivo o muerto, porque todos esos espíritus son chispas de la Esencia Divina y
no están sujetos a ninguna dominación ajena.
Un ejemplo familiar de una fase del poder del alma o
cuerpo astral para manifestarse, es el fenómeno de la llamada mano espiritual.
En presencia de ciertos médiums, estos miembros aparentemente separados se desarrollarán
gradualmente a partir de una nebulosa luminosa, tomarán un lápiz, escribirán
mensajes y luego se disolverán ante los ojos de los testigos.
Muchos de estos casos son registrados por personas
competentes y dignas de confianza. Estos fenómenos son reales y requieren una
seria consideración.
La mano fantasma que revolotea es una emanación del
médium. La "fuerza involucrada en el fenómeno" es la voluntad del
médium, ejercida inconscientemente al hombre exterior, que por el momento se
encuentra semiparalizado y cataléptico; la mano fantasma es una extrusión del
miembro interno o astral del hombre.
Este es el mismo principio involucrado que en la
extrusión inconsciente de un miembro fantasma por parte del médium cataléptico,
solo que en ese caso eso se aplica a la proyección de todo su cuerpo
"doble" o astral.
(Es cuando no solamente se materializa una mano sino todo
un personaje.)
Esto puede ser efectuado por la voluntad del propio yo
interior del médium sin que él retenga en su cerebro físico ningún recuerdo de
tal intención; esa es una fase de la capacidad dual del hombre. Y también puede
ser efectuado por elementarios con quienes el médium puede estar en relación.
(Esos elementarios le consumen mucha energía al médium.)
Diferencias entre médiums y adeptos
El Dr. Fairfield tiene razón en una posición adoptada, a
saber que los médiums generalmente están enfermos, y en muchos casos, si no es
que en la mayoría de los casos, también están enfermos los niños y la gente
cercana de los médiums. Pero él está completamente equivocado al atribuir todos
los fenómenos psíquicos a condiciones fisiológicas morbosas.
Porque en cambio los adeptos de la magia oriental están
uniformemente en perfecta salud mental y corporal, y de hecho la producción
voluntaria e independiente de fenómenos es imposible para los médiums.
Hemos conocido a muchos adeptos y nunca vimos un hombre
enfermo entre ellos. El adepto conserva la conciencia perfecta, no muestra
ningún cambio de temperatura corporal u otro signo de morbilidad; podrá hacer
sus hazañas en cualquier lugar y en todas partes, y en lugar de ser pasivo y
estar sujeto a una influencia extranjera, gobierna la fuerza con voluntad de
hierro.
El médium y el adepto son opuestos como los polos. El
cuerpo, el alma y el espíritu del adepto son todos conscientes y trabajan en
armonía, mientras que en cambio el cuerpo del médium es un terrón inerte, e
incluso su alma puede estar ausente en un sueño mientras su cuerpo está siendo ocupado
por otro.
Un médium necesita una inteligencia extraña, ya sea un
espíritu o un hipnotizador viviente, para dominar sus partes físicas y
mentales, o algún medio ficticio para inducir el trance. En cambio un adepto
requiere sólo de unos pocos minutos de "auto-contemplación". El
adepto no tiene necesidad de ayudas extrañas: el simple ejercicio de su fuerza de voluntad es suficiente.
Los médiums de las manifestaciones reales son los menos
capaces, por regla general, de comprenderlas o explicarlas. El médium no
necesita ejercer ningún poder de voluntad. Basta con que sepa lo que esperan
los investigadores. La entidad "espiritual" del médium, cuando no
está obsesionada por otros espíritus, actuará fuera de la voluntad o conciencia
del ser físico, tan ciertamente como actúa dentro del cuerpo durante un ataque
de sonambulismo.
Sus percepciones, externas e internas, serán más agudas y
mucho más desarrolladas, precisamente como lo son en el sonámbulo. Y es por
esto que "la forma materializada a veces sabe más que el médium",
pues la percepción intelectual de la entidad astral es proporcionalmente mucho
más grande que la inteligencia corpórea del médium en su estado normal, como la
entidad espiritual es más fina que ella misma.
Generalmente el médium se encontrará frío, el pulso habrá
cambiado visiblemente, y un estado de postración nerviosa sucederá a los
fenómenos, los cuales son torpemente y sin distinción atribuidos a espíritus
desencarnados; mientras que sólo un tercio de ellos pueden ser producidos por
estos últimos, otro tercio es producido por elementales, y el resto es
producido por el doble astral del mismo médium.
Las características de un médium
El hipnotizador si es lo
suficientemente poderoso, logrará a través del médium lo que quiere. En cambio,
el médium, incluso si tuviera el deseo honesto de tener éxito, puede no obtener manifestación alguna;
Cuanto menos ejerza su
voluntad el médium, mejores serán los fenómenos, en cambio cuanto más ansioso
se sienta, menos probabilidades tendrá de conseguir algo. Hipnotizar requiere una naturaleza positiva, ser un médium perfectamente
pasivo. Este es el alfabeto del espiritualismo, y ningún médium lo ignora.
Es erróneo hablar de un médium que tiene poderes
desarrollados. Un medio pasivo no tiene poder. Tiene una cierta condición moral
y física que induce emanaciones, o un aura en la que pueden vivir los seres que
lo controlan y por la cual esas entidades se manifiestan. El médium es sólo el
vehículo a través del cual esas entidades muestran su poder.
Esta aura varía día a día. Es un efecto externo que
resulta de causas internas. El estado moral del médium determina la clase de
espíritus que vienen; y los espíritus que vienen influyen recíprocamente en el
médium de manera intelectual, física y moralmente.
La capacidad de su mediumnidad está en proporción a su
pasividad, y el peligro en que incurre está en igual proporción. Cuando está
completamente "desarrollado" (o sea completamente pasivo) su propio
espíritu astral puede ser adormecido, e incluso expulsado de su cuerpo, el cual
es entonces ocupado por un elemental, o lo que es peor, por un demonio humano quien
procede a usarlo como propio. Y con demasiada frecuencia la causa de muchos crímenes
debe buscarse en tales posesiones.
Diferencias entre médiums y magos
El lector puede preguntarse:
¿En qué consiste la diferencia entre un médium y un mago?
El médium es aquel a través de cuyo espíritu astral
pueden manifestarse otros espíritus, dando a conocer su presencia por diversas
clases de fenómenos. Sea lo que sea que éstos consistan, el médium es sólo un
agente pasivo en sus manos. Él no puede ordenar
su presencia, ni su ausencia; nunca
puede obligar a la realización de ningún acto especial, ni dirigir a estas
entidades.
El mago, por el contrario, puede convocar y despedir espíritus a voluntad; puede
realizar muchas hazañas de poder oculto a través de su propio espíritu; puede
obligar a la presencia y asistencia de espíritus de grados inferiores a él, y
efectuar transformaciones en el reino de la naturaleza sobre cuerpos animados e
inanimados.
Diferencias entre médiums profanos y médiums espirituales
Los fenómenos físicos son el resultado de la manipulación
de fuerzas a través del sistema físico del médium, por las inteligencias invisibles,
de cualquier clase.
En una palabra, la mediumnidad física depende de una
organización peculiar del sistema físico;
mientras que la mediumnidad espiritual, que va acompañada de un despliegue de
fenómenos intelectuales subjetivos, depende de una organización peculiar
similar de la naturaleza espiritual
del médium.
Así como el alfarero fabrica con un trozo de barro un
vaso para deshonra, y con otro trozo de barro un vaso para honra, así entre los
médiums, el plástico espíritu astral de uno puede estar preparado para cierta
clase de fenómenos objetivos, y el de otro para otros fenómenos diferentes.
Una vez así preparado, parece difícil alterar la fase de
la mediumnidad. Por regla general, los médiums que han sido desarrollados para
una clase de fenómenos, rara vez cambian a otra clase de fenómenos, sino que
repiten los mismos fenómenos una y
otra vez.
La mayoría de estas entidades no tienen nada que ver con
los fenómenos producidos consciente y deliberadamente por los adeptos
orientales. Estos últimos dejan a los hechiceros la ayuda incluso de los
espíritus elementales y los espectros elementales. En cambio el adepto tiene un
poder ilimitado sobre ambos, pero rara vez lo usa. Para la producción de
fenómenos físicos llama a los espíritus de la naturaleza como poderes
obedientes, no como inteligencias.
Diferentes tipos de mediumnidad
¿Estos hombres semi-divinos son "médiums" como
los espiritistas ortodoxos pretenden?
En modo alguno, si por el término médium entendemos esos
"enfermos-sensibles" que nacen con una organización peculiar, y que a
medida que se desarrollan sus facultades se someten cada vez más a la
influencia de las entidades que hay en el astral.
Si, si consideramos a cada individuo como un medio en
cuya atmósfera magnética los habitantes de las esferas sutiles pueden moverse,
actuar y vivir. Pero en tal sentido, toda persona es un médium.
La mediumnidad puede ser auto-desarrollada, o ser
desarrollada por influencias extrañas, o puede permanecer latente durante toda
la vida.
El lector debe tener en cuenta
la definición del término, ya que a menos que se entienda claramente la
diferencia, la confusión será inevitable. La mediumnidad de este tipo puede ser activa o pasiva, repelente o receptiva,
positiva o negativa.
La mediumnidad se mide por la calidad del aura que rodea
al individuo. Esta puede ser densa, turbia, pestilente, mefítica, nauseabunda
para el espíritu puro, y atraer sólo a aquellos seres inmundos que se deleitan con
ese tipo de vibración. O puede ser pura, cristalina, limpia, opalescente como
el rocío de la mañana. Todo depende del carácter moral del médium.
Alrededor de hombres como Apolonio se reunió este nimbo
celestial. Fue desarrollado por el poder de sus propias almas en estrecha
armonía con sus espíritus; por la moralidad sobrehumana y la santidad de sus
vidas, y ayudado por la frecuente contemplación extática interior.
Tales hombres santos podían acercarse a influencias
espirituales puras. Irradiando alrededor de ellos una atmósfera de beneficencia
divina, lo que provocaba que los espíritus malignos huyeran ante ellos. No sólo
no es posible que tales entidades oscuras existan en su aura, sino que ni
siquiera pueden permanecer en la de los humanos obsesionados o poseídos por
entidades oscuras, si el taumaturgo ejerce su voluntad, o incluso se acerca a
ellos.
Pero esto es mediación con el mundo sutil superior, no mediumnidad. Tales personas
son templos en los que mora el espíritu del Dios viviente [El Yo Superior];
pero si ese templo es profanado por la admisión de una mala pasión, pensamiento
o deseo, el mediador cae en la esfera de la hechicería. La puerta se abre; los
espíritus puros se retiran y los malos se precipitan. Esto sigue siendo
mediación, por mala que sea; el hechicero, como el mago puro, forma su propia aura
y somete a su voluntad a los espíritus inferiores afines.
En cambio la mediumnidad, tal como ahora se entiende y
manifiesta, es otra cosa.
Las circunstancias, independientes de su propia voluntad,
pueden, ya sea en el nacimiento o posteriormente, alterar el aura de una
persona de modo que puedan tener lugar manifestaciones extrañas, físicas o mentales,
diabólicas o angélicas.
Tal mediumnidad, así como la mencionada mediación, existe
en la tierra desde la primera aparición aquí del hombre vivo. La primera cede
la carne mortal y débil al control y la sugestión de espíritus e inteligencias que
se encuentran en el astral. Es literalmente obsesión y posesión; y
los médiums que se enorgullecen de ser los fieles esclavos de sus
"guías", y que repudian con indignación la idea de "controlar
las manifestaciones", muy bien podrían negar este hecho sin contradicción.
Esta mediumnidad, sea benéfica o maléfica, es siempre pasiva. Felices los puros de
corazón que repelen inconscientemente, por esa misma limpieza de su naturaleza
interior, a los oscuros espíritus del mal. Porque en verdad no tienen otras
armas de defensa sino esa bondad y pureza innatas. La mediumnidad, tal como se
practica en nuestros días, es un regalo más indeseable que el manto de Nessus.
La mediumnidad física depende de la pasividad, su
antídoto se sugiere naturalmente; que
el médium deje de ser pasivo. Los espíritus nunca controlan a las
personas de carácter positivo que están determinadas a resistir todas las
influencias extrañas. Los débiles mentales a quienes pueden convertir en sus
víctimas los conducen al vicio. Es notorio que los mejores médiums físicos son
enfermizos, y a veces lo que es peor, inclinados hacia algún vicio anormal.
"El árbol se conoce por sus frutos". Junto a
los médiums pasivos aparecen los mediadores activos. Los designamos con este
nombre a falta de otro mejor. Los antiguos magos y brujas, y aquellos que
tenían un "espíritu familiar", generalmente hacían de sus dones un
comercio. No así con los mediadores, o hierofantes. Estos humanos fueron
guiados simplemente por su propio espíritu personal, o alma divina, y
valiéndose de la ayuda de los espíritus, pero en la medida en que estos
permanecieron en el camino correcto.
_ _ _
Lo que hemos dicho de los médiums y la tendencia de su
mediumnidad no se basa en conjeturas, sino en la experiencia y observación
reales. Apenas hay una fase de la mediumnidad que no hayamos visto
ejemplificada durante los últimos veinticinco años [de 1851 a 1876]
en varios países: India, Tíbet, Borneo, Siam, Egipto, Asia Menor, América
(Norte y Sur) y otras partes del mundo, cada una nos ha mostrado su fase
peculiar de fenómenos mediúmnicos y poderes mágicos.
Nuestra variada experiencia nos ha enseñado dos
importantes verdades, a saber: que para efectuar estos fenómenos de manera
voluntaria y controlada son indispensables la pureza personal y el ejercicio de
una voluntad entrenada e indomable; y que los espiritistas nunca pueden
asegurarse de la autenticidad de las manifestaciones mediúmnicas, a menos que
ocurran a la luz y bajo tales condiciones de prueba razonables que harían notar
instantáneamente un intento de fraude.
(Nota: Las referencias de volumen y página
a Isis Develada, son las siguientes: Volumen II, 590, 635, 588, 589, 590, 594,
595, 596, 592, 594, 596; tomo I, 109, 490, 367, 457, 487, 488, 490, 488.)
(Revista Teosofía, Los Ángeles, marzo de
1918, p.193-199)
OBSERVACIÓN
En resumen: los adeptos o magos blancos son mediadores activos con el mundo
sutil superior, los hechiceros o magos negros son mediadores activos con el mundo
sutil inferior, los médiums espirituales son mediadores pasivos influenciados
por entidades sutiles espirituales, y los médiums profanos son mediadores pasivos
manipulados por entidades bajas astrales.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario