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LA INFANCIA QUE TUVO HIRA EN LAS COMUNIDADES DE OSHO



Hira Bluestone es una proveedora médica que actualmente vive en Seattle y que desde los seis años hasta los once años vivió en varias de las comunidades de Osho, y en diversos artículos ella narró su historia, y a continuación les hago un resumen de lo que ella contó:



Mi familia siempre había sido un poco rara. Mi papá era un profesor de historia en la universidad y de vez en cuando me llevaba a su oficina para pasar el rato antes de dejarme en la guardería. Mi madre era una recién divorciada con dos niños, pero ella era salvaje, descarada, hermosa, brillante y lo deseaba. Así que lo enamoró.

Después de pasar un verano divirtiéndose deambulando por el país y probando muchas drogas, por lo que casi fueron arrestados en la frontera canadiense, se establecieron en Long Island, que era donde mi papá estaba enseñando y rápidamente ella quedó embarazada de mí. Ella era terapeuta y comenzó su práctica y volvieron a una vida normal.

Cuando yo tenía 4 años, mi madre descubrió a Osho, y antes de darme cuenta, ella se había vuelto una sannyasin (discípula), obtuvo un nuevo nombre y ahora se llamaba Ma Premrup y comenzó a usar ropa naranja y un mala que es un collar de 108 cuentas de madera y un relicario con la imagen del gurú.

Mi padre al principio pensó que ella estaba loca pero luego también se volvió un discípulo y su nuevo nombre era Swami Sarvananda.

Nuestra casa pronto se llenó de gente vestida de naranja y cintas sobre Osho, y cuando él hablaba, su voz se apagaba al final de cada frase u oración con una exhalación: “swooshh...”


Mi madre luego se fue a Pune, India, para conocerlo de cerca, y mi padre pronto la siguió, pero antes de que se fueran les rogué que también me pusieran un nuevo nombre y me hicieran sannyasin porque todo eso se veía muy divertido.

Prometieron preguntar mi nombre y esperé cinco semanas quedándome con amigos de la familia y soñando con mi nuevo nombre. Inventé muchos nombres hermosos para mí, en su mayoría de naturaleza floral, como por ejemplo: rosa, rosulie (mi nombre era Julie), etc.

Finalmente regresaron y me avisaron de que también podía ser un sannyasin, pero que tenía que ser responsable y usar siempre los colores naranja, rojo, púrpura o granate, y también debía llevar el mala, y que ahora mi nuevo nombre era Ma Prem Hira que significa “amor de diamante”.

Fue divertido teñir toda mi ropa de esos colores. ¡Y tenía ese bonito collar!  Y cuando mis padres regresaron de la India con mi nuevo nombre y todos los accesorios, me emocioné, y también me explicaron la importancia de cuidar mi collar, usar mi nuevo nombre y usar los colores. Si no hacía todas esas cosas todo el tiempo, ya no era realmente un sannyasin. Así que me tomé eso muy en serio.

Sin embargo, una cosa que era difícil para mí era usar el mala porque con sus 108 cuentas era muy largo, hasta el ombligo. Y cuando era un poco mayor, aprendí el truco de ponerlo sobre un hombro (o sea usarlo como una bolsa) como lo hacían los adultos sudorosos en Pune cuando efectuaban su meditación dinámica o se encontraban con grupos.


Un día mi hermano y su amigo estaban fumando marihuana, y mi hermano pensó que sería divertido abrazarme y echarme humo en la cara para ver qué pasaría. Pero solo lo haría si prometía que nunca se lo diría a mamá o papá. Yo estuve de acuerdo y sentí un gran golpe de bong tras otro golpe de bong en mi interior, estaba completamente drogada, se sentía como si alguien estuviera sentado en todo mi cuerpo sujetándolo y no pudiera mover ni un músculo.



Ese periodo entre los cuatro y los seis años fueron una transición entre la vida normal y la vida que luego llevaría en los ashrams. Todavía fui al preescolar, comencé el jardín de infantes, hice nuevos amigos, y aprendí a leer e hice todas las cosas habituales de los niños. Pero también ya tenía una vida de sannyasin bastante ocupada.

La parte más importante de ser un sannyasin para mí en esa etapa fueron los viajes semanales de los viernes que hacíamos a la ciudad de Nueva York al centro Rajneesh para bailar. Me encantaba bailar. La música solía ser medio espiritual recordando a la naturaleza y se hacían muchos remolinos.

Pero al final, durante la última hora más o menos, los sannyasins de Nueva York pateaban los talones, levantaban los brazos para revelar sus axilas peludas y homenajeaban a Bob Marley, los Beatles, los Stones. ¡Fue muy divertido!
Yo bailaba, bailaba y bailaba hasta que me derrumbaba en los brazos de mi mamá mientras ella me arrastraba medio dormida hasta el auto donde encontrándome exhausta, me dormía todo el camino a casa.







La vida de Hira en el ashram de Pune

En 1981, mi familia decidió mudarse a la India para vivir en el Ashram de Osho, y empacamos todo para irnos a vivir allá para siempre. Excepto mi hermano David que tenía algunos problemas legales en ese momento. Él y mi otro hermano Jason también se habían convertido en sannyasins para entonces (David se llamaba Vedaprem y Jason se llamaba Madhav), pero cuando decidimos mudarnos a la India, se decidió también que él se quedaría solo y eso lo enojó mucho y renunció a seguir siendo un sannyasin tirando su mala por el inodoro.

Yo estaba muy emocionada de ir a la India, me sonaba divertido y me gusta la diversión y lo nuevo. Pero me horrorizaba dejar a David atrás. Lo amaba mucho y estábamos muy unidos el uno al otro.

