LISTA DE CAPÍTULOS

LIBRO LA VIRGEN DEL MUNDO DE HERMES MERCURIO TRISMEGISTO


 
El título original en inglés es “The Virgin of the World of Hermes Mercurius Trismegistus”, se publicó por primera vez en 1885 en Londres por G. Redway, y es un libro escrito por Anna Kingsford y Edward Maitland en donde tradujeron al inglés varios extractos de textos pertenecientes al Neo-hermetismo.
 
También lo publicó la Sociedad Teosófica de Adyar en Madrás, India, en 1885. Y existe una reproducción facsímil con comentarios del erudito brahmán T. Subba Row publicado por la editorial Wizards Bookshelfs, San Diego, Estados Unidos, en 1977.

 
 
OBSERVACIONES
 
Para elaborar su libro Kingsford y Maitland se basaron en el libro del Dr. Louis Ménard titulado Hermes Trismegistus en donde el doctor tradujo esos textos del griego al francés. Al respecto Edward Maitland comentó:
 
Se ha utilizado el libro del Dr. Ménard pero no se ha seguido por completo y las notas de nuestro libro que no están rubricadas son del Dr. Menard.
 
Y posteriormente el escritor William Walker Atkinson plagió el libro de Kingsford y Maitland para elaborar su famoso libro El Kybalión.
 
 
 
 
OPINIONES
 
La Fundación Blavatsky señaló:
 
Este libro contiene muchas interpolaciones cristianas antropomórficas.
 
Y esto se debe por las deformaciones que hicieron los antiguos escritores griegos y latinos sobre las genuinas enseñanzas hermetistas.
 
 
 
 
 
CONTENIDO
 
A continuación les pongo los facsímiles de las primeras páginas:
 
 


 
 
 
La tabla de contenido es la siguiente:
 
 
Ensayos introductorios y prefacio
 
·       Nota
·       Los libros herméticos
·       El sistema hermético y el significado de su renacimiento actual
 
 
La Virgen del Mundo
 
·       Parte I
·       Parte II
·       Parte III
 
 
Tratado de Iniciaciones, o Asclepio
 
·       Parte I
·       Parte II
·       Parte III
·       Parte IV
·       Parte V
·       Parte VI
·       Parte VII
·       Parte VIII
·       Parte IX
·       Parte X
·       Parte XI
·       Parte XII
·       Parte XIII
·       Parte XIV
·       Parte XV
 
 
Las Definiciones de Asclepio
 
·       Parte I
·       Parte II
·       Parte III
·       Parte IV
 
 
Fragmentos del Libro de Hermes a su Hijo Tatios
 
·       Parte I
·       Parte II
·       Parte III
·       Parte IV
·       Parte V
·       Parte VI
·       Parte VII
·       Parte VIII
 
 
Fragmentos de los Escritos de Hermes a Amón
 
·       Parte I
·       Parte II
·       Parte III
·       Parte IV
·       Parte V
·       Parte VI
 
 
Varios Fragmentos Herméticos
 
·       Parte I
·       Parte II
·       Parte III
·       Parte IV
·       Parte V
·       Parte VI
·       Parte VII
·       Parte VIII
 
 
 
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Si hacen clic en los enlaces azules, eso los llevará a la traducción al inglés que hicieron Kingsford y Maitland, y a continuación les traduzco al español la parte introductoria del libro (añadí en azul títulos para facilitar la lectura y también añadí en morado mis comentarios).
 
 
 
NOTA
 
Al presentar el libro "La Virgen del Mundo" –que con mi edición "Hargrave Jennings" de "Divine Pymander", ahora tan en reputación y demanda, son los libros de texto del pensamiento hermético– no es un acto de supererogación el reconocer con gratitud mi aprecio por los valiosos servicios de todos los asociados conmigo en la tarea privilegiada de revivir una vez más esos escritos invaluables de ese "Maestro Iniciado", "Hermes Mercurius Trismegistus" que se complementará en breve con el Tercer Volumen, o "Tratado de Oro sobre el Secreto Físico de la Piedra Filosofal, en siete secciones", considerada una de las mejores y más antiguas piezas de la filosofía alquímica existente; que comprende, en epítome, todo el Arte y método secreto de su confección, con anotaciones corroborativas de Fludd, Behmem, Vaughan, etc.
 
Bath; mayo de 1885.
 
(El Sr. Bath seguramente fue el editor de este libro.)
 
 
 
 
 
LOS LIBROS HERMÉTICOS
 
El análisis de la Sra. Child (1)
 
Los libros sagrados de Hermes, la Sra. Child en su admirable compendio dice que contenían las leyes, la ciencia y la teología del Antiguo Egipto, fueron declarados por los sacerdotes como compuestos durante el reinado de los dioses, anterior al de su primer rey, Menes, y las alusiones a monumentos muy antiguos prueban su gran antigüedad.
 
Había cuatro de ellos, y las subdivisiones del total hacen cuarenta y dos volúmenes. Estos números corresponden exactamente a los de los Vedas, que según los Puranas fueron llevados a Egipto por los Yadavas en la primera emigración a ese país desde Indostán. Los temas tratados en ellos eran igualmente similares, pero sigue siendo dudoso hasta qué punto los Libros de Hermes fueron copiados de los Vedas.
 
Estos libros se depositaban en los lugares sagrados más recónditos de los templos y sólo se permitía leerlos a la orden superior de sacerdotes.
 
Fueron llevados con reverencia en todas las grandes procesiones religiosas. Los principales sacerdotes llevaban diez volúmenes relacionados con las emanaciones de los dioses, la formación del mundo, la anunciación divina de leyes y reglas para el sacerdocio. Los profetas llevaban cuatro tratando de astronomía y astrología. El líder de los músicos sagrados llevaba dos que contenían himnos a los dioses y máximas para guiar la conducta del rey y que el cantor debía saber de memoria. Los servidores del templo llevaban diez volúmenes más, que contenían formas de oración y reglas para ofrendas, festivales y procesiones. Mientras que los otros volúmenes trataban de la filosofía y las ciencias, incluidas la anatomía y la medicina.
 
