LA LEY MORAL DE COMPENSACIÓN

 

En este artículo William Judge indaga acerca de la manera como él sospecha que opera el karma.

 

 

“Pues aun con las piedras del campo tendrás alianza, y las fieras del campo tendrán paz contigo.”

(Job 5:23)

 

« Como teósofo occidental, me gustaría presentar a mis hermanos hindúes algunos pensamientos respecto a lo que considero es la operación del karma o por lo menos una parte de ésta.

 

Parece innegable que entre todas las leyes que conocemos, ésta es la más poderosa y presenta el mayor número de complicadas ramificaciones, razón por la cual el espíritu humano encuentra difícil el progreso ascendente al cual todos anhelamos. Muy a menudo estoy obligado a pensar que esta ley es la que perpetúa el mundo, con sus engaños, sus tristezas, sus ilusiones; y si pudiésemos comprenderla, evitando entonces su operación, el nirvana se volvería una realidad para toda la familia humana.

 

En un número anterior, un respetado hermano de Ceilán hablando con autoridad, nos mostró cómo responder a la interrogante muy común:

 

¿Por qué vemos a un ser humano bueno vivir en la pobreza, mientras que la persona mala está rodeada de riqueza? y ¿por qué muy a menudo un individuo bueno pasa de la prosperidad a la desesperación, mientras que una persona mala después de un cierto período de sufrimiento, experimentado para equilibrar su vida, obtiene simplemente éxito y riqueza?

 

El hermano de Ceilán respondió que nuestras acciones en cualquier momento de la vida son como las flechas lanzadas de un arco, en cuanto que nos afectarán en la próxima vida proporcionándonos recompensas o castigos.

 

Pero para aceptar su explicación es necesario creer en la reencarnación. En cuanto a su explicación, ésta es satisfactoria pero no entró en el tema de manera más profunda como su amplio conocimiento le permitiría. Esperamos nos envíe ulteriores escritos acerca de este tema.

 

Aún no he encontrado en ningún lugar el fundamento del funcionamiento de esta ley: cómo y por qué actúa en cada caso particular.

 

Afirmar que vilipendiar a los otros nos condenará a una existencia miserable en nuestra próxima reencarnación es una declaración lo suficientemente definida, pero se presenta sin una razón; pues a menos que aceptemos estas enseñanzas ciegamente, no podemos creer que esto cause tales consecuencias.

 

Para suscitar la atención de nuestras mentes, debemos presentar una razón clara y racional. Debe existir alguna ley para este caso particular, si no la declaración no puede ser aceptada.

 

La fuerza contenida en el daño perpetrado debe infringir alguna regla natural produciendo desacuerdo en el mundo espiritual, manifestándose en consecuencia como castigo para el ofensor en una existencia futura. Y si no aceptamos esto, otra razón posible es que tal condición ha sido ordenada. Pero ésta no es una razón, porque ningún teósofo creerá que algún castigo sea mandado, salvo aquello que el ser humano se inflige a sí mismo.

 

Como este mundo es un mundo producido por la ley, movido por la ley y gobernado por la operación natural de las leyes universales que no necesitan que nadie las ordene, pero que invariable e infaliblemente operan por sí mismas; entonces debe concluirse que cualquier castigo sufrido de esta manera no se debe por una orden divina, sino que se sufre porque la ley natural opera por sí misma.

 

Y además nos vemos obligados a aceptar este punto de vista, porque creer que fue ordenado supondría la existencia de alguna persona, mente, voluntad o inteligencia en particular para ordenarlo, lo cual es un concepto inaceptable para el individuo que cree y que sabe que la operación de número, peso y medida, junto a la armonía produjeron y gobiernan al mundo.

 

Por lo tanto deberíamos aprender la manera en la cual obra la ley que condena al ofensor de una persona justa a una existencia futura difícil, para que así una vez adquirido tal conocimiento, podríamos encontrar la forma y el poder de aplacar el terrible monstruo de la compensación, efectuando algún acto particular que pueda restablecer la armonía interrumpida; si quizá cometimos inconsciente o inadvertidamente tal pecado.

 

Imaginemos el caso de un niño nacido en una familia rica, pero con una inteligencia escasa, un idiota en realidad. Solo que en vez de ser un retrasado tranquilo, él es muy malo y cuando puede pasa su tiempo atormentando a insectos y animales.

 

Vive, digamos diecinueve años, y ha pasado ese tiempo cometiendo su malicioso tormento sobre la vida animal indefensa. él ha obstaculizado muchos espíritus en sus senderos ascendentes y seguramente ha infligido dolor y ha causado un atropello moral.

