Lo siguiente fue escrito por el
esoterista Franz Hartmann.
IMPOSTORES Y MANIÁTICOS
“El paraíso de los tontos es el
mundo creado por sus propias ilusiones pero sin el reconocimiento de las verdades
eternas que en ellas subyacen.”
El Diablo es Dios invertido. La
falsedad es la verdad pervertida. El espíritu produce la forma para que sea su
verdadera imagen, pero a pesar de ello la forma no siempre representa las
verdaderas cualidades del espíritu. Así el sol brilla sobre la tierra y sus
rayos producen a la vez lo saludable y lo venenoso, y el espíritu de Cristo
permanece para siempre en su gloria incluso si miles de las llamadas sectas
"cristianas" lo tergiversan a tal grado que su verdadera imagen no
puede ser más reconocida en esas organizaciones.
Del mismo modo, los verdaderos Hermanos
de EL Dorado y La Rosa Cruz todavía existen, incluso si el nombre de su Orden
ha sido mal utilizado por impostores y tontos.
La época en que se popularizó la
idea de las sociedades rosacruces fue una época en donde florecían órdenes de
todo tipo. Los monasterios, conventos y órdenes religiosas se habían convertido
en una verdadera plaga, y en algunos lugares el clero católico, mientras que en
otros el clero protestante, eran casi omnipotentes. La obra de la gran Reforma
apenas había comenzado a funcionar y el pensamiento libre y la libertad de expresión
eran poco conocidos.
El clero protestante no fue menos
intolerante que los católicos que los precedieron, y en algunos lugares estos
últimos todavía estaban en posesión de toda la autoridad que poseían en el
momento de la Inquisición. Como consecuencia del poder de la Iglesia sobre los
ciudadanos, un poder del que los primeros abusaron muy libremente, se hizo
necesario tener sociedades secretas y lugares donde los miembros pudieran
reunirse en secreto e intercambiar sus opiniones sin ser escuchados por espías
y traidores.
Las órdenes secretas de todo tipo
fueron por lo tanto surgiendo en gran número, y sobre todo fueron los masones, una orden que debido a la
fuerza de sus principios, ha continuado existiendo. En ese momento la Masonería
no era lo que es ahora. Un escritor de esa época en una obra publicada en 1666
nos informa que no era una institución política ni cristiana, sino una organización
verdaderamente secreta que admitía como miembros a hombres que estaban ansiosos
por obtener el don inestimable de la libertad de conciencia y se mantenía
secreta para evitar el enjuiciamiento clerical.
Pero el aire de misterio que flotaba
en las logias masónicas también era muy atractivo para todos los que tenían
inclinaciones místicas. Entonces, tal como sucede ahora, circulaban extraños
rumores acerca de los masones y se murmuraban historias descabelladas entre los
ignorantes. Algo que el clero de esa época, como sus hermanos de hoy en día,
ayudaron a poner en marcha, circular y exagerar. Y es así como los masones fueron
acusados de practicar magia negra y hechicería, y algunos individuos incluso
los acusaron de estar aliados con los demonios.
Todas estas cosas sirvieron para
atraer a las logias masónicas no sólo a quienes deseaban la libertad de
expresión, sino también a quienes deseaban aprender secretos prohibidos, y también
a aventureros de todo tipo que buscaban ser admitidos, y a veces lo lograban,
simplemente por curiosidad.
Muchos de los hermanos masónicos
intentaron estudiar y practicar la alquimia, y hay algunos relatos que prueban
que a veces se realizaron experimentos alquímicos exitosos en las logias. Pero en
términos generales, entonces como ahora, aquellos que se unieron a una logia
con el propósito de que se les revelaran algunos secretos muy importantes, estaban
tristemente decepcionados porque además de las ceremonias y formas que juraron
no revelar, y que no tenían más importancia, no se les informó de nada que hubiera
valido la pena revelar.