(Me pregunto de dónde la Sra. Child sacó esa información.)
 
Tal era la supuesta antigüedad y santidad de estos himnos egipcios que Platón dice que fueron atribuidos a Isis y que se creía que tenían diez mil años de antigüedad.
 
Estos textos fueron muy famosos, y más tarde fueron muy buscados para fines alquímicos, especialmente para hacer oro. El emperador romano Severo recopiló todos los escritos sobre los Misterios y los enterró en la tumba de Alejandro Magno; y posteriormente el emperador romano Diocleciano destruyó todos los documentos sobre alquimia para que Egipto no se hiciera demasiado rico para que así siguiera siendo tributario de Roma.
 
(Blavatsky explicó que Diocleciano no solo destruyó los documentos sobre alquimia sino también todos los textos relacionados con el Hermetismo.)
 
Los alguna vez renombrados Libros de Hermes se han perdido durante estos mil quinientos años. Esto es lo que se refiere a los libros herméticos en general.
 
 
 
El análisis del Dr. Menard (2)
 
Los Fragmentos incluidos en esta reimpresión han sido objeto de muchas investigaciones. En los primeros siglos del cristianismo, el Dr. Luis Menard nos cuenta que gozaban de una gran reputación como de indudable autenticidad, invocando los Padres de la Iglesia su testimonio en favor de los misterios cristianos, mientras que Lactancio (el "Cicerón cristiano") decía de ellos: "Hermes, no sé cómo, ha descubierto casi toda la verdad".
 
A Hermes se le consideraba un revelador inspirado, y los escritos que llevaban su nombre pasaban por auténticos monumentos de la antigua teología egipcia en la que Moisés había sido instruido. Y esta opinión fue aceptada por Massilius Ficinus, Patricius y otros eruditos del Renacimiento, quienes los consideraron como la fuente de las iniciaciones órficas y de la filosofía de Pitágoras y Platón.
 
Sin embargo surgieron dudas. Fueron atribuidos, diversamente, en base a la evidencia interna, a un judío, un cristiano y un gnóstico. Y la conclusión a la que han llegado los críticos recientes y que es aceptada por el Dr. Menard, es que su lugar está entre las últimas producciones de la filosofía griega, pero que entre las ideas alejandrinas en las que se basan, hay algunos rastros de la doctrina religiosa de antiguo Egipto.
 
Fue, dice el Dr. Menard, de la conjunción de las doctrinas religiosas de Egipto, con las doctrinas filosóficas de Grecia, que brotó la filosofía egipcia que no ha dejado otro recuerdo que los libros de Hermes en los que se han de reconocer, bajo una forma abstracta, las ideas y tendencias que antes se habían presentado bajo una forma mitológica.
 
Otra comparación es la que se instituye entre algunos escritos herméticos y las Escrituras judías y cristianas, especialmente el Libro del Génesis y el cuarto Evangelio, y las obras de Filón y el Pastor de las Hernias (3).
 
"El advenimiento del cristianismo presenta a primera vista la apariencia de una revolución radical en las costumbres y creencias del mundo occidental. Pero la historia no sabe nada de cambios repentinos y transformaciones imprevistas. Para comprender el paso de una religión a otra, uno no debe contrastar sus dos términos extremos, la mitología homérica y la simbología de Nicea, sino que es necesario estudiar sus restos intermedios, los múltiples productos de una época de transición, cuando el helenismo primitivo bajo discusión filosófica cambiaba cada vez más al mezclarse con las religiones de Oriente, que entonces se confundían al avanzar sobre Europa.
 
El cristianismo representa los últimos términos de esta incursión de las concepciones orientales en Occidente. No cayó como un rayo en medio de un viejo mundo sorprendido y horrorizado. Había su período de incubación; y mientras buscaba una forma definitiva para sus doctrinas, los problemas cuya solución buscaba le preocupaban igualmente. Él piensa en Grecia, Asia y Egipto. Las ideas ya estaban en el aire y se combinaron en toda clase de proporciones.
 
La multiplicidad de organizaciones místicas que surgen en nuestros días puede dar sólo una ligera noción de esa asombrosa química intelectual que había establecido su principal laboratorio en Alejandría. La humanidad había puesto en competencia vastas cuestiones morales y filosóficas: el origen del mal, el destino de las almas, su caída y su redención; el premio ofrecido fue la dictadura de las conciencias. Prevaleció la solución cristiana.”
 
 
Nuestro crítico procede a distinguir en los libros de Hermes Trismegisto, entre lo que a su juicio pertenecía respectivamente a Egipto y a Judea. Él comenta:
 
“Cuando nos encontramos en estos libros las ideas platónicas o pitagóricas, debemos preguntarnos si el autor las ha recuperado de las fuentes antiguas de donde Pitágoras o Platón las habían extraído antes que él, o si representan un elemento puramente griego. Hay pues espacio para discutir la influencia real o supuesta de Oriente en la filosofía helénica.
 
En general, uno es demasiado responsable sobre la base de la creencia de los propios griegos para exagerar esta influencia, y especialmente para retrasar la fecha de la misma. Es solo después de la fundación de Alejandría que se estableció una conexión permanente y consistente entre el pensamiento de Grecia y el de otros pueblos, y en estos intercambios Grecia tenía mucho más para dar que para recibir.
 
Los orientales, al menos aquellos que entraron en contacto con los griegos, nunca parecen haber tenido una filosofía propiamente dicha. El análisis psíquico, la investigación de los fundamentos del conocimiento y de las leyes morales, y su aplicación a la vida social, eran cosas absolutamente desconocidas en Oriente antes de la invasión de Alejandro.
 