Finalmente llegó el momento de partir. Primero partimos yo y papá, porque mamá tenía todavía asuntos que arreglar. Subimos a bordo de nuestro Pan Am 747 y volamos por lo que pareció una eternidad, y después de aproximadamente 12 horas, nuestro avión aterrizó en Bombay. Miré por la ventana con alegría y salté con impaciencia de un lado a otro tratando de salir. Pero en cuanto bajamos las escaleras me golpeó el aire indio, que era una mezcla de contaminación, orina, mierda, curry, sudor y muerte. Por lo que salté a los brazos de papá y comencé a llorar diciéndole:

     -   "¡Quiero regresar a casaaa!"


Pero después de unos días en Pune, comencé a acostumbrarme a nuestro nuevo hogar. Vivíamos en el hotel Dreamland. No estoy seguro si ese fue un plan premeditado o simplemente una solución a corto plazo para la falta de fondos.

En cualquier caso, el Dreamland era un hotel de mala muerte en el centro de Pune, a unos diez minutos en bicitaxi del Ashram situado en Koregan Park. Y la habitación que compartíamos en el Dreamland Hotel fue la primera de nuestras moradas infestadas de insectos y roedores. No los odiaba en ese momento, aunque me imagino que mi papá si, ya que él no estaba tan emocionado por las alimañas como yo lo estaba en ese entonces.

En una ocasión tuvimos un encuentro con un insecto gigantesco que ocasionó en acontecimiento que linda entre una escena de comedia y una película de terror. Fui al baño una buena mañana para mis abluciones diarias, y saliendo del inodoro se encontraba el ciempiés más increíblemente que haya visto.

Un extremo de la criatura, aunque enorme, era ordinario, pero el otro extremo estaba dividido en dos cabezas que funcionaban completamente de maneras independientes. Y verdaderamente era monstruoso.

Grité y mi papá entró, y tengo el recuerdo distintivo de ver a mi padre siendo simultáneamente heroico y aterrorizado a la vez, y mientras perseguía a ese veloz animal del tamaño de un roedor con un basurero y vestido solo con su ropa interior, también trataba de no tocarlo. Y no estoy segura de si lo prescindió o si la criatura escapó, pero sí sé que me sentí sana y salva después de eso, a pesar de la situación.






Los niños en el ashram de Pune


El ashram tenía su propia escuela para sus propios inadaptados. Imaginen una escuela llena de niños vestidos de tonos rojos, descuidados y descalzos. Niños que en su mayoría nunca habían recibido reglas ni límites que respetar, ya sea porque sus padres pensaban que eso era incorrecto ("el niño divino debería ser libre en su inocencia" decía Osho), o porque sus padres estaban tan ocupados en sus grupos de encuentro (se golpeaban y golpeaban almohadas), en sus grupos primarios (gritaban y gritaban) u en otras meditaciones; por lo que se olvidaban de saber qué hacían sus hijos durante todo el día.

Y estos niños eran salvajes, eran malos. Estaban sin control. Al menos así lo vi en mi primer día que fui a esa escuela.

Hubo algunas manualidades y lecturas y algún tipo de lecciones sueltas, pero no conocía a nadie y yo no encajaba con ellos. No me gustaba eso. A mi me había encantado mi antigua escuela primaria en Huntington con su horario ordenado y tiempo libre para leer, sus crayones y pasta. En cambio aquí todo era salvaje y no me convencía en absoluto. Por lo que asistí a la escuela solo un día y luego ya no fui.


Mi papá, por otro lado, fue reclutado para ser uno de los maestros. Entonces, después de ese primer día, papá fue a trabajar a la escuela con los niños y yo fui a trabajar con los adultos.

Encontré un trabajo con Sushila, quien era una mujer muy alegre, altanera y amorosa, y que había sido la mejor amiga de mi madre cuando ellas eran niñas. Y ellas se encontraron por casualidad en el ashram de Pune años después y chillaron de alegría al descubrir que volvían de nuevo a estar juntas al otro lado del mundo.

Sushila era la directora del departamento que supervisaba las meditaciones y a los grupos. Le caí bien y siempre me presentó como su amiga (aunque yo tenía 6 años y ella más de 36). Aún así lo tomé como un gran cumplido y mi trabajo consistía en enviar mensajes de su oficina a cualquier otro lugar del ashram.

Era una gran responsabilidad pero había pocos mensajes que entregar, por lo que principalmente me la pasaba sentada en su oficina, inventando historias y dibujando en mis propios libros.

Los libros que escribí eran una indicación perfecta del cruce entre mi vida anterior y la nueva. Dibujaba vehículos: motocicletas, automóviles, autobuses escolares y bicitaxis. Pero también enfermedades: varicela, sarampión, amibas…

Y dependiendo para quién tenía que entregar el mensaje, yo estaba emocionada o aterrorizada. Por ejemplo me encantaba ir a la oficina principal porque Vidya estaba allí, y ella me adoraba y a menudo me daba dulces. En cambio me aterrorizaba entregar mensajes a Teertha, quien era la líder del grupo piadoso porque eran los fanáticos de Pune.

Además a ella no le caían bien los niños, aunque ella tenía una hija un poco mayor que yo. Y también a veces tenía que entregar mensajes a Lao Tzu, donde vivía Osho, y no me dejaban entrar, así que siempre tenía que entregarlo a través de una puerta, lo que era intimidante, por decir lo menos.


Después de un tiempo, hice algunos amigos entre los niños, en su mayoría otros que no querían ir a la escuela, y tuve una vida independiente dentro de las puertas del ashram con mi propio trabajo y mis responsabilidades. ¡Tenía mi propia vida y me encantó!  De día, yo era un adulto que estaba ocupada, y por la noche regresaba a casa con papá y seguía siendo su pequeña hija. ¿Que podría ser mejor?