Pasaron de un grado a otro, pagando
grandes sumas para ser admitidos en grados superiores, y aún no se hicieron las
deseadas revelaciones, y todo lo que aprendieron en tales ocasiones fue alguna que
otra forma de ceremonia, cuyo conocimiento apenas valía el precio que habían pagado
por ello.
Por lo tanto no es sorprendente que
cuando estalló la manía rosacruz y cuando se creyeron plenamente los relatos
más exagerados sobre los grandes poderes de esa antigua Orden, los masones
abrieron sus filas a cualquiera que se suponía que era rosacruz, y que si este
último lograba hacer creer a los hermanos que en realidad era una persona tan
favorecida, de inmediato obtenía una gran influencia en esa logia masónica.
Estas circunstancias abrieron las
puertas de las logias masónicas a un gran número de aventureros, vagabundos y
charlatanes, y especialmente a los "jesuitas" tanto católicos como
protestantes que no tardaron en ver su ventaja y en ganar la admisión a las
logias bajo el disfraz de hacerse pasar por rosacruces.
Estos individuos fingían estar en
comunicación con ciertos seres superiores desconocidos, o algún gran patriarca
de Jerusalén o alguien invisible cuyas órdenes debían ser obedecidas sin hacer
preguntas, pero cuyos nombres no debían ser revelados; y para hacer tales
supuestas directivas más efectivas, produjeron cartas y documentos
aparentemente provenientes de tales superiores, pero que ellos mismos habían
escrito y sellado.
En algunas ocasiones realizaron
trucos de prestidigitación y produjeron apariciones simuladas de fantasmas y
personas fallecidas con el propósito de engañar a los miembros de la logia y
hacerles creer en sus poderes sobrenaturales. Y una vez su propósito logrado, hicieron
de la masonería su herramienta y utilizaron el poder que obtuvieron para el
avance de sus propios intereses.
Se podría escribir volúmenes enteros
llenos de relatos divertidos sobre las acciones de los pseudo-rosacruces, pero aquí
sólo tenemos espacio para unos pocos ejemplos, y para ello seleccionaremos
aquellos cuya influencia en la historia fue de considerable importancia.
Schroepfer von Steinbach
Uno de los aventureros de quien
todavía los investigadores se cuestionan si poseía o no poderes ocultos, fue el
reputado Schroepfer, un
posadero en bancarrota de Leipzig. Su único objetivo parecía ser ganar tanto
dinero como pudiera y gastarlo fastuosamente. Asumió el nombre de "von
Steinbach" y fingió ser un coronel francés, y haber sido designado por el
duque de Orleans como embajador secreto enviado a reformar la Masonería y a
establecer una conexión con los jesuitas, que en ese momento estaban alejados
de ellos.
Estos jesuitas, dijo, estaban en
posesión de una enorme cantidad de tesoros que le habían confiado a su cuidado,
pero su intención era utilizar ese dinero en beneficio del país y quien
quisiera obtener una parte tendría que confesarse y mejorar su vida.
Es casi increíble que cualquier
persona cuerda haya creído tales mentiras, sin embargo cuando se ofrece la
posibilidad de obtener dinero, la mayoría de la gente está dispuesta a creer
casi cualquier cosa. Además que Schroepfer tenía una gran habilidad para
ganarse la confianza de quienes se acercaban a él y también tenía algunos
conocimientos de química, lo que le daba un aire científico por lo que sucedió
que incluso algunas personas de alta posición social creyeran en sus
afirmaciones.
Para hacerse con todo el poder sobre
sus incautos, él depositó en un banco de Frankfurt un paquete sellado que podía
entregársele posteriormente cuando él lo quisiera; se decía que este paquete
contenía varios millones en billetes de banco, pero como posteriormente se
descubrió no contenía más que papel marrón. Y con la solidez de ese supuesto
depósito que en ese entonces "no se podía tocar", pidió prestado
grandes sumas de dinero. Incluso se ganó la confianza del duque de Cairland, en cuya presencia provocó
la aparición del espíritu del Caballero de
Sajonia en su palacio, y esta escena fue descrita por un testigo ocular
de la siguiente manera:
« La
gran sala en la que iba a aparecer el fantasma tenía la forma de un teatro, y
anteriormente se había utilizado con el propósito de representar obras de
teatro y óperas privadas. Los espectadores estaban sentados en semicírculo y recibieron
órdenes estrictas de no dejar sus asientos bajo ninguna circunstancia, ni tocar
ni examinar ninguno de los aparatos para el proceso del conjuro porque de lo
contrario surgirían las consecuencias más espantosas, y también se les hizo
jurar que luego no revelarían lo que habían visto.