(Difiero completamente con esto porque mi investigación me ha demostrado que en la antigüedad los orientales tenían un conocimiento mucho más avanzado que los occidentales en asuntos esotéricos y místicos.)
 
La expresión respecto a sus compatriotas que Platón atribuye al sacerdote egipcio quien dijo: “Vosotros los griegos no sois más que niños; y no hay ancianos entre vosotros”, podría referirse a Oriente y al mismo Egipto. El espíritu científico es tan ajeno a esos pueblos como el instinto político. Pueden resistir, a través de largas eras, pero nunca podrán alcanzar su virilidad. Son jóvenes de avanzada edad, siempre a la cabeza y tan incapaces de buscar la verdad como de hacer justicia.
 
Iniciado en la filosofía por Grecia, Oriente no podía sino dar a cambio lo que tenía: la exaltación del sentimiento religioso; Grecia aceptó el intercambio. Cansada del escepticismo producido por la lucha de sus escuelas, se arrojó, por reacción, en fervores místicos precursores de una renovación de la Fe.
 
Los libros de Hermes Trismegisto son un lazo de unión entre los dogmas del pasado y los del futuro, y es por este lazo que se vinculan a cuestiones actuales y vivas. Si pertenecen todavía al paganismo, es al paganismo en sus últimas horas, siempre lleno de desprecio por la nueva fe, y negándose a abdicar en su favor porque guarda el depósito de la vieja civilización que se extinguirá con ella, ya cansada de una lucha desesperada, resignada a su destino, y volviendo a dormir para siempre en su primera cuna, el antiguo Egipto, la tierra de los muertos."
 
El Dr. Menard concluye así:
 
"Los libros herméticos son los últimos monumentos del paganismo. Pertenecen a la vez a la filosofía griega y a la religión egipcia, y en su exaltación mística inciden ya en la Edad Media. Entre un mundo que es final y un mundo que comienza, se asemejan a esos animales que por su naturaleza indecisa sirven como un enlace entre diferentes órdenes de organizaciones. Estas creaciones mixtas son siempre inferiores a cada uno de los grupos que conectan entre sí. No comparables ni con la religión de Homero ni con el cristianismo.
 
Los Libros de Hermes nos permiten comprender el método del paso del mundo de uno a otro. En ellos las creencias que nacían y las creencias que morían se encontraban y se daban la mano."
 
(Blavatsky explicó que con excepción de La Tabla de Esmeralda, todos los otros “Libros de Hermes” son una mezcla del antiguo y genuino Hermetismo, pero también con otras ideas añadidas por griegos, romanos y posteriormente cristianos.)
 
 
 
El análisis del Sr. Plumptre
 
En contraste con, y también como sostenemos, en corrección de la opinión así expresada con respecto a las filosofías relativas de Grecia y Oriente, aducimos los siguientes pasajes del libro del Sr. Plumptre "La Historia del Panteísmo" (4):
 
"Desde nuestra más tierna infancia se nos ha enseñado generalmente a considerar a los hebreos como aquellos a quienes debemos todo nuestro conocimiento de teología y religión, y en gran medida incluso nuestro conocimiento de Dios mismo.
 
Y también se nos ha enseñado a considerar a los griegos como aquellos de quien hemos obtenido todo nuestro conocimiento de las artes y las ciencias, la filosofía, y hasta cierto punto todo lo que se comprende dentro de la palabra sabiduría, de quienes hemos obtenido todas nuestras nociones de disciplina y ley.
 
En cuanto a nuestras relaciones con los hebreos y los romanos, la definición es bastante precisa. No así con los griegos. Hay de hecho una cierta precisión superficial en la afirmación, por supuesto debemos una buena parte de nuestro conocimiento y aprendizaje a los griegos, pero donde la definición es errónea es en esto: nos lleva a inferir de ella que los griegos fueron los primeros que cultivaron el amor por el aprendizaje por sí mismo, que ellos no obtuvieron su conocimiento de otras naciones sino que fueron sus autores. Casi podría llevarnos a implicar que fueron las primeras personas que alcanzaron algún grado de civilización.
 
Pero el más mínimo conocimiento de la historia egipcia o hindú es suficiente para hacernos detectar una falacia tan obvia, y nos lleva fácilmente a desacreditar esa afirmación. La civilización de Egipto se remonta tanto a la historia del mundo que es casi imposible decir cuándo comenzó". Casi en general se reconoce ahora que Moisés obtuvo la mayor parte de su conocimiento de su conexión con los egipcios; y en ese caso, incluso nuestras primeras ideas de la religión pueden rastrearse hasta una fuente egipcia".
 
(Concuerdo con el Sr. Plumptre.)
 
El Sr. Plumptre continúa afirmando que mientras los hindúes y los egipcios habían estado en posesión durante mucho tiempo de sistemas religioso-filosóficos del orden intelectual más alto, los griegos estaban hundidos en la ignorancia y la superstición del tipo más irracional, hasta que ocurrió un evento que revolucionó, o más bien dicho, dio el primer impulso al pensamiento griego, de modo que poco tiempo después Grecia saltó de un estado de ignorancia infantil a uno en el que se convirtió, tanto comercial como filosóficamente, en la principal potencia del mundo.
 
Este acontecimiento trascendental fue la apertura de los puertos egipcios por Psamético, en el año 670 a. de C. Antes de ese momento, los egipcios habían sido excluidos de toda relación con Europa y el Mediterráneo por una exclusión más rigurosa que la que hasta hace poco se practicaba entre China y Japón; y Egipto era para los griegos una tierra de misterio y fábula, como lo atestiguan las alusiones a ella en Homero y Hesíodo.
 