Amigos, amantes y personas no agradables

Mi vida en Pune fue muy divertida en su mayor parte. Hice amigos de mi edad, y también hice amigos adultos. Recorría la ciudad en bicitaxi y con mis amigos engañábamos a la gente para obtener cigarrillos dulces, y luego los "fumábamos" mientras estábamos sentados encima de las motocicletas que estaban estacionadas afuera del ashram.

Uno de mis amigos más cercanos era Virochana, él tenía 4 años y medio pero lo conocía desde Nueva York. Éramos los únicos dos niños provenientes del Centro de Nueva York, así que habíamos pasado juntos por muchas de las mismas cosas.

Y nuestro torturador era Jonás, un año mayor que yo, y un verdadero matón pelirrojo, pecoso y malo. Solía seguirnos y molestarnos por ser novio y novia, y nos retaba a tener relaciones sexuales.

Un día le dije a Virochana "¡Ven!" y lo arrastré hasta un escondite que había descubierto en las vigas del techo de Miryam, que era la cafetería de los trabajadores. Nos quitamos toda la ropa y lo hice acostarme encima de mí mientras Jonás observaba. Pero no pasó nada.

Hice que Chana (como lo llamábamos) subiera conmigo unas cuantas veces más, pero finalmente desistí porque era inútil y ya no salí mucho con él después de eso. Creo que él era bastante reacio conmigo porque probablemente la idea del sexo lo inquietó un poco, al igual que el entusiasmo que mostré por eso.


Una de mis mejores amigas era Garima, ella tampoco fue a la escuela, así que corríamos durante el día por todo el ashram. Y una noche fuimos a ver una obra de teatro que los niños de la escuela pusieron y fue una interpretación fantástica de Peter Pan, completa con trajes maravillosos y canciones y bailes.

A Garima y a mí nos encantó tanto que al día siguiente construimos unas espadas de madera para nosotras y corrimos todo el día luchando con ellas y cantando a todo pulmón: "somos los piratas, nosotros somos los piratas, somos los piratas del Mar Rojo".

Jonás estaba celoso de vernos jugar y de nuestras bonitas espadas. Así que se escondió detrás de la pared de mármol que corría a lo largo del ashram y saltó frente a nosotras, quitándonos nuestras espadas. Él no quería jugar, solo quería que no jugáramos, así que corrió alardeando mientras intentábamos arrebatárselas, y cuando finalmente lo alcanzamos, las tiró al suelo y las rompió con sus pies. Era un estúpido.


Otra de mis buenas amigas fue Mouna. Ella era una niña india cuya familia vivía dentro del Ashram. Ella fue la primera persona en Pune que me invitó a una pijamada. Yo estaba muy emocionada. En casa empacamos mi bolsa de viaje y mi papá fue conmigo en el bicitaxi al Ashram.  ¡Iba a dormir en el ashram!  Y ni siquiera habría adultos allí, solo nosotras con la hermana mayor de Mouna, Karuna, y su mejor amiga, Gitika.

Pero el asunto es que aunque yo era una pequeña fugitiva rebelde e independiente durante el día, también era la pequeña niña de papá y mamá por la noche. (Mi madre y Jason habían llegado a Pune aproximadamente un mes después de que lo hicimos nosotros, y todos nos mudamos a un bonito apartamento en un complejo llamado "The Mayfair" en la carretera Boatclub).

Cada noche, papá me contaba una historia y me hacía cosquillas en la espalda. Y mami me daba un baño y jugaba conmigo. Me acurrucaban y me decían buenas noches. Yo estaba acostumbrado a ello, pero esta vez tan pronto como oscureció en la casa de Mouna, me asusté por completo y lloré y lloriqueé. ¡Quería a mi mamá!

Karuna y Gitika acordaron llevarme a casa, así que Mouna regresó para quedarse con sus padres y yo me subí a un bicitaxi con las adolescentes. Fuimos a la carretera Boatclub y subimos los escalones hasta nuestro apartamento, pero resulta que las luces estaban apagadas. ¡Nadie estaba en casa!

No se me había ocurrido que quizás mis padres habían utilizado esa noche de libertad para salir y hacer algo divertido como adultos. ¡Oh no!  Así que volví con Karuna y Gitika, pero no pudimos encontrar a Mouna. Miramos por todos lados, pero parecía que ella ya se había acostado, así que pasé el resto de la noche con ellas.

¡Y me lo pasé genial!  Me invitaron un helado y jugaron conmigo. Me cuidaron como lo haría una hermana mayor y luego me acostaron. A la mañana siguiente, pude comer con ellas en Miryam, donde comían los residentes y los trabajadores, y me llevaron a mis padres. Todo estuvo bien.


Sin embargo, no todos eran mis amigos. Había un par de personas con las que tuve constantes batallas y peleas. Asha era la desgraciada del Ashram. Nos odiábamos, pero nunca nos acercamos mucho. Por supuesto ya he mencionado a Jonás. Pero había un enemigo aún peor. Su nombre se me escapa, pero tuvimos varios encuentros.

Era una bestia descomunal, italiana y demasiado grande para su edad. Tenía un compañero también italiano más pequeño que la seguía a todas partes y obedecía sus órdenes, pero no me asustaba demasiado. Ella era una de esas personas que te molesta por cualquier cosa que puedas tener y que te odia por cualquier cosa que puedas hacer.

Un día yo estaba con mi amiga Nevedita y estábamos dando vueltas y me di cuenta de un cartel publicado en frente de una tienda dónde decía "señal aquí". Me reí que estaba mal escrito cuando apareció la mafiosa. Le dije que lo había escrito mal, lo que ella tomó como señal para golpearme. Ella hizo que su pequeño compañero me sostuviera mientras que ella me agarraba del brazo y me lo retorcía un poco.

Le dije

     -   "No duele."

Entonces ella me lo retorció más.

Exclame:

     -   "¡No duele!"

Entonces me lo torció aún más.

     -   "¡NO DUELE!" grité.

Y en ese momento vi a mi papá observando toda la escena. Él estaba de pie allí en su poncho mexicano, luciendo más grande de lo usual con su cuerpo lleno de amibas. Y tan pronto como lo vi allí parado, solté un sollozo, me liberé, corrí a él y me envolví en su poncho.

Yo podía ser de carácter fuerte y ferozmente independiente, pero también era una niña pequeña.




Cuando pienso en mi tiempo en Pune, apenas pienso en los adultos de mi familia. Es como los dibujos animados de Charlie Brown, sabes que están allí, pero nunca puedes verlos, y cuando los escuchas, es "mwah mwah mwah mwah mwah...".

Para mí, la vida se trataba de mí y de correr salvajemente con mis amigos y pasar un buen rato. Mis padres tuvieron muchas reuniones en la casa con otros adultos, pero apenas recuerdo a ninguno de los adultos en particular. Mi hermano Jasón también estaba allí, pero tenía su propia vida a los 11 años y rara vez tuve algo que ver con él.

Osho había hecho un voto de silencio poco después de que llegamos a Pune. Cuando previamente había dado conferencias diarias en el Buddha Hall, que es un gran auditorio abierto rodeado de pájaros que gritaban constantemente. Pero Osho había decidido por razones desconocidas para mí que ya no hablaría, excepto a sus asesores más confiables, y en su lugar de hablar a los demás, se sentaría para dar "satsang" en silencio.

A mí, su decisión me agradó porque significaba que ya no tendría que quedarme quieta durante una hora mientras daba sus pláticas, lo que podía llegar a enloquecerme. Y para la mayoría de los adultos, su voto de silencio significaba sentarse también en silencio con los ojos en blanco, verse divinos y afectados por un intenso amor y devoción, y ocasionalmente reír o llorar histéricamente.


Nuestra estancia en Pune duró aproximadamente seis meses, y luego todos fuimos informados de que el maestro se mudaría a los Estados Unidos para comenzar una nueva comunidad allá.

Mi madre y mi hermano empacaron y se mudaron a una comuna temporal en California llamada Geetam. Mi padre y yo volvimos a Long Island para lidiar con lo último que quedaba de nuestras cosas y descubrir el próximo movimiento.






La vida de Hira en la comunidad de Gettam

Osho se instaló en lo que se conoce como el Rancho Big Muddy pero que fue rebautizado por los sannyasins como Rajneeshpuram, y que es una tierra de cría de ovejas ubicada en el centro de Oregón que está situada a unos 45 minutos en coche del poblado más cercano, Antílope, con una población de alrededor de 40 habitantes.

Mi padre fue convocado a ese rancho como una de las pocas personas a las que se les permitió vivir allá, pero yo no. Así que me enviaron a Geetam para vivir con mi madre y mi hermano, y yo no estaba nada contenta con eso.

En Geetam había unos diez niños, pero ninguno de los cuales había conocido en Pune. Sin embargo hice amigos rápidamente, pero contrario al ashram de la India, en Geetam no me dieron las mismas libertades que había tenido en Pune. No podía pasear y jugar todo el día, sino que estaba obligada a asistir a la escuela con los otros niños, y también había otras frustraciones.

Pero la peor agonía fue el nuevo amante que tomó mi madre, él se llamaba Akul y era un británico frío, alto y larguirucho.

En Geetam, todos los niños vivían también juntos en una pequeña casa separada y la mayoría de los adultos vivían en tiendas de campaña situadas en plataformas. A menudo yo pasaba la noche en la tienda de campaña de mi madre solo para despertar viéndolos a ellos retorciéndose en su saco de dormir. Detestaba a Akul. Cada mañana al despertar lo golpeaba en sus testículos.

Sin embargo él lo tomó bastante bien, ahora que lo pienso. Quiero decir que él estaba relacionándose con una mujer que tenía dos hijos, uno de los cuales apenas estaba cerca debido a que mi hermano, aunque a penas tenía 11-12 años, ya había descubierto su sexualidad y se la pasaba durmiendo con varias mujeres incluso mayores; y yo era una pequeña mocosa que trataba desesperadamente de ser expulsada de Geetam, para así que poder ir a vivir con mi papá al rancho.

Akul nunca se quejó, o me regañó, o trató de hacerse mi amigo, simplemente él aceptó de recibir su golpe diario y continuó con el negocio de acostarse con mi madre.

Bien por él.



Logré hacer amigos y divertirme mucho mientras estaba en Geetam. Yasha era mi mejor amiga en esa comunidad, y aunque ella era conocida por ser una alborotadora ruidosa y dura, yo era la que parecía meter más a todos en problemas.

Kiran era un año menor que yo y era una niña llorona e insegura que tenía verrugas en las manos y siempre estaba chupando sus dos dedos del medio. Geet también era un año menor que yo y estaba obsesionada con el sexo. A veces nos escabullíamos de la clase y nos escondíamos en una tienda de campaña para desnudarnos y pasar el tiempo. Algo parecido a lo que hice con Chana en Pune, pero había más chicas involucradas.

Lalit también era más joven que yo, éramos amigos, aunque él solía ir con la manada. Forest tenía la misma edad que Geet y Lalit, y era conocido por hacer berrinches increíbles. Madhu era una niña algo dulce y tímida, aproximadamente un año o dos más joven que yo, era pequeña para su edad, al igual que yo.

Y también estaban los niños mayores quienes a menudo se encargaban de nosotros en la casa de los niños. Gyana era aproximadamente dos años mayor que yo y siempre actuaba como si ella supiera todo y estuviera a cargo del mundo.


Todos los sábados por la mañana, traían un televisor para que pudiéramos ver juntos los dibujos animados. Vivir ahí fue una especie de “El Señor de las moscas” y de “Brady Bunch”.