Estuvieron presentes el duque y su
ministro, von Wurmb, y otros dignatarios. Entonces Schroepfer apareció, asintió
con la cabeza a la asamblea y caminó con altivez hasta la plataforma. El duque
había deseado ver la aparición del Caballero de Sajonia, y Schroepfer lo consintió.
De repente todas las velas de la habitación
se apagaron a la vez y todos los presentes sintieron que una sensación de miedo
se apoderaba de ellos. Al mismo tiempo un humo estupefaciente de un incienso
que Schroepfer quemaba llenó la habitación. Poco a poco la plataforma se hizo
más luminosa, mientras que el lugar para los espectadores permaneció en la
oscuridad. Una especie de luz azulada brillaba sobre los rostros de estos
últimos, lo que les daba a todos un aspecto fantasmal.
Poco a poco, una nube se hizo
visible en el fondo del escenario. Al principio era solo como una fina niebla,
pero paulatinamente se fue haciendo más sólida. Poco a poco asumió los
contornos de una forma humana, los detalles de la figura se aclararon y se pudo
ver y reconocer un rostro; era la viva imagen del Caballero de Sajonia.
El duque al ver a su pariente muerto
de pie frente a él, estalló en una exclamación de horror. La aparición levantó
el brazo. Todos estaban aterrorizados, ninguno se atrevía a hablar. Hubo
profundos respiros.
Entonces el fantasma comenzó a
hablar con voz hueca quejándose de que lo habían perturbado mientras dormía en
la tumba. El duque parecía estar a punto de desmayarse, pero como era un hombre
valiente se levantó y por un momento pareció que su razón quería vencer la
superstición.
Colocando su mano sobre su espada,
exclamó:
- "¡Ilusión del infierno! ¡Vuelve al lugar de donde viniste! "
En ese momento la espada se le cayó
de la mano como si se hubiera quedado paralizado repentinamente. La aparición
se había ido y la habitación estaba oscura. De repente, tan rápido como se
habían apagado, las velas comenzaron a arder de nuevo y todos vimos a Schroepfer con su largo hábito de terciopelo negro, más pálido que de
costumbre, con el sudor en la frente, parecido a un hombre que acaba de escapar
de un gran peligro.
- "Su Excelencia",
dijo Schroepfer, "puede felicitarse de que no hayamos sido todos asesinados.
Solo los conjuros más poderosos de mi parte pudieron evitar que la aparición no
nos matara. Fue el momento más terrible de mi vida."
El duque se disculpó y finalmente
pidió perdón prometiendo ser más obediente en alguna ocasión futura. »
Había muchas personas a las que
Schroepfer había pedido prestado dinero, y a veces incluso grandes sumas, y
todos se impacientaron y querían que se les pagara. Por lo que Schroepfer se
vio obligado a sacar el paquete del banco y se descubrió que no tenía valor.
Pero incluso eso no fue suficiente para destruir la confianza de los incautos
debido a que estos estaban tan convencidos de que Schroepfer era un gran Adepto
Rosacruz y que simplemente él estaba poniendo a prueba su fe.
- "¿Podemos
nosotros en nuestra ignorancia", decían ellos, "leer en el corazón
del Maestro y conoces sus intenciones? Probablemente a cambio de nuestras
mundanas riquezas él nos dará la piedra filosofal imperecedera".
Sin embargo la paciencia se agotó y
los acreedores se negaron a seguir recibiendo únicamente fútiles pretextos,
ellos querían de vuelta su dinero de modo que seleccionaron una delegación la
cual fue enviada a Leipzig donde Schroepfer había ido para escapar de sus
acreedores.