 

El hecho de su idiotez no es una restauración de la desarmonía. Cada animal que torturó tenía su propio espíritu elemental particular, similarmente a cada flor que rompió en pedazos. ¿Qué sabían estos espíritus de su idiotez? Y aunque hubiesen sabido de su idiotez, siendo seres irracionales, ellos no podían discernir y ver en esto una excusa para las acciones de ese muchacho. Por lo tanto qué sintieron después de la tortura, si no deseo de venganza.

 

 

Supongamos que el muchacho muera a los 19 años y después de un período renazca en un cuerpo dotado de más inteligencia de lo normal. Ya no es un idiota, sino un hombre sensible y activo que tiene la posibilidad de reengendrar el espíritu de cada hombre, sin las cadenas de su idiotez.

 

¿Cuál será el resultado de las malas acciones de su existencia anterior? ¿Se quedarán sin castigo?

 

 

Yo creo que no.

 

 

¿Cómo deberían ser castigadas?

 

Y si la compensación llega, ¿de qué manera la ley obrará sobre él?

 

Según mi punto de vista existe sólo una manera y es por medio del destemple engendrado en los espíritus de estos seres irracionales que él torturó durante los 19 años de su vida anterior.

 

¿Pero cómo?

 

 

En la manera siguiente: durante la agonía causada por la tortura, estos seres al morir dirigieron su mirada hacia su torturador, imprimiendo entonces la imagen espiritual de él en sus espíritus, por efecto del exceso del dolor y el deseo de venganza. Ésta es la única manera mediante la cual ellos podían recordar a su torturador, y por lo tanto este último al convertirse en un espíritu desencarnado, se le ataron hasta que volvió a reencarnar.

 

Ahora estos seres pueden ver sólo por medio de sus ojos y se vengarán precipitándose desde su mirada, hacia todo asunto en el cual él se dedica, causándole fracasos.

 

Aunque esto suscita la interrogante concerniente al sentido en que estos elementales se precipitan de su mirada.

 

Según los antiguos, la luz astral (Akasa) se proyecta de los ojos, los pulgares y las palmas de las manos.

 

Y como los elementales existen en la luz astral, ellos podrán ver sólo mediante los vehículos del organismo humano empleados por la luz astral para viajar desde la persona. Los ojos son lo más conveniente, así, cuando tal individuo dirige su mirada hacia una cosa o una persona, la luz astral se derrama de allí y mediante ésta, los elementales ven lo que la persona está observando.

 

Lo mismo acontece si debiera magnetizar a un individuo, los elementales se proyectarán de sus ojos y manos sobre el sujeto magnetizado, perturbándolo.

 

Y así podemos suponer que si nuestro idiota reencarnado empieza un negocio que necesita su constante vigilancia, los elementales irán con él, lanzándose sobre toda cosa hacia la cual dirige su mirada, causándole fracasos.

 

~ * ~

 

Gradualmente cada uno pasará de la esfera de la necesidad a aquella de la probación en este mundo, y al final cuando todos desaparecen, él tendrá éxito en cada uno de sus planos y se le ofrecerá la oportunidad para cosechar la vida eterna.

 

Encontrará entonces la realización de las palabras de Job mencionadas al principio del artículo, o sea que estará en “armonía con las rocas del campo y en paz con los animales”.

 

Esta frase proviene de los antiguos egipcios que tenían un gran conocimiento. Ellos, recorriendo los caminos secretos de la sabiduría, desconocidos a las aves e invisibles a los ojos del cóndor, descubrieron estas leyes ocultas una dentro de la otra, como las ruedas de Ezequiel que gobiernan el Universo.

 

La teoría esquemáticamente delineada en la ilustración anterior es la única razón posible para explicar el versículo mencionado. Y la ofrezco solamente como posible solución o respuesta a la interrogante concerniente a lo que es la racionalidad de la operación de la Ley Moral de la Compensación en aquel caso particular acerca del cual podría aún citar un ejemplo viviente. Pero no responde al caso del castigo merecido por haber denigrado a un hombre justo.

 

Pediré a los eruditos amigos del editor del “The Theosophist” ofrecernos una explicación y aún una indicación concerniente a la mitigación de los horrores de nuestro castigo, para que nos sintamos siempre más en armonía con las rocas y los animales que nos acompañan en este mundo. »

(Theosophist, octubre de 1881)

 

 

 

 

 

 

OBSERVACIÓN

 

No sabría decirles si los elementales operan su venganza de la manera como lo conjeturó William Judge, pero no estoy de acuerdo con el ejemplo que él dio, debido a que el maestro Kuthumi especificó que el karma negativo solo se te regresa en la medida en que eres consciente de tus acciones, y dado que el muchacho que teorizó William Judge era un idiota, ese muchacho no estaba en gran medida consciente de sus acciones (a causa de su incapacidad mental) y por lo tanto él no será totalmente responsabilizado de sus actos.