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LAS EXPERIENCIAS QUE TIENEN LOS HOMBRES PRIMITIVOS EN EL ASTRAL DESPUÉS DE MORIR, SEGÚN ATKINSON

 
 
Sobre estas experiencias, William Atkinson en su libro “La vida después de la muerte”, señaló lo siguiente:
 
« El hombre y la mujer de cultura y refinamiento civilizado, generalmente se inclinan a sonreír ante las tradiciones religiosas de los pueblos primitivos, y tal vez a experimentar un sentimiento de desagrado por los bajos ideales que tienen las razas bárbaras y semi-bárbaras, tal como se manifiestan en sus concepciones primitivas sobre lo que es para ellos el mundo celestial.
 
Pero el ocultista experimentado a su vez puede sonreír ante la complacencia engreída de muchos de aquellos pertenecientes a culturas civilizadas que hablan con lástima de estos humildes ideales y concepciones de los primitivos, porque estos ocultistas saben que estas concepciones tienen una base real en la vida de los pueblos primitivos en el plano astral.
 
Así como la condición futura del individuo está determinada en gran medida por la naturaleza, el carácter y la fuerza de sus deseos, así también su vida en el plano astral está determinada en gran medida por sus deseos e ideales.
 
El plano astral da libre expresión a los ideales que alberga el individuo en la vida terrestre, y de hecho se puede decir que es en gran parte un reflejo de esos ideales. Y en el plano astral nuestros ideales tienden hacia una manifestación real y esto es cierto no solo para los ideales elevados, sino también para los ideales más bajos.
 
Entendido este hecho, se verá que es una necesidad lógica que la existencia astral de los pueblos primitivos de la raza sea un reflejo de los ideales y deseos sostenidos por ellos durante su período de vida terrestre, o sea los deseos e ideales de la vida física que tuvieron.
 
En resumen, el indio realmente encuentra sus "felices terrenos de caza" y los demás pueblos primitivos su paraíso particular, tal como se muestra en sus credos y creencias.
 
Esto al principio parece algo chocante para la persona cuyos ideales del "Cielo" se inspiran en el reino de las calles doradas y donde fluye la leche y la miel como se menciona en la creencia cristiana. Pero un poco de pensamiento mostrará que la concepción de las "calles doradas" es solo un poco más alta en la escala que la del "campo de caza feliz", porque es puramente material y refleja los ideales de una raza cuyos deseos son para cosas brillantes y costosas.
 
Y si uno solo considera la naturaleza emocional e intelectual de la persona primitiva, verá que rodear a tal alma con el ambiente de una persona culta y civilizada la volvería muy infeliz, y ese cielo de los hombres civilizados le parecería un infierno al hombre primitivo.
 
Imagínense a un salvaje colocado en un palacio con el entorno ajustado a los ideales de una persona de alta cultura y refinamiento, y se darán cuenta de cuán miserable sería la vida de ese salvaje en ese castillo. Y lo mismo ocurre en el plano astral. Pero la naturaleza es amable tanto con el salvaje como con la persona civilizada y le proporciona a cada uno de ellos el entorno en el que se sentirán más a gusto y en el que encontrarán la mayor oportunidad para expresarse.
 
Pero esto no significa que en el plano astral haya una serie de escenarios y entornos elaboradamente dispuestos y adaptados a los gustos de todos y cada uno de los tipos de alma que existen en la Tierra. Sino que por el contrario, en realidad no existe tal escenario en absoluto, y el secreto de este misterio es que no hay escenario en el plano astral excepto el proporcionado por las formas mentales de las almas que lo habitan.
 
Cada alma lleva consigo su propio escenario en sus facultades imaginativas de la mente. Por supuesto se deduce que muchas almas con los mismos ideales y gustos generales y que habitan en el mismo sub-plano, llevarán consigo el mismo escenario mental.
 
Y como el poder de la transferencia de pensamientos se manifiesta fuertemente en el plano astral, cada alma afecta el escenario general de los demás, al grado que el escenario de cada sub-plano o división del mismo, representa los ideales compuestos e imágenes mentales de quienes lo habitan.
 
En la vida terrestre, el medio ambiente hace en gran medida al hombre; mientras que en el plano astral, es el hombre quien crea su propio entorno de acuerdo con las leyes absolutas e invariables de la naturaleza.
 
 
El indio, durante el breve período de su estadía en el plano astral, se encuentra rodeado de todo lo que le hace la vida agradable y dichosa. Y los clarividentes entre los viejos indios americanos que lograron penetrar los planos inferiores del plano astral, se mostraron pensativos cuando informaron de la existencia de “los felices cotos de caza” de sus hermanos difuntos que se hallaban en “el otro lado”.
 
Y también eran verdaderos los informes de las formas oscuras que se comunicaban con sus antiguos hermanos en la tierra, en el mismo sentido.
 
El mundo celestial del indio rojo era exactamente como sus curanderos le habían enseñado que sería. Y un alma así, despertando del sueño del alma, se encontraría perfectamente en casa, rodeado de todo lo que le agradaba durante la vida física, o sea grandes llanuras, arroyos y ríos, muchos búfalos y ciervos para cazar y muchos peces para pescar.
 