Cuando entraron en su habitación, él
les dio la bienvenida de una manera amable y lleno de seguridad les respondió:
- "Ya me habían informado
de vuestra llegada y los he estado esperando".
- "Entonces",
le contestaron, "usted también sabrá que hemos venido con el propósito de
obtener un arreglo sobre nuestros asuntos financieros".
- "¡Qué!"
–exclamó Schroepfer asombrado– ¿dudan de mí?
- "Yo no",
respondió el que dirigía, "pero algunos de mis amigos si lo hacen".
- "¿Y usted
señor?" preguntó Schroepfer, volviéndose hacia otro y clavando sus ojos en
él."
La
persona a la que se dirigía tembló y empezó a balbucear una excusa, pero
Schroepfer cuyo rostro asumió una sonrisa triunfante, prosiguió:
- "¡Oh, hombres de
poca fe! Sois peor que el incrédulo Tomás quien era más obstinado que Pedro,
que negó tres veces a su Maestro. He abierto ante vosotros los portales del
mundo de los espíritus y os he hecho ver a sus habitantes, y todavía dudáis de
mi poder. Quería llevarlos al santuario más íntimo y hacerlos más ricos que
todos los reyes de esta tierra, pero no habéis resistido a la prueba que os he
impuesto. ¡Qué vergüenza! Sin fe y confianza no se puede realizar ningún
milagro. La duda es el gran pecado del mundo".
- "¡Piedad, gran
maestro!" exclamó uno; "No castiguéis al inocente con el culpable, yo
no he dudado de usted".
- "Lo sé",
respondió Schroepfer, "y por el bien de un solo hombre, perdonaré los
pecados de los demás. Las riquezas que anhelan vuestros corazones pecaminosos
serán colmados, se hará lo que prometí; pero mejor hubiera sido mejor para ustedes
si hubierais elegido la sabiduría oculta en lugar de las posesiones que con la
muerte se desvanecen".
Entonces los hombres le pidieron
perdón, y Schroepfer se volvió menos severo y los perdonó por dudar de él.
Prometió de no solo develarles todos los secretos de los Rosacruces, sino que
también fijó un día determinado para el pago de la deuda.
Las revelaciones sobre los secretos rosacruces
nunca llegaron, pero si llegó el día señalado para el pago de la deuda, y la
noche anterior a ese día Schroepfer invitó a todos sus acreedores a su casa. La
cena que se sirvió fue excelente y el vino de primera calidad.
Schroepfer estaba de muy buen humor,
más hablador que de costumbre, y divertía a sus invitados con algunos
ingeniosos trucos de prestidigitación, atribuyéndolo todo por supuesto a los
espíritus. Pasó la medianoche y los invitados se prepararon para partir hacia
sus residencias, pero el anfitrión se opuso.
- "No los dejaré
ir", dijo, "pueden dormir todos aquí, y mañana antes del amanecer les
mostraré algo completamente nuevo. Hasta ahora les he mostrado a personas
muertas a las que he devuelto a la vida, pero mañana les mostraré un hombre
vivo al que creerán que está muerto."
Luego tomó su copa llena de vino y
la hizo sonar al hacerla tintinear con cada una de las copas que sostenían los
demás, pero al acercarse al último, su copa se rompió en pedazos.
- "¿Qué significa
esto?" preguntó uno.
- "El destino de
la humanidad", respondió Schroepfer, "se escapó el vino de la vida,
la vasija se rompió en pedazos; estoy lo suficientemente fatigado como para
morir".
Se quedó dormido y los invitados
siguieron su ejemplo, durmiendo en los sillones y en los salones tan bien como
pudieron.
Temprano en la mañana, Schroepfer los
llamó para que se despertaran diciéndoles que era hora de irse. Todos salieron
juntos del pueblo hacia un lugar casi solitario llamado "Rosenthal".