Pero a pesar de los ratos buenos, mi único propósito era que me echaran para poder ir a vivir con mi papá en el rancho, e hice todo lo posible para meterme en problemas, enojar a la gente y atormentar a los demás, hasta que finalmente dio resultado.







La vida de Hira en la comunidad de Oregón


Me subí a una camioneta del padre de Gyana, y viajamos a través del desierto de California y a lo largo de largas y oscuras carreteras, y después de 2 o 3 días de conducción, comenzamos a recorrer kilómetros de tierra fangosa, descuidada en medio de la nada.

Ese era el “oasis” al que todos intentaban llegar. Eran 64’000 acres de tierras que la Fundación Rajneesh había comprado por un precio muy razonable. Y después de lo que pareció una eternidad horrible de conducir a lo largo de los caminos de acantilados helados de la ladera de la montaña bajo formaciones rocosas, finalmente llegamos en la comunidad de Rajneeshpuram.

Mi padre me reconoció enseguida cuando llegué y estábamos muy emocionados de vernos, pero inmediatamente me instalaron en Howdy Doody, la casa de los niños. (Todos los edificios y departamentos de trabajo, cafeterías, etc. tenían nombres particulares. Por lo general, nombres de filósofos y autores famosos, pero supongo que la casa de los niños era una excepción).

En esa casa en ese momento había trece niños incluyéndome a mí. En su mayoría éramos niños que habían estado en Pune, por lo que conocía a varios de ellos, pero también había algunos nuevos. Además, había dos jóvenes que no eran sannyasins. Eran las hijas de los cuidadores anteriores de la propiedad que se quedaron para ayudar: Becky y Kim.

La casa de los niños era una gran granja en el centro de la "ciudad". Nos instalaron en literas improvisadas: había camas sobre pilotes que se alineaban en las paredes, como una cama grande y larga, y luego las literas inferiores eran colchones en el piso que yacían perpendiculares a las literas superiores, paralelas entre sí.

Mi padre en ese momento trabajaba como maestro en el rancho y estaba a cargo de acostarnos y despertarnos cada mañana, lo cual hacía con un fuerte y molesto gemido.

Llegué a principios de diciembre, hacía mucho frío y el rancho no estaba exactamente equipado para manejar a tanta gente en términos de vivienda, calefacción, etc. Howdy Doody tenía dos pequeños respiraderos en el piso que liberaban porciones minúsculas de calor.

Todos nos quitábamos nuestras botas empapadas y nos apiñábamos alrededor de los respiraderos tratando de descongelar los dedos de los pies, y luchábamos y nos empujábamos constantemente para acerarnos al minúsculo calor.

Las duchas estaban en un edificio separado y teníamos que salir al frío helado para ir al baño. Una noche, tuve que orinar mucho y realmente no quería ir a esa repugnante letrina en la oscuridad. Entonces, después de lo que parecieron horas de deliberación, finalmente me escapé y me metí en las duchas, me bajé el pijama y me puse en cuclillas sobre el desagüe de la ducha. Afortunadamente, ninguno de los otros niños se dio cuenta, porque de lo contrario nunca habría escuchado el final de sus quejas.


No había mucha educación escolar, había momentos en que teníamos escuela, pero la escuela se alternaba y había una especie de elenco rotativo de instructores y además era algo opcional, y eso era algo que realmente me hubiera gustado tener.

Y también los padres se turnaban para "cuidarnos" en la casa de los niños, pero en realidad estábamos solos. Por lo que diría que hubo negligencia hacia los niños, por el hecho de que los niños no eran cuidados y vivían en una casa separada de los adultos, y hubo semanas en que algunos niños no vieron a sus padres. Pero no vi abuso físico, aunque si hubo abuso verbal y mental.

Me acuerdo que una niña un poco más joven que yo, Pakhi, jugara en medio de la misma carretera en donde mi bicicleta había sido destruida por un camión, y ella también fue atropellada por un camión y quedó muy lastimada, y permaneció en el hospital durante bastante tiempo.







Los trabajos que tuvo Hina en Rajneeshpuram

En el rancho, todo el mundo debía de trabajar. Los adultos trabajaban doce horas al día, siete días a la semana. Y los niños íbamos a la escuela unas pocas horas y luego pasamos el resto del día haciendo diversos trabajos en diferentes lugares.

Yo empecé trabajando en el almacén en donde me la pasaba cargando y acomodando cajas de papel de baño, de comida enlatada, ropa roja, etc. Realmente odié ese trabajo y no creo que hubiera durado mucho ahí.

Luego, cuando tenía 8 años, me trasladaron a la cocina. Ahí me sentaba alrededor de enormes masas de galletas, pero rápidamente me mandaron a otro lugar.

Me enviaron a Atisha, que era la granja de pollos, y disfruté ese trabajo. Recolectaba los huevos que ponían las gallinas todos los días. Y eso generalmente estaba bien, pero por alguna razón, teníamos algunas gallinas de Guinea que vivían entre las demás gallinas, y creo que se usaron para proteger a las gallinas de los coyotes o algo así.

Y las gallinas de Guinea eran viciosas. Si pensaban que estaba robando sus huevos (y ellas consideraban que todos los huevos eran sus huevos) te atacaban con todas sus fuerzas, y siempre me sentí afortunada de salir viva de allí.

Otra cosa que hice en Atisha fue inspeccionar los huevos. Tomaba todos los huevos que había recogido y los colocaba uno a uno sobre un foco para verificar si había grietas o embriones (teníamos un gallo, pero lo mantenían separado de las gallinas. Supongo que siempre existió la preocupación de que él encontraría su camino hacia el gallinero, pero estoy bastante segura de que nunca encontré un embrión.