Todas estas cosas existieron realmente en su vida terrenal, pero en el astral existen solo mentalmente, como un sueño muy intenso, y estas cosas se le aparecen al alma, pero ella nunca se da cuenta de que es simplemente un sueño. “Los sueños son verdaderos mientras duren”, como nos informan los antiguos escritos.
 
Y en cuanto a este hecho, los más sabios de la raza nos informan que el fenómeno del Universo tiene realmente su existencia a partir de un sueño del Absoluto, pero que no es menos real para nosotros.
 
Incluso a veces en la vida terrenal hemos experimentado sueños tan reales que sufrimos muy intensamente cuando eran dolorosos, y disfrutamos muy intensamente cuando eran agradables, como si fueran las realidades más sustanciales del estado de vigilia.
 
Y quienes han hecho un estudio del tema, nos informan que entre todas las razas de hombres hay muchos relatos de clarividentes, videntes, soñadores y comunicadores con almas difuntas, que afirman positivamente la existencia de "cielos" en exacta conformidad con las creencias religiosas enseñadas por esos pueblos, tribus o razas, sin importar cuán crudas y bárbaras puedan parecer estas concepciones a alguien de fe más culta.
 
Para los incrédulos es muy fácil descartar estos informes considerándolos como puras invenciones, pero un examen más detenido revelará el hecho de que existe una unidad básica sorprendente entre ellos, y es que todos están de acuerdo en los puntos fundamentales, aunque difieren en los detalles.
 
El ocultista sabe que todos estos informes son veraces, hasta donde llegan, y se han basado en experiencias físicas reales de ciertos miembros de la tribu de esas personas. Y aunque difieren mucho en los detalles, coinciden en los fundamentos y todos se basan en la verdad.
 
Y una pequeña consideración de la naturaleza de los fenómenos astrales, como lo hemos dicho, explicará el asunto:
 
Estas almas primitivas pasan una breve existencia en los planos astrales inferiores a los que han estado unidas, y en esos planos desarrollan ideales y deseos más nuevos y completos que florecerán y darán frutos en su próxima encarnación terrestre.
 
Además se desgastan y sobreviven algunos de sus deseos e ideales inferiores, y de esta manera abren paso a la evolución espiritual que siempre busca desenvolverse en el Astral.
 
Así que esas experiencias en el Astral sirven para desenvolver un poco más a estas almas (sólo un poquito, es cierto) pero cada poquito es una ganancia. Y como la vida astral (y generalmente la vida terrestre) del salvaje es comparativamente breve, estas almas realmente hacen un progreso considerable en un espacio de tiempo dado. Por ejemplo, pueden vivir cien vidas terrestres y la correspondiente vida astral, mientras que un alma más desarrollada está ganando su descanso espiritual en los planos astrales superiores.
 
Y como lo pueden constatar, la compensación y la equidad se encuentran aquí, como en todas partes, en los procesos de la vida.
 
 
Uno de los grandes logros del alma salvaje en el plano astral es el desarrollo de la camaradería y el compañerismo. Y esto es causado por el reencuentro del alma con sus amigos de la vida terrenal y el gozo que sienten en su nueva morada.
 
Además, las animosidades de la vida terrenal se suavizan con la naturaleza de la vida en el Astral, porque con un abundante suministro de todo lo que el alma salvaje anhela, hay muchas menos oportunidades para los celos y la rivalidad que en la Tierra, y en consecuencia se calma el odio y se fomenta la camaradería y la amistad elemental (que son los aliados del amor universal).
 
Cada viaje al plano astral quema un poco más la naturaleza inferior y despierta un poco más de la naturaleza superior, porque de lo contrario no habría progreso para la raza primitiva en sus vidas repetidas.
 
Y cada alma, sin importar lo poco desarrollada que esté, aprende un poco más de ese sentimiento de unidad y fraternidad, cada vez que se libera del estrés del cuerpo físico. De modo que vemos que incluso en estos crudos “cielos” de los pueblos primitivos, también existe la oportunidad y la certeza del progreso. La felicidad engendra amor y el alma responde al estímulo.
 
 
El alma primitiva permanece poco tiempo en el plano astral al que está unida. Pronto agota su limitada oportunidad de expresión (aunque para el alma misma parece haber pasado toda una eternidad) y luego siente la somnolencia del sueño que precede al renacimiento y cae en un estado de coma, espera la atracción del Karma que pronto la llevará hacia un nuevo cuerpo físico, para así estudiar nuevamente las lecciones de la vida y para vivir y experimentar más que lo que encuentra dentro de sí misma.
 