Schroepfer guardó silencio, se le veía
muy serio. Llegado al lugar de destino, ordenó a sus compañeros que
permanecieran donde les señaló y les dijo:
- "No se muevan hasta
que os llame para que me ayudéis a levantar el tesoro enterrado. Ahora voy a
ese bosquecillo donde pronto verán una maravillosa aparición".
Con una sonrisa satírica en su
rostro pálido se dio la vuelta y desapareció entre los arbustos. Pronto sonó
desde allí un sonido como el de un disparo de pistola. Los hombres pensaron que
quizás lo había disparado algún cazador y no le prestaron más atención.
Ellos esperaron, el tiempo pasaba y
no sucedía nada. No se atrevían a dejar sus lugares temiendo despertar la ira
del mago por desobedecerle. La niebla de la mañana se había convertido en una
fina lluvia lo que hacía que su posición fuera muy incómoda. Se impacientaron y
se consultaron los unos con los otros sobre lo que debían de hacer, y mientras
discutían el tema, algunos proponían seguir a Schroepfer a los arbustos mientras
que otros lo objetaban arguyendo que al hacerlo podrían interrumpir sus
encantamientos, o al menos darle una excusa para no obtener el tesoro.
Finalmente un extraño apareció y se
acercó. Su aparición fue tan repentina que casi pareció milagrosa, y les dijo:
- "Sé a quién estáis
esperando, pero el señor Schroepfer no vendrá; está muerto".
- "¡Tu
mientes!" exclamó uno de la compañía, muy indignado por esta intrusión.
En lugar de responder, el extraño
dio una señal secreta que demostró que era uno de los superiores de una alta Orden
masónica, por lo que todos los presentes se inclinaron respetuosamente, y luego
les dijo:
- "Síganme y verán que les digo la verdad".
Lo siguieron al interior del bosque
y allí encontraron al mago muerto sobre el césped. Tenía una pistola en la mano
y la bala había penetrado su corazón.
_ _ _
Así pereció un hombre que aunque era un impostor, sin
embargo puede haber estado en posesión de algún conocimiento oculto, pero que no
tenía la fuerza suficiente para resistir a las tentaciones de los sentidos y
usó indebidamente sus poderes para la gratificación de su yo personal.
Otros Pseudo-Rosacruces
Johann
Christoph Woellner fue el hijo de un clérigo
protestante que residía cerca de Spandau y se convirtió en predicador de la
comunidad evangélica de Grossbehnitz, cerca de Berlín.
Mientras estaba en esa posición
logró seducir a la hija de su patrón, el general Itzenplitz, y la familia
finalmente consintió en un matrimonio que no pudieron evitar. El asunto fue aún
más escandaloso por el hecho de que Woellner hizo el amor con la madre de la
niña antes de casarse con esta última. Y con este matrimonio adquirió una considerable
fortuna.
Él estaba muy inclinado al
misticismo y pronto se convirtió en uno de los miembros más activos y
destacados de los “Rosacruces”. Su nombre en la logia era Chrysophron y
por la influencia de sus amigos obtuvo una posición influyente que utilizó para
el avance de sus propios intereses egoístas y finalmente obtuvo una posición en
la corte prusiana.
Parecía externamente muy modesto y
manso, mientras que al mismo tiempo su vanidad y ambición no tenían límites y
ningún medio le resultaba demasiado vil si con ello podía lograr su propósito.
Su frente baja indicaba a una persona de poca inteligencia pero con mucha
astucia. Sus pequeños ojos miraban continuamente hacia abajo y sus modales eran
los de un piadoso monaguillo.
Las almas similares se encuentran y
por consiguiente se volvió muy amigo de Bischofswerder,
otro pseudo-rosacruz que fue ministro de Estado y favorito del rey Federico
Guillermo II de Prusia, y él en compañía de su amigo trabajaron juntos para la
destrucción de la libertad religiosa de ese reinado como se describirá más
adelante.
Otro de la misma clase fue el pastor
Johann August Stark, un
predicador evangélico, pero secretamente católico y aliado de los jesuitas. Fue
un hipócrita extraordinario. Pero aún peor y más ridículo fue su discípulo, el
pseudo-rosacruz Mayr, un
personaje muy excéntrico y muy fanático.