Pero con el derrocamiento del sistema de aislamiento que había prevalecido durante tantos miles de años, la influencia del acontecimiento sobre el progreso de Europa fue tal que no se podía exagerar. Primero Grecia, luego el resto del mundo, le debieron su civilización. Destruyó la creencia en las antiguas mitologías y dio origen a la filosofía griega.
 
Hay un aspecto en el que esta declaración requiere modificación. Las mitologías griegas pueden haber sido fábulas irracionales tal como fueron recibidas popularmente y sin la clave para su interpretación, pero en realidad eran símbolos que denotaban al mismo tiempo que ocultaban, profundas verdades ocultas. Y aunque su presencia en Grecia en un período tan temprano muestra que los colegios de los Misterios Sagrados florecieron allí mucho antes del surgimiento de la filosofía griega, la identidad de las doctrinas que simbolizaron con las de Egipto y Oriente muestra que hubo relaciones religiosas entre estos países mucho antes de que hubiera intercambios políticos, comerciales o filosóficos.
 
La empresa misionera extranjera de ninguna manera se originó con el cristianismo. Los Misterios Sagrados estaban continuamente migrando y plantándose en nuevos terrenos antes de la civilización secular. La emigración de Abraham y las huidas de Baco y de Moisés fueron sin duda hechos de este carácter.
 
La conclusión del Sr. Plumtre de que cualquier coincidencia que existiera entre el pensamiento filosófico griego y egipcio se debió al reconocimiento y adopción de este último por parte de los griegos, nos parece imposible de eludir y consideramos que las inferencias del Dr. Menard en sentido contrario se deben a que él no logró combinar con su conocimiento clásico, un conocimiento de los métodos y tradiciones herméticos y cabalísticos.
 
Aquellos que están enamorados de los métodos convencionales son incapaces de reconocer ningún órgano de conocimiento excepto las facultades superficiales, o cualquier plano de conocimiento que trascienda el alcance de esas facultades, son necesariamente intolerantes con la idea de que ha habido en el mundo desde los tiempos más remotos un sistema de doctrina esotérica y positiva acerca de los misterios más ocultos de la existencia, de tal carácter, y así obtenido, que cumple todas las condiciones requeridas para constituir una revelación divina.
 
Sin embargo esta es la conclusión a la que nos hemos visto obligados por la pura fuerza de la evidencia, a la vez exotérica y esotérica. Es en Indostán y Egipto donde encontramos sus primeros vestigios; y si como ciertamente es el caso, hay coincidencias entre las antiguas doctrinas de aquellas tierras, y las de Grecia, Judea y la cristiandad, es porque la misma verdad ha pasado de pueblo en pueblo, encontrando en todas partes reconocimiento y siendo refutada.
 
Formulada de diferentes maneras según el genio del tiempo y lugar de su estancia. A esto podemos agregar que es un proceso que inevitablemente debe continuar hasta que el hombre se haya vuelto tan degenerado como para perder todo cuidado y percepción de la verdad; o regenerarse hasta el punto de alcanzar la plena percepción de la verdad y fijarla para siempre como su posesión más preciada.
 
 
 
Conclusión
 
Pero sea como fuere, hemos visto que incluso la crítica más destructiva se ve obligada a hacer estas tres importantes admisiones:
 
A)   Que la doctrina contenida en los libros herméticos es en parte, al menos, una supervivencia de los tiempos del Antiguo Egipto, y por lo tanto realmente hermética.
B)   Que hay una coincidencia entre la doctrina que así ha sobrevivido y la del cristianismo.
C)  Que esta coincidencia ha sido reconocida y acogida por la Iglesia, al admitir que el cristianismo, lejos de ser algo completamente nuevo y sin precedentes en el momento de su creación, representa un desarrollo o reformulación de; doctrina preexistente desde hace mucho tiempo.
 
Edward Maitland
 
 
Notas
 
1.    Libro El Progreso de las Ideas Religiosas.
2.    Libro Hermès Trismegistus. Traduction complète; Précédée d'une étude sur l'origine des livres Hermétiques. Par Dr. Louis Ménard, 2ª Ed., París, 1867. (Esta traducción se ha utilizado, pero no se ha seguido por completo, en el presente trabajo, al igual que algunas de las notas, las que no están rubricadas son del Dr. Menard.)
3.    Un título idéntico al de Pymander, o Pastor, de Hermes.
4.    Vol. I, B. II.
 
 
 
 
 
 
EL SISTEMA HERMÉTICO Y LA IMPORTANCIA
DE SU AVIVAMIENTO ACTUAL
 
Para el estudiante filosófico de la humanidad, el rasgo más significativo e importante de la notable época actual es sin duda el renacimiento de la Ciencia Oculta y la Filosofía Mística o Esotérica. La importancia de esto se debe no menos al carácter del período de su ocurrencia que al del sujeto mismo porque el momento elegido ha sido uno en el que la mente humana, representada por el intelecto reconocido de la época, se ha convertido según todas las apariencias, irrevocablemente en la dirección opuesta, o sea la del materialismo.
 
Sin embargo felizmente para la humanidad tal apariencia ha resultado engañosa como ya se había previsto que sería el caso por aquellos "vigilantes del día", quienes reconociendo la unidad de la naturaleza y vitalizados en los planos superiores de la conciencia, son capaces de pronosticar los procesos del mundo mental por los del físico.
 
Recordad que es siempre cuando el sol está en su punto más bajo que el día y el año renacen, y esto no es menos cierto en el mundo espiritual que en el mundo material. Y mientras que el predominio del materialismo significó la extinción de la conciencia espiritual del hombre, el renacimiento de la ciencia mística y oculta significa la restauración de esa conciencia.
 
(No estoy de acuerdo con esto que dice el Sr, Maitland porque lo que principalmente se desarrolló a finales del siglo XIX fue la ciencia, no el esoterismo.)
 