Después de eso, me enviaron a Edison, el departamento de electrónica, y eso fue en el verano de 1982, justo antes y durante la Primera Celebración Mundial Anual. La celebración fue un evento de una semana de duración en el que viajaron sannyasins de todo el mundo y descendieron sobre nuestra pequeña comunidad en el centro de Oregón, convirtiéndola en una ciudad de buena fe.

En esa semana la ciudad de Rajneeshpuram se expandió a alrededor de 10’000 personas, balanceándose, con los ojos cerrados, cantando y bailando hasta estar exhaustos.

Mi trabajo en Edison era ocuparme de las cintas. Osho había dejado de hablar públicamente varios meses antes, pero todos sus discursos habían sido grabados en cintas, por lo que se esperaba vender varias decenas de miles de cintas de sus charlas anteriores durante todo el transcurso del festival.

Tuve que duplicar las cintas, quitar la pegatina de un rollo, poner una en el lado A, otra en el lado B y pegarla en la caja etiquetada. Una y otra vez. Fue muy fastidioso.

Por suerte, me hice amigo de Puneet. Era un niño mayor, un adolescente como los llamábamos, pero siempre fue amable conmigo. Era uno de los pocos niños indios que vivían allí y tenía una hermana llamada Richa. Ella tenía un tono muy lloroso en su voz y era bastante mandona, por lo que todos la llamaban "screecha".

De todos modos, Puneet tenía un trabajo muy interesante, que en su mayoría era secreto. Más tarde nos enteramos que su trabajo consistía en escuchar a las habitaciones de las personas y espiarlas, pero en ese momento era algo nuevo y divertido para mí.

Me enseñó cómo crear placas de circuito y soldar cosas sobre ellas. Aunque ya no me acuerdo de nada, ¿era un transistor? ¿Una resistencia? ¿Un condensador de algún tipo? Tampoco me acuerdo en qué tipo de placas de circuito él estaba trabajando, pero sí recuerdo cómo soldar.

Entonces, cuando tenía 8 años, ya había sido trabajador de almacén, cocinera de cafetería, chica de granja y friki de electrónica. Y posteriormente fui trabajadora de limpieza y luego asistente de mecánico.






Los miedos de Hina hacia la muerte

Recuerdo el momento exacto en que me enteré sobre la muerte. Tenía tres años e hice una pregunta que condujo hacia una discusión en la que mi padre me explicó que todos estamos vivos ahora, pero algún día todos moriremos.

Mis ojos deben haberse ensanchado por la sorpresa cuando supe que todos falleceríamos, y que él también moriría y que yo también moriría y que nadie sabía lo que sucedería después. Y a partir de entonces, a lo largo de mi vida, me he angustiado por la muerte, y con poca frecuencia, he aceptado la muerte de forma intermitente.

-      “Todos moriremos, cariño, pero no te preocupes, yo moriré antes que tú y tú vivirás por mucho más tiempo", me dijo mi papá.


Mi papá siempre tuvo la desafortunada costumbre de asumir que mis preocupaciones eran las mismas que las suyas. Él perdió a su madre biológica cuando era un bebé y a su padre a los nueve años, por lo que tenía sus propios traumas con respecto a la muerte.

Le preocupaba su propia muerte, pero nunca la mía, porque eso era demasiado difícil de considerar para él. Y su comentario no me consoló. No podía entender que mi padre desaparecería y que ya no lo volvería a ver.

-      "¡Papá, no quiero que mueras primero!", le exclamé.

Hizo todo lo posible para calmarme, para asegurarme de que eso era algo natural y que yo ya sería una adulta antes de que algo le sucediera. Pero yo ya sabía que él no podía saber eso. Y pude ver el miedo en sus propios ojos cuando me habló sobre esto.

Solía jugar inocentemente un juego que consistía a averiguar quién moriría primero, ¿yo o mi papá?  Y cuando era muy pequeña, nunca pude encontrar una buena respuesta ya que la muerte me daba tanto miedo que no me atrevía a ponerme primero, pero también sabía que la persona que quedaría sufriría igualmente.

Todavía no podía imaginar vivir sin mi papá y sabía que él sentía lo mismo. Esto no quiere decir que yo fuera una niña mórbida que pasó su infancia pensando solo en la muerte, pero si al inicio me preocupó mucho y poco a poco mi preocupación se fue diluyendo.








Osho profetiza la Tercera Guerra Mundial

Pero mis fantasmas volvieron a despertar cuando se corrió la voz en la comunidad de que el mundo se iba a terminar. Nos dijeron que nos preparáramos. Osho quería que construyéramos cuevas para vivir dentro de ellas, para que así pudiéramos sobrevivir al inevitable holocausto nuclear que se venía. Y nosotros seríamos las personas elegidas para poblar el mundo y crear una sociedad llena de amor y risas.

Pero esto estaba en contradicción con el hecho de que Osho desalentó tan fuertemente la procreación, que en cuatro años en una ciudad de casi 5’000 personas, solo hubo un nacimiento. En cualquier caso, comenzaron a llenar nuestras cabezas con visiones de horror.

Primero, recuerdo que nos leyeron un libro titulado “Sadako y las Mil Grullas de Papel que es sobre una niña que vivía en Hiroshima en el momento en que se arrojó la bomba, y esa niña desarrolló leucemia y falleció de una muerte horrible y desgarradora.

Esa historia reavivó mi obsesión con la muerte, y tal vez incluso me llevó a lo que se convertiría en mi carrera en oncología.


Pero lo que empujó mi psique de 8 años al límite, fue la película "El Día Después" y que era un filme que trata de la Guerra Fría y relata un ataque nuclear que tiene lugar en Centroamérica.