Cojeaba, era calvo, entrecerraba los
ojos y tenía un aspecto muy poco atractivo. Un tronco ancho con una inmensa
cabeza hidrocefálica descansaba sobre sus piernas delgadas y débiles. Por lo
general vestía pantalones y chalecos negros y un abrigo de color naranja.
En una ocasión mientras predicaba
disparó con una pistola desde el púlpito a un hombre que dormía durante el
sermón y lo hirió exclamando: "¡Te desperté!" Tenía todo tipo de
religiones. Por la mañana iba a la misa católica, luego predicaba en la iglesia
protestante, y luego pasaba sus tardes en la sinagoga judía o con los
menonitas, y por la noche iba a la logia masónica.
Las consecuencias
Estos fueron algunos de los tipos de
"rosacruces" que infestaban las logias masónicas de aquellos tiempos
y es un milagro que no hayan terminado por destruir a la Masonería. Algunos de
ellos eran impostores, otros eran simples tontos, y no pocos se imponían a
estos últimos, mientras que al mismo tiempo éstos eran los embaucadores de
otros.
Y esta confusión que produjeron esos
diferentes miembros incompatibles entre si que componían a las logias masónicas
(librepensadores, pietistas, hombres razonables, impostores y supersticiosos tontos)
no podía tardar en producir fuertes escisiones en las logias, y estas naturalmente
se dividieron en dos grupos de los cuales uno manifestaba progresión y
tolerancia, mientras el otro expresaba intolerancia y superstición.
Entre este último estuvo la Sociedad
de la Cruz quienes en su iniciación debían prestar el siguiente juramento:
"En nombre del crucificado juro romper todos los lazos que me unen a mi
padre, madre, hermanos, hermanas, esposa, parientes, amigos, novios, rey,
benefactores o cualquier otro ser humano a quien pueda haber jurado obedecer,
para pertenecer enteramente a Cristo”.
El Príncipe Heredero, que luego se
volvió el Rey Federico Guillermo II de Prusia, era miembro de una logia
masónica y un gran admirador de Woellner y Bischofswerder, quienes ejercían su
nefasta influencia sobre él, y siempre que el desafortunado príncipe parecía
estar sujeto a dudas sobre los poderes sobrenaturales de sus amigos, estos lo
calmaban nuevamente haciendo que el espectro de algún amigo muerto apareciera
ante él.
Lo cual no fue nada difícil de hacer
ya que ellos estaban en posesión de toda la parafernalia necesaria para
realizar trucos de prestidigitación, como linternas mágicas, baterías
eléctricas, etc.; y no había peligro que sus trucos fuesen a ser detectados
debido a que los espectadores tenían que permanecer dentro de un cierto círculo
"mágico" del que no se les permitía salir porque si lo hacían las
consecuencias serían las más espantosas, o tal vez incluso fatales para todos.
Sus adversarios
Los mayores enemigos de los llamados
"Rosacruces" fueron
los Illuminati, una organización secreta que se extendió por toda
Alemania. A la cabeza de esta se encontraba el concejal Weishaupt, antiguo profesor de la Universidad de Ingolstadt, en
Baviera.
Él había sido educado en su juventud
en un convento de jesuitas, pero luego se convirtió en un acérrimo enemigo de
esa orden. Quería liberar a la gente de los lazos del fanatismo mediante la difusión
de sus ideas cosmopolitas y para ello fundó la Orden de los Illuminati utilizando los símbolos y
fórmulas masónicos ya existentes.