La atracción de la vida terrestre es fuerte en un alma así, y la ley de la atracción pronto la devuelve a las escenas de la tierra. Pero no hay injusticia ni dureza en esto, ya que cada alma obtiene lo que más desea y lo que más anhela. La Ley de Compensación está en plena vigencia aquí, como en todas partes, y así reina la justicia eterna. “Todo está bien” incluso con las almas más humildes, ¡y todos están en el camino! »
(Capítulo 9)
 
 
 
 
 
 
 
OBSERVACIÓN
 
Me da la impresión que para elaborar este capítulo, William Atkinson se basó en la carta que el Maestro Kuthumi le escribió al Señor Sinnett y en donde el maestro explicó lo siguiente:
 
« Una madre de una tribu salvaje no será menos feliz que una madre de un palacio real cuando sostenga en sus brazos en el Devachan a su hijo perdido; y aunque como Egos propiamente dichos, los niños que mueren prematuramente antes del perfeccionamiento de su entidad septenaria no logran llegar al Devachan, sin embargo, a pesar de todo, la amorosa imaginación de la madre encuentra allí a sus hijos sin que falte nada de lo que anhela su corazón. Podría decirse que solo es un sueño, pero después de  todo,
 
¿Qué es en sí misma la vida objetiva terrestre, sino un panorama de intensas irrealidades?
 
Los placeres obtenidos por el Indio Piel Roja en su “feliz cacería” en el Mundo de los Sueños (o sea en el Devachan) no son menos intensos que el éxtasis que siente un culto conocedor que pasa eones (o sea largos periodos de tiempo) envuelto en el deleite de escuchar sinfonías divinas tocadas por coros angelicales y orquestas imaginarias. Ya que no es culpa del primero haber nacido como un “salvaje” con instinto para matar [debido a que ese es el grado de desarrollo que apenas ha alcanzado] y aunque él haya causado la muerte de muchos animales inocentes, ¿por qué, si con todo eso, fue un padre, un hijo y un esposo amoroso, por qué no podría gozar él también su parte de recompensa en el Cielo?
 
El caso sería totalmente distinto si los mismos crueles actos hubieran sido cometidos por una persona educada y civilizada, por un mero amor por el deporte. El salvaje al renacer tomará simplemente un lugar inferior en la escala evolutiva debido a su imperfecto desarrollo moral; mientras que el karma del otro si estará manchado de delincuencia moral. [Aún así, sí el “cazador civilizado” hizo algún bien tendrá también su recompensa en el Devachan, pero cuando renazca, el Karma le cobrará sus matanzas]. »
(CM 16, p103)
 
 
No sabría decirles cómo William Atkinson tuvo acceso a esta carta; pudo haber sido en algún seminario de la Sociedad Teosófica, o tal vez él leyó el libro de Jerome Anderson titulado "Reencarnación, estudio del alma humana" en donde esta carta se encuentra transcrita.
 
Lo que si constato es que Atkinson no comprendió la explicación que dio el maestro Kuthumi, porque en su libro Atkinson constantemente afirma que el sueño devachánico se experimenta en el astral, cuando varias veces el maestro Kuthumi especificó que el Devachan forma parte del mundo divino.
 
Por ejemplo, al inicio de esa misma carta el maestro escribió:
 
« El Devachan, o la tierra de "Sukhavati", es descrita alegóricamente por nuestro mismo Señor Buda, y lo que dijo se puede encontrar en el Shan-mun-yi-tung en donde Tathagata dice:
 
"Muchos miles de miríadas de sistemas de mundos más allá de este que es el nuestro, hay una región de bienaventuranza llamada Sukhavati. Esta región está rodeada por siete filas de rejas, siete filas de vastas cortinas, siete filas de árboles ondulantes; esta santa morada de Arhats está gobernada por los Tathagatas [los Dhyan Chohans, o sea las inteligencias divinas que dirigen el Universo] y está señoreada por los Bodhisatwas.
 
Tiene siete preciosos lagos en medio de los cuales fluyen aguas cristalinas que tienen propiedades 'siete y uno', o cualidades distintivas [los 7 principios que emanan del Uno]. Y esto, ¡oh Sariputra!, es el Devachan.
 
Su divina flor de Udambara echa una raíz a la sombra de cada tierra, y florece para todos los que la alcanzan. Los nacidos en la bendita región son verdaderamente felices: no hay más dolores ni sufrimientos en ese ciclo para ellos.
 
Miríadas de espíritus [lha] acuden allí para descansar y luego regresan a sus propias regiones. Pero también en esa tierra de alegría, muchos de los que nacen en ella son Avaivartyas [que son los humanos que ya se han vuelto divinos]." »
(CM 16, p100)
 
 
Y también William Atkinson comete el error de creer que después de morir, los humanos primitivos solo llegan a los sub-planos inferiores, mientras que los humanos civilizados llegan hasta los sub-planos superiores. Pero eso no es cierto, ya que el maestro Kuthumi claramente explicó en su carta que tanto los unos como los otros acceden al Devachan (el cual se encuentra en el plano mental) y la diferencia radica en lo que ellos van a experimentar durante su sueño devachánico, ya que esto dependerá de los intereses que tuvieron cada uno de ellos durante su vida terrenal.
 
Y este es un ejemplo más que muestra que si bien William Atkinson se basó en cierta medida en lo que enseñó el maestro Kuthumi, desafortunadamente él no comprendió bien las explicaciones que dio el maestro y las deformó mucho cuando las puso en su libro.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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