A los niños nos habían emparejado con "hermanos y hermanas mayores" y su trabajo en ese momento consistía en asegurarse de que viéramos esa película. Así que nos reunieron en la cafetería y nos dijeron que no teníamos otra opción, que era obligatorio.

Después de unos minutos yo estaba tan aterrorizada por las manchas de las siluetas y por las cenizas de las personas a raíz de la nube radioactiva, que pasé la mayor parte del resto de la película escondida en el baño con mi amiga Mouna consolándome. Fue horrible, y después de eso me obsesioné con la muerte.

(Observación de Cid: que falta de sensibilidad de traumatizar así a los niños. Y todo eso nada más porque Osho quería obtener más seguidores, y una agencia de publicidad le dijo que las profecías del fin del mundo atraían más al público.)








La amenaza de Jane Stork


He sido convocada a “Ramakrishna”. Ramakrishna es la oficina de las mamás, es decir, la oficina de las mujeres que están a cargo del rancho. Las mamás no son necesariamente madres de alguien, pero así se les nombra a las líderes de nuestra comunidad. Ramakrishna está en el centro comercial, encima de la heladería y al lado del restaurante.

Su oficina es donde nos llaman para "deshuesarnos", que es así como llamamos en nuestra jerga para designar cuando ellas reprenden y le gritan a alguien porque se está comportando inadecuadamente.

Y su regaño puede ir desde una simple reprimenda exigiendo que ya no lo volvamos a hacer otra vez, hasta un cambio de trabajo, e incluso el exilio asegurándonos de que ya no somos bienvenido en la comunidad.

Y a los nueve años, mis responsabilidades estaban en algún lugar entre un niño y un adulto; por lo que se espera que trabaje, vaya a la escuela y vaya a escuchar las conferencias.


Me dirijo con gravedad hacia mi cita asignada en Ramakrishna. He sido convocada por Shanti Bhadra, que es la mamá que está a cargo de los niños, y sospecho que se debe porque recientemente me he estado saltando el trabajo, la escuela, y también las conferencias grabadas de Osho en video.

El gurú de nuestra comunidad ha comenzado a decir que ya no está en silencio; mientras tanto yo he estado saliendo con mi mejor amigo, Sarjan. Escuchamos música, hablamos sin parar sobre los demás niños, sobre el mundo exterior y sobre el sexo. Luchamos y jugamos ajedrez y gastamos el dinero de nuestro cupón en dulces. Pero he sido descubierta y convocada.

Además veo a mi papá cada vez menos debido a que con frecuencia lo envían fuera del rancho para que efectúe trabajos de reconocimiento para las mamás. Él había sido un historiador y un excelente investigador antes de que nos uniéramos a la comuna, por lo que tiene que ir seguido a Portland para hacer investigaciones legales.

Eso me hizo sentir más libre de hacer lo mío, pero cuando Shanti me convocó a Ramakrishna, supe que había sido descubierta.

Entonces subo las escaleras. No lucho contra mi destino. Sé que no hay salida. Con el corazón en la garganta, el estómago apretado, paso junto a los visitantes comiendo sus hamburguesas vegetarianas y riendo juntos.

Me imagino cómo se sentiría no estar preocupado de que el hacha esté a punto de caerse.  “¿Que es lo peor que puede pasar?” Me pregunto, y la respuesta llega rápidamente a mi mente: me pueden echar de la comunidad.


Entro y Shanti me está esperando, ella es una australiana de cabelló café con grandes ojos marrones que me ven. Ella tiene un aspecto de duendecillo severo que de alguna manera no ha cambiado en estilo desde los años que la conozco. Ella sonríe cálidamente haciendo un gesto para que me siente en la silla tapizada de plástico que está en frente de ella, y me dice:

-      "Escuché que te has estado ausentando del trabajo."

Miró mis zapatos, mis cordones están cubiertos de barro y deshilachados, y le contesto.

-      "Sí, supongo... a veces."

-      "Y que tampoco ya no vas a las conferencias", añade.

Me pregunto quién me ha delatado, y continuando viendo mis zapatos le respondo:

-      "Mmm. Algunas veces."

Entonces ella me dice:

-      “Sabes que debes ir a trabajar todos los días, te esperan en el aeropuerto para que los ayudes. Y las conferencias del Maestro son la razón por la que estamos aquí. Somos muy afortunados que él haya decidido salir de su periodo de silencio. ¿Qué haces cuando no estás en el trabajo?"

Ella aprieta esa última pregunta casi como una ocurrencia tardía.

-      "No lo sé, pasando el rato", respondo.

-      "¿Con quien?" me pregunta.

-      "Con nadie, simplemente paseo por la comunidad", le contesto (yo no pienso delatar a mi amigo).

-      "Bueno. Bueno, considera esto solo como una advertencia. Corrígete o despídete."

Esta última frase es un refrán que seguido repiten las mamás, y aunque nunca entiendo realmente lo que significa, el mensaje es lo suficientemente claro.

-      "De acuerdo" respondo.


Miro su rostro y ella está sonriente, los ojos ligeramente cerrados beatíficamente. Le caigo bien y parece que ella me cree. Exhalo, aliviada. Parece que salgo bien librada. Me hace signo de que me vaya, pero antes de salir me pregunta:

-      “Oh Hira. ¿Cómo está tu papá? ¿Lo estás viendo mucho?"

Ella sabe como se encuentra mi padre ya que ella lo ve más que yo, puesto que él trabaja en su oficina, pero asiento diciendo que él está bien.

-      "¿Cuántos años tenía cuando murió su madre?" me pregunta.

-      "Nueve meses", respondo.

-      "¿Y cuántos años tenía cuando murió su padre?" me preguntar de nuevo.

-      "Tenía nueve años", le respondo.

-      "Así es. ¿Y cuántos años tienes?" me pregunta.

-      "Tengo nueve", le contesto.