Proclamó que el objetivo de su orden
no era interferir con la Iglesia o el Estado, sino que tenía la intención de
trabajar para la mejora moral de la humanidad, hacer el bien, prevenir el mal y
difundir conocimientos útiles a todas las partes del mundo. Y los requisitos
necesarios para convertirse en un miembro de su orden los describo a
continuación:
"Aquel que no es sordo a la voz
del sufrimiento, y cuyo corazón está abierto a la caridad, y que es hermano y
amigo de los desdichados, es nuestro hermano. Debe amar a todas las criaturas y
no causar dolor ni siquiera a un gusano, debe ser constante en la adversidad,
infatigable en hacer el bien, valiente en la superación de las dificultades. No
debe mirar con desprecio a los débiles, debe estar por encima de toda
consideración egoísta y personal, y estar ansioso por beneficiar a la
humanidad. Debe evitar la holgazanería y no considerar que ningún tipo de
conocimiento esté por debajo de su dignidad para investigar. Pero el objetivo
principal de su vida debe ser el logro del autoconocimiento. El quien se atreve
a hacer lo que su propio corazón le ordena hacer es apto para convertirse en
miembro de nuestra orden".
Su orden, como todas las órdenes
secretas, poseía el encanto que siempre rodea lo misterioso. Tenía tres grados:
el primero estaba formado por los novicios y los minervales.
Después de aprobar un examen, el candidato era aceptado en un grado superior
que consistía en el grado menor
y mayor de illuminati
(iluminado) y finalmente estaba el grado más alto: los sacerdotes.
Según las ideas de Weishaupt, el
objetivo principal de la religión verdadera era elevar al hombre a una
concepción más elevada de su verdadera naturaleza y destino, y así llevarlo hacia
la realización de ese estado superior de dignidad humana. Pero esto no podría
lograrse por la fuerza sino simplemente mediante la difusión del conocimiento,
desplazando así la ignorancia y la superstición.
Weishaupt consideraba que si los
hombres pudieran darse cuenta de la necesidad de la virtud y estar unidos por
el amor fraternal, entonces el vicio, la inmoralidad, la degradación y la
pobreza dejarían de existir y los hombres se convertirían en sus propios
gobernantes y guías.
Además él intentó demostrar que el
verdadero cristianismo (esotérico) no era una religión popular, o una religión
para el vulgo, sino que era un sistema de filosofía, dado en símbolos, la cual
era solo comprensible para aquellos que estaban lo suficientemente avanzados
como para ser instruidos y era deber de los Illuminati estudiar el lado
esotérico de los sistemas religiosos y tratar de comprender su significado.
El rango más alto en el grado más elevado
era el de Regente. Los regentes eran los superiores de la Orden, y solo
los miembros más útiles y virtuosos eran admitidos en ese rango después de
haber pasado por largas y severas probaciones. (1)
Pronto los Illuminati se convirtieron en el objeto de temor y
sospecha para los gobiernos, especialmente en Baviera. Un clérigo protestante, Lange, murió accidentalmente por un
rayo y cuando su cuerpo fue examinado por las autoridades, encontraron algunos
papeles relacionados con esta Orden y una lista de algunos de sus miembros
destacados. Esa fue la señal para una persecución e inquisición de sus miembros.
Muchas de las personas más nobles y eminentes fueron encarceladas o
desterradas, otras huyeron, y se puso precio a la cabeza de Weishaupt, quien
sin embargo pudo escapar a Gotha
donde encontró asilo. (2)
Aún así la Orden de los Illuminati continuó existiendo y
entre ellos y los “Rosacruces”
existía la misma animosidad que ahora existe entre los Liberales y los Ultramontanos,
o entre los Progresistas y los Conservadores. Cada grupo denunciaba al otro, y es
cierto que cada uno de ellos tenía algo de razón, pero mientras que los Pseudo-Rosacruces
intentaron empujar al pueblo todavía más hacia la oscuridad y la superstición, en
cambio los Illuminati les dieron al pueblo una luz que el pueblo desafortunadamente
no entendió, y al socavar la autoridad del sacerdocio que gobernaba al pueblo a
través del miedo, también socavaron la autoridad de la ley por la cual el
pueblo debe ser gobernado mientras no pueda todavía gobernarse por si mismo.