También la historia tuvo sus lecciones de aliento para ellos al mostrarles que la desaparición de las viejas formas de fe suele ser el pronóstico y la condición de manifestaciones nuevas y superiores. De ahí que tuvieran confianza en que el Espíritu de la Humanidad, siendo como bien sabían: real y divino, y a su debido tiempo protestaría eficazmente contra la extinción amenazada; son capaces de reconocer en el presente avivamiento la forma que ha tomado esa protesta.
 
La importancia de este evento es definitivamente realzada por los hechos, primero que ha llevado a la filosofía hermética hacia una prominencia que no había conocido durante muchos siglos; y en segundo lugar, que el renacimiento de esta filosofía ha sido a la vez la condición y el resultado de todos los grandes renacimientos religiosos que el mundo ha visto.
 
(Yo no veo que el Hermetismo haya tenido un gran protagonismo en el siglo XIX ni tampoco que fuera importante en los grandes renacimientos religiosos.)
 
Porque el sistema denominado la Gnosis Hermética (cuya primera formulación para el mundo occidental pertenece a los tiempos prehistóricos del Antiguo Egipto) ha constituido el núcleo de todos los sistemas religioso-filosóficos tanto de Oriente como de Occidente, el budismo y el cristianismo, entre otros, siendo igualmente concebidos como vehículos y expresiones de ese sistema, aunque el hecho ha sido reconocido sólo por unos pocos iniciados.
 
(Esto es falso.)
 
La gran escuela de misticismo escolástico que fue la gloria de la iglesia de la Edad Media, tenía, aunque sin confesarlo, la misma base. Esta escuela representó un esfuerzo arduo y sostenido para rescatar a la religión del dominio exclusivo de lo histórico y ceremonial, y del control de un eclesiastismo groseramente materialista e idólatra, mediante la restauración de su propio carácter intuitivo y espiritual.
 
Que el esfuerzo fracasó en asegurar un éxito duradero, y que la iglesia de la Edad Media continuara hundiéndose más y más en la superstición con su habitual acompañamiento de persecución religiosa, no se debió a culpa del sistema mismo, ya que esto requiere para su recepción que la conciencia espiritual de muchos debería haber alcanzado un desarrollo hasta ahora poseído sólo por unos pocos. Y el mundo no estaba entonces maduro para una doctrina que representara la razón en su modo más elevado.
 
Así la historia muestra que el avivamiento que estamos presenciando ahora, es sólo uno de una serie de avivamientos, todos con el mismo objetivo; y se puede anticipar confiadamente que bajo las condiciones alteradas de la sociedad, el éxito obtenido superará con mucho a todo lo logrado hasta ahora. Porque por sombrío que sea el panorama actual en todos los aspectos de la actividad humana, tanto social, filosófica, moral y religiosa, nunca hubo un momento en que las condiciones fueran tan favorables para una mejora radical y generalizada; porque nunca hubo un tiempo en que las nuevas ideas y conocimientos encontraran tales facilidades para propagarse, o cuando, por la intensidad de su sufrimiento y descontento, la humanidad estaba en un estado tan alto de receptividad.
 
Por lo tanto este sistema tiene ahora una oportunidad de reconocimiento superior a cualquiera que haya disfrutado hasta ahora. Habiendo encontrado siempre en el pasado el favor exclusivo de las mentes más luminosas y las naturalezas más nobles, difícilmente puede fallar con la debida formulación y presentación, para encontrar aceptación entre la humanidad de la era venidera.
 
Ya hay indicios para no equivocarse de que la ayuda todavía poderosa de la iglesia no faltará en este favor, y esto no menos para su propia conservación que para la de la verdad religiosa. El mundo todavía tiene que discernir el significado de la acción del Papa León XIII., en la restauración de los escritos de Tomás de Aquino como base de la educación eclesiástica. Pero para los iniciados de Hermes esto no es dudoso, sino que proporciona un terreno seguro para las esperanzas más elevadas. Y lo mismo ocurre con ese fenómeno extraordinario, aunque a menudo grotesco llamado espiritismo moderno.
 
De estos comentarios sobre las circunstancias bajo las cuales se ha producido el avivamiento, del cual esta serie de reimpresiones es a la vez un producto, una muestra y una ayuda; procederemos a dar un ligero esbozo general de la naturaleza de la doctrina que ha desempeñado un papel tan importante en el pasado, y que promete hacer tanto, y aún más, en el futuro.
 
Sin embargo, debe señalarse en primer lugar que los materiales de nuestro boceto no se limitan a los llamados fragmentos herméticos, que constituyen el tema de estas reimpresiones (no sólo son, como fragmentos, incompletos) y también están interpolados y parcialmente corrompidos en el texto, aunque todavía repletos de la enseñanza más pura y elevada.
 
Mucho también de lo que es genuino es místico y alegórico, y se refiere a un plano y necesita una interpretación, aparte de lo que es aparente. Por lo tanto es necesario para tal tarea utilizar el trabajo de los diversos exponentes del sistema que lo han derivado de fuentes que ahora no existen, o que siguiendo el mismo método, lo han discernido por sí mismos (1) dándole en algunos casos nuevas aplicaciones, no menos herméticas por representar un mayor desarrollo de la doctrina.
 
Sin embargo ningún aprendizaje puede compensar la ausencia de esa intuición comprensiva que es la única que puede detectar el sonido característico del verdadero metal hermético; y que si una sincera apreciación es alguna garantía, seguramente no faltará del todo en esta ocasión. En el mejor de los casos no es más que un ligero esbozo de lo que se puede dar aquí.
 
(Siento que el señor Maitland no dijo nada relevante arriba y él hace una alabanza exagerada del Neo-hermetismo.)
 
 
Partiendo del axioma de que de la nada, nada procede, y reconociendo a la Conciencia como condición indispensable de la existencia, la Gnosis con lógica irresistible deriva todas las cosas del Ser puro y absoluto, él mismo inmanifestado e incondicionado, pero en la infinidad de su plenitud y energía, poseyendo y ejerciendo la potencialidad de manifestación y condicionamiento, y siendo en lugar de tener, vida, sustancia y mente, comprendidas en una Misma Divina, de la cual el universo es la manifestación.
 
Considerando todas las cosas como modos de conciencia, la Gnosis necesariamente considera que la conciencia subsiste bajo muchos modos, y que es definible como la propiedad por la cual todo lo que es, afecta o es afectado en sí mismo; o afecta o es afectado por otro; lo que en realidad quiere decir como constituyendo las cosas mismas.
 
Hay pues una conciencia mecánica, una conciencia química, una conciencia magnética, mental, psíquica, y así sucesivamente hasta llegar a la conciencia divina o absoluta. Y mientras que todos proceden de este último, todos vuelven a este último, en el sentido de que cada entidad posee la potencialidad de ello.
 
Aquí reside el secreto de la evolución que no es otra cosa que la expresión de la tendencia de las cosas a volver, por ascensión, a su condición original, tendencia y por tanto expresión que no podría tener si fuera la más baja o material.
 
Al hacer así de la materia misma un modo de conciencia, y por tanto del espíritu (siendo el espíritu conciencia absoluta), la Gnosis escapa de inmediato a las dificultades que se interponen en el camino de la concepción de un dualismo original, consistente en principios inherentemente antagónicos; y también las que surgen de la concepción afín de la no conciencia como poseedora de una existencia positiva.
 
 
 
La ley de unidad
 
Todos siendo modos del Uno, no es posible ningún antagonismo inherente o diferencia esencial; pero lo que se considera como inconsciencia no es más que un modo inferior de conciencia: una conciencia reducida por así decirlo, a un mínimo, pero conciencia en tanto que lo es.
 
La inconsciencia total es, pues, no-ser; y lleva a la conciencia la relación de las tinieblas con la luz, siendo sólo la última de las dos, aunque reducida, entidad positiva, y siendo la oscuridad no-entidad.
 
Por variadas que sean las manifestaciones de la conciencia o ser universal, ya sea en sus diferentes planos, o en sus diferentes modos en el mismo plano, todas ellas están de acuerdo con una y la misma ley, la cual, por su uniformidad, demuestra la unidad del espíritu informador, o mente que subsiste eternamente e independientemente de cualquier manifestación. Porque, como se dice en el "Divino Pymander":
 
“Él no necesita ser manifestado, porque subsiste eternamente. Pero en cuanto Él es Uno, Él no está hecho ni engendrado, sino que es inaparente e inmanifiesto. Pero al hacer aparecer todas las cosas, Él aparece en todos y por todos; pero especialmente se manifiesta a o en aquellos a quienes Él quiere.”
 
Y también dice:
 
"La Esencia de todo es Uno."
 
 
 
La ley de correspondencia
 
De la unidad del Ser original proviene, como corolario, la ley de correspondencia entre todos los planos o esferas de la existencia, en virtud de la cual el macrocosmos es como el microcosmos, lo universal es como el individuo, el mundo es como el hombre, y el hombre como es Dios.
 
"Un hombre terrenal", dice "La Clave", "es un Dios mortal, y el Dios celestial es un hombre inmortal".
 
El mismo libro sin embargo es cuidadoso en explicar que por hombre se entiende sólo aquellos hombres que están en posesión de la inteligencia superior o conciencia espiritual, y que carecer de esto es no ser todavía hombre, sino sólo la potencialidad del hombre. Evita también el error del antropomorfismo al definir que la Divinidad no es, en sí misma, ni vida, ni mente, ni sustancia; pero la causa de estos.
 
Se declara que la ignorancia de Dios es el mal más grande, pero Dios no debe ser discernido en los fenómenos, o con el ojo externo. La búsqueda debe hacerse dentro de uno mismo. Para conocer el hombre debe primero ser, es decir que debe haber desarrollado en sí mismo la conciencia de todos los planos o esferas de su naturaleza cuádruple, y por lo tanto convertirse en un hombre completo.
 
Es a su parte íntima y divina, el Espíritu divino, a la que pertenece el misterio de la existencia, ya que ese es el Ser Puro, del cual la existencia es la manifestación. Y como el hombre puede reconocer sin él, sólo lo que tiene dentro de sí, es esencial para su percepción de las cosas espirituales que él mismo sea espiritual.
 
"El hombre natural", dice el apóstol Pablo, siguiendo a la vez a los hermetistas y a los cabalistas, que son uno en doctrina y método, y difieren sólo en la forma, "no recibe las cosas del Espíritu, ni puede conocerlas porque se disciernen espiritualmente", es decir, por la parte espiritual en el hombre.
 
En la medida en que el hombre desarrolla esta conciencia, se convierte en un órganon de conocimiento capaz de obtener la certeza de la verdad, incluso la más alta; y de "agnóstico" e incapaz de conocimiento, se vuelve "gnóstico", o sea, tiene la Gnosis, que consiste en el conocimiento de sí mismo y de Dios, y de la identidad sustancial de los dos.
 
De esto es obvio que lo que demuestra el agnosticismo de la época actual es simplemente la inmadurez de sus profesores. Es decir la filosofía de la época representa las conclusiones de los hombres que, por muy desarrollados que estén intelectualmente, son todavía rudimentarios con respecto a la conciencia espiritual, y por lo tanto no alcanzan su hombría espiritual y verdadera, la hombría que pertenece al plano superior.
 
Siendo hasta tal punto no humanos sino sub-humanos e ignorantes del significado y las potencialidades del hombre, confunden la forma con la sustancia, y confunden la parte exterior y fenoménica del hombre con el hombre mismo, e imaginan en consecuencia que gratificar esta parte es necesariamente beneficiar al hombre, por muy subversivas que sean para la humanidad real las prácticas a las que recurre.
 
De esta condición de tinieblas espirituales la Gnosis eleva al hombre, y dándole el desiderátum supremo (que es objeto de toda revelación divina proporcionar) una definición de sí mismo, le demuestra con certeza científica la supremacía de la ley moral y la imposibilidad de obtener el bien haciendo el mal, o de escapar a la pena de este último.
 
 
 
La ley de causa y efecto
 
El intento de obtener el bien haciendo el mal sólo lo hace retroceder, empeorando su destino. La doctrina del karma no es menos hermética que la hindú, siendo el término equivalente en la primera Adrasté, una diosa a la que está encomendada la administración de justicia. En el panteón griego aparece como Némesis y Hécate.
 
Todos ellos representan esa ley inexorable de causa y efecto en las cosas morales, en virtud de la cual la naturaleza y las condiciones futuras del hombre son el resultado de las tendencias voluntariamente fomentadas por él en el pasado y en el presente.
 
El método hermético para alcanzar la perfección, en cualquier plano (físico, intelectual, moral o espiritual) es la pureza. No sólo teniendo sino siendo conciencia, el hombre es hombre, y es perceptivo, según la medida en que es puro; pureza perfecta que implica percepción plena, incluso para ver a Dios, como dicen los evangelios.
 
En la misma proporción también tiene poder. El hermético plenamente iniciado es un mago, u hombre de poder, y puede obrar lo que al mundo le parecen milagros, y en todos los planos (físico, intelectual, moral y espiritual) por la fuerza de su propia voluntad. Pero su único secreto de superación es la pureza ya que su único motivo es el amor. Porque el poder con el que opera es espíritu, y el espíritu es agudo y poderoso en proporción a su pureza. Espíritu absolutamente puro es Dios. Por lo tanto los milagros del hermetista, a diferencia del mago, son obrados realmente por Dios, el Dios en y del hombre.
 
 
 
La mente consciente e inconsciente
 
Una palabra sobre el órganon del conocimiento hermético. Este es enfáticamente el modo de la mente llamado intuición. Siguiendo esta en su curso centrípeto, el hombre entra en tales relaciones con su propio ser esencial y permanente (el alma espiritual) como para poder recibir de ella los conocimientos que ha adquirido de las cosas divinas en las largas edades de su pasado. Pero esto no implica menosprecio al otro modo centrífugo de la mente que es el intelecto. Este también debe ser desarrollado y entrenado al máximo, como complemento, suplemento y compañero indispensable de la intuición.
 
Perfeccionando y combinando estos dos, y sólo así, el hombre conoce todas las cosas y se perpetúa. Porque conoce a Dios, y conocer a Dios es tener y ser Dios, y "la dádiva de Dios es la vida eterna".
 
 
 
La ley de la gravitación
 
La ley de la gravitación además impregna todos los planos, tanto el espiritual como el físico, y es de acuerdo con su densidad espiritual que se determina el plano del individuo y depende su condición. La tendencia que trae un alma una vez al cuerpo debe agotarse antes de que el alma pueda prescindir del cuerpo. La muerte del cuerpo no es indicación de que la tendencia haya sido superada, de modo que el alma no será nuevamente atraída a la tierra. Pero es sólo el alma la que así vuelve; no el cuerpo magnético o "astral" que constituye la personalidad externa.
 
 
 
La ley de la reencarnación
 
Una de las principales doctrinas herméticas es la de los múltiples renacimientos del alma en un cuerpo físico. Sólo cuando el proceso de regeneración (un término hermético) está lo suficientemente avanzado como para permitir que la entidad espiritual, que constituye el verdadero individuo, prescinda de una mayor asociación con el cuerpo, queda finalmente libre de la necesidad de un retorno a la materialidad.
 
La doctrina de la correspondencia encuentra aquí una de sus ilustraciones más sorprendentes, pero que sin embargo el principal restaurador moderno y exponente de esa doctrina, Emmanuel Swedenborg, pasó por alto por completo. Esta es la correspondencia en virtud de la cual, así como el cuerpo gasta y muda muchas veces su cubierta exterior de tegumento, plumaje, concha o pelo, para decir nada de su ropaje artificial, así el alma se desgasta y se despoja de muchos cuerpos.
 
Tal es la razón de ser de la doctrina ortodoxa de la transmigración, según los sistemas hermético, cabalístico e hindú. Penetra, ocultamente, toda la Biblia, y está implícita en la enseñanza de Jesús a Nicodemo, toda la cual, como también toda la presentación cristiana, es en su sentido interior, hermética.
 
No es que el nuevo nacimiento en el que insiste Jesús sea algo más que puramente espiritual; pero implica una multiplicidad de renacimientos físicos necesarios para proporcionar el espacio y las experiencias necesarios para la realización del proceso espiritual declarado esencial para la salvación.
 
En vista de que la regeneración debe, como lo admite Swedenborg, tener su comienzo mientras se está en el cuerpo, y también debe llevarse a una cierta etapa avanzada antes de que el individuo pueda prescindir del cuerpo, y también que denota un grado de madurez espiritual mucho más allá de la posibilidad de lograrlo en una sola encarnación o en una encarnación temprana; es obvio que sin una multiplicidad de renacimientos para hacer posible la regeneración, el mensaje del evangelio sería uno, no de salvación, sino de perdición, para la raza en general.
 
Lo que se denomina teológicamente el "perdón de los pecados" depende de la realización en el individuo del proceso de regeneración, del cual el hombre, tal como se expresó herméticamente, tiene la semilla o potencialidad en sí mismo, y en cuyo desarrollo debe cooperar.
 
Haciendo esto, se convierte en "una nueva criatura", en el sentido de que renace, no de materia corruptible, sino del "agua y el espíritu", es decir su propia alma y espíritu se purifican y se vuelven divinos. Así reconstituido en el plano interior y superior del espíritu, se dice que nació de la "Virgen María" y del Espíritu Santo.
 
 
 
El sexo
 
Si bien es puramente místico y espiritual, a diferencia de lo histórico y ceremonial, el sistema hermético se distingue de otras escuelas de misticismo por su libertad de la forma sombría y grosera de considerar a la naturaleza, y su desprecio y odio por el cuerpo y sus funciones como inherentemente impuros y viles (2); y lejos de repudiar las relaciones de los sexos, las exalta como símbolo de los más altos misterios divinos, y ordena su ejercicio como un deber, cuyo cumplimiento, al menos en algunas de sus encarnaciones, es esencial para el pleno perfeccionamiento y iniciación del individuo.
 
Está así impregnado de una apreciación de la belleza y la alegría del tono que lo asimila al griego y lo distingue de la concepción oriental de la existencia, y así redime el misticismo del reproche, demasiado a menudo merecido del pesimismo.
 
El hermetista como el profeta que encontró a Dios en las profundidades del mar y en el vientre del blanco, reconoce la divinidad en cada región y departamento de la naturaleza. Y viendo en "la ignorancia de Dios el mayor de todos los males" (3) busca perfeccionarse a sí mismo, no simplemente para escapar cuanto antes de la existencia como una cosa inherentemente mala, sino para convertirse en un instrumento de percepción capaz de "ver a Dios" en cada región de la existencia en la que pueda dirigir su mirada.
 
El pesimismo atribuido a algunas declaraciones herméticas, especialmente en el "Divino Pymander", es aparente, no real, e implica solo la imperfección comparativa de la existencia en contraste con el ser puro y divino.
 
Es con este fin que se insiste en la renuncia a la carne como alimento, como en el "Asclepio". No perteneciendo ni por su constitución física ni moral al orden de los carnívoros, el hombre puede ser lo mejor que pueda ser sólo cuando su sistema se limpia y se construye de nuevo con los materiales puros derivados del reino vegetal, y indicado por su estructura como su dieta natural.
 
El órganon de la visión beatífica es la intuición. Y no sólo el sistema, cuando se alimenta de carne, es represor de esta facultad, sino que el mismo fracaso del individuo en retroceder ante la violencia y la matanza como medio de sustento o gratificación, es una indicación de su falta de esta facultad.
 
En ningún aspecto el sistema Hermético muestra su superioridad inaccesible a los sistemas pseudo-místicos que en su igual reconocimiento de los sexos. Cierto es que la historia de la Caída es de origen hermético; pero no es menos cierto que se trata de una alegoría que tiene un significado totalmente alejado de lo literal, y de ninguna manera implica culpa o inferioridad, ni a un individuo ni a un sexo. Representando una verdad eterna de importancia divina, esta alegoría se ha convertido en la justificación de doctrinas y prácticas con respecto a las mujeres, que son totalmente falsas, injustas, crueles y monstruosas, y que solo podrían proceder de fuentes elementales e infrahumanas.
 
 
 
En conclusión
 
Toda la historia muestra que es en la restauración del sistema hermético (tanto en la doctrina como en la práctica) que el mundo debe buscar la solución final de los diversos problemas relacionados con la naturaleza y la conducta de la existencia, y que ahora más que en cualquier momento anterior es importante ejercitar la mente humana porque representa aquello a lo que debe conducir en última instancia toda investigación, aunque sea una investigación libre, ilimitada por la incapacidad y no distorsionada por los prejuicios.
 
En cuanto que representa los conocimientos seguros, porque experimentales, acerca de la naturaleza de las cosas que en cualquier época el alma del hombre revela siempre que ha alcanzado la plena intuición. Representando el triunfo del libre pensamiento, es decir un pensamiento que se ha atrevido a sondear la conciencia en todas las direcciones, hacia afuera y hacia abajo, a la materia y los fenómenos, y hacia adentro y hacia arriba, al espíritu y la realidad
 
Representa también el triunfo de la fe religiosa, en cuanto ve en Dios el Todo y en el Todo del Ser; en la Naturaleza, el vehículo para la manifestación de Dios; y en el Alma, educada y perfeccionada a través de los procesos de la Naturaleza, la individualización de Dios.
 
Edward Maitland
 
(Concuerdo en general con lo que dijo el señor Maitland en esta segunda parte de su texto, pero considero que lo dijo de manera muy embrollada, y él mezcla conceptos de hermetismo con teosóficos con científicos y con cristianos, lo que invalida que su explicación sea puramente hermetista como él lo afirma.)
 
 
 
Notas
 
1.    Porque, como hemos determinado posteriormente, " El Camino Perfecto " no es un caso singular de la recuperación del sistema Hermético, siguiendo inconscientemente el mismo método al que se debió originalmente, a saber, la percepción intuitiva y el recuerdo, y totalmente independiente de fuentes extrañas de información.
2.    El término "corrupto", que en la traducción del "Divino Pymander" se aplica a las cosas terrenales, significa simplemente perecedero.
3.    El título de uno de los libros en el "Divino Pymander".
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

2 comentarios:

  1. hOLA cid, Como esta. le quiero comentar sobre el libro illusion de Richard Bach.
    que piensa del libro? Relata sobre un mesías reacio y su aprendiz, y las lecciones trascendentes que le enseñaron acerca de que la realidad es una ilusión. creo que es novela que vale mucho la pena estudiarla incluso esta a la altura de su magnus opus Juan salvador Gaviota. Me sirvio mucho.
    Saludos

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