Ella me mira fijamente, todavía sonriendo, pero ahora la sonrisa se vuelve tensa y sus ojos se encuentran estrechos.

-      "Mm. Interesante. Ten cuidado" y ya me hace señal de que me vaya.


Sé exactamente a qué se refiere. Ella no tiene que decir nada más. Necesito ser disciplinada o algo terrible le sucedería a mi padre. Le ocurrirá un accidente, se enfermaría, morirá. Y será mi culpa. Sé que es verdad. Salgo de allí casi llorando, las lágrimas me pican los ojos. Y una vez fuera de su visión, salgo corriendo, fuera de las oficinas, más allá de los comedores de hamburguesas y personas sin responsabilidades, o sea los visitantes. Me quedo sin decirle a nadie sobre esa conversación.

(Nota: ¡Qué comportamiento tan desgraciado mostró Jane Stork! Alias “Shanti Bhadra de asustar así a una pequeña niña de nueve años, pero posteriormente la vida le regresó el sufrimiento que ella causó, ya que su hijo murió de cáncer.)



Pasé gran parte del resto de ese año pensando profundamente en la muerte. A veces, la constatación de que yo ya no existiría me provocaba un escalofrío en el estómago que me recorría hasta la punta de los dedos.

Empecé a pensar en la muerte constantemente. Me preocupaba que papá muriera. No soportaba vivir sin él. Y también me preocupaba de morir y que papá no sobreviviría sin mí.

A veces, me ponía a conversar conmigo misma y le suplicaba a Dios que por favor no me dejara morir antes de que llegase mi período (había estado leyendo mucho de Judy Blume), y que por favor no me dejase morir antes de besar a un chico, esta vez de verdad, y que por favor no me dejase morir antes de ver a mi papá una vez más. Solo pedía favores...


Pero poco después de la constante exageración del fin del mundo, toda la conversación sobre eso desapareció de la comunidad. Fue como si se dieron cuenta, OK, tal vez se acerca el fin del mundo, tal vez no, pero volvamos al negocio de la vida.

En todo caso no se construyeron cuevas y no se siguieron haciendo más planes para nuestra supervivencia. Supongo que decidieron que toda esa mierda nos había asustado lo suficiente.

(A Osho le aburrió el tema y simplemente lo abandonó.)






La sexualidad en las comunidades

Lo que pasa con los sannyasins es que les gusta mucho el sexo y todas esas cosas amorosas que lo acompañan. Y les gusta hablar de eso y practicarlo mucho. Por lo que la mayoría de nosotros los niños conocíamos muy bien los entresijos (por así decirlo) de la intimidad sexual.

Me gustaría negar todas las cosas que dijeron los medios de comunicación, las orgías de amor gratuitas, etc., pero en realidad todo ello se deriva de algún núcleo de verdad.

Sin embargo no, no presencié ninguna orgía extraña, ni vi gente teniendo sexo en público, pero como dije, la gente era muy abierta y libre sobre el sexo y lo practicaban mucho. Hubo muchos besos y abrazos en todas partes, y estoy segura de que hubo muchas copulaciones detrás de las puertas cerradas, pero no en grandes y espeluznantes y raras orgías de sexo público.


En algún momento en 1983, fui a cenar a Maggie (Magdelena, la cafetería) y papá vino corriendo detrás de mí, me levantó en el aire y me dio un gran beso. Luego me explicó que se estaba dictando un decreto en donde se les prohibía a los sannyasins seguir besándose, así que él estaba tratando de conseguir sus últimos besos.

Y esto se debe porque en algún momento de 1983, descubrieron que el sida se estaba convirtiendo en un problema. Y también descubrieron que se transmitía de persona a persona a través del contacto sexual.

¡Imaginen lo que eso puede provocar en una comunidad donde se exaltaba el sexo libre!


Y lo que me dijo papá eso era cierto. En algún momento del día siguiente, todos fuimos convocados a una reunión. Nos llevaron todos a la sala de la escuela de los niños pequeños y nos contaron sobre el sida. Nos contaron cómo se propagó, aunque también nos dijeron que se propagó a través de la saliva. Y nos dijeron que iba a ser la próxima plaga y probablemente lo que derribaría a la humanidad. Y nos dijeron cómo debíamos prevenirlo:

-      Siempre usar condones cuando tengamos relaciones sexuales (Ok)
-      Usar guantes de goma cuando tengamos algún contacto sexual (?)
-      No besar en absoluto (esto ya comienza a volverse loco)
-      Usar alcohol en el inodoro antes y después de usarlo. (?)
-      Usar alcohol en los teléfonos antes y después de usarlo. (?)


Los rociadores de alcohol estaban en todas partes: en las cocinas, en cada área telefónica, en las áreas de preparación de alimentos, en los baños, etc. Todos estaban paranoicos, y hasta el día de hoy me siento todavía rara besando a la gente en los labios nuevamente, aunque en ese momento desafié un poco a la autoridad y me metí en la parte trasera de un autobús vacío con mi novio Kamal y lo besé durante horas.

Poco después de esa reunión inicial, nos llamaron a otra, y nos dijeron que todos los hombres, mujeres y niños que vivían en el rancho tendrían que hacerse una prueba de sida. Las personas que dieron positivo para el virus quedarían en cuarentena y continuarían viviendo separadas del resto de nosotros por el resto de sus días.

El pánico que sentí fue abrumador. Estaba segura de que todos esos besos me habían dado sida.






La paranoia con el mundo exterior

El rancho creció más rápido de lo que nadie había previsto. Creamos una pequeña ciudad próspera que tenía granjas de lácteos, pollos y vegetales para alimentar a sus habitantes e invitados. Y también habíamos construido una presa que creó un lago artificial para la irrigación y la recreación.

Teníamos un centro comercial con tiendas minoristas para que los visitantes apoyaran a