Al rey Federico el Grande no le
importaban estas disputas religiosas. En sus dominios todo el mundo tenía la libertad
de seguir la religión que quisiera, y todos los esfuerzos de los “Rosacruces”
estaban por lo tanto dirigidos a mantener su poder sobre el Príncipe Heredero,
y eso si lo consiguieron.
El Príncipe Heredero era un hombre
de buen corazón pero de mente débil, cuyas fuerzas se habían agotado hasta
cierto punto por un disfrute demasiado sensual. A menudo sufría episodios de
gran depresión y meditaba sobre su pesar por el pasado. Necesitaba algo de
consuelo y esto intentaba encontrarlo en los brazos de la condesa de Lichtenau
y en otras ocasiones en las reuniones con los pietistas y los "Rosacruces"
Bischofswerder y Woellner.
Estos "Rosacruces"
utilizaron todos los medios que pudieron para obtener poder. Calumniaron a
Federico el Grande y vieron en él a su mayor enemigo porque sus medidas
liberales les impedían imponer sus ideas estrechas y de intolerancia sobre el
pueblo. Atemorizaron al crédulo Príncipe Heredero pintándole y exagerándole las
funestas consecuencias de la difusión de las doctrinas "irreligiosas"
y propusieron restaurar la Inquisición en forma protestante.
Federico el Grande murió; Federico Guillermo II se
convirtió en rey; pero en realidad él estuvo siendo gobernado por
Bischofswerder y Woellner, y por sus amantes. Uno de los primeros intentos
exitosos del primero fue restaurar en gran medida el poder de Roma en la Alemania protestante.
Woellner se convirtió en ministro del departamento religioso y pronto siguió la
publicación del infame "Edicto Religioso" del 9 de julio de
1788.
En este edicto todos fueron
advertidos por orden del Rey de subordinar su propia razón a los dogmas de la
Iglesia, y quienes contravinieran esta orden fueron amenazados con la pérdida
de los cargos que ocupaban y con la cárcel.
Generosamente permitieron que todos
creyeran lo que quisieran, pero prohibieron enérgicamente cualquier expresión
de opinión con respecto a los asuntos religiosos, y aquellos que se atrevieran
a ridiculizar al clérigo serían amenazados con el castigo más severo. Y al mismo
tiempo se estableció la censura,
de modo que nada pudiera imprimirse y publicarse sin antes haber sido sometido
a las autoridades clericales para su aprobación.
La excitación causada por este
vergonzoso edicto fue terrible. Los Illuminati dirigidos por el librero Nicolay, en Berlín, protestaron pero
sus escritos fueron confiscados.
Woellner se rodeó de
"rosacruces" y pietistas y se instituyó una "junta de examen
espiritual" que examinó a cada candidato para un cargo con relación a su
credo antes de que pudiera ser nombrado. Examinaron a todos los clérigos y
maestros de escuela y expulsaron a todos aquellos que no eran hipócritas y se
atrevían a decir lo que pensaban.
Publicaron un miserable catecismo
escrito en mal latín en el que se prescribía qué la persona tendría que creer
antes de poder aprobar el examen. Se introdujeron escuelas pietistas y libros
de himnos y se intentó todo lo posible para hacer a la gente más estúpida de lo
que ya era.
La desgracia que trajeron estos Pseudo-Rosacruces al nombre de la Rosacruz
fue tan grande que incluso hasta el día de hoy, el público en Alemania cree que
todo lo relacionado con el Rosacrucismo es idéntico al fanatismo, el pietismo,
la hipocresía, la picardía, el animalismo y lo absurdo.
Apuntes
- Ver Weishaupt, "Relaciones con el hombre".
- Esto tuvo lugar en el año 1758, bajo el reinado de Maximilian Joseph, a quien se ha llamado “El Amado” por su bondad. Las doctrinas de Weishaupt no eran otras que las doctrinas de Cristo, pero no estaban de acuerdo con los intereses personales de los sacerdotes "cristianos" autocráticos que siempre han sido los verdaderos enemigos de la verdad y la luz, y los sirvientes de las tinieblas y el mal.
(En el Pórtico del Templo de la
Sabiduría, capítulo 6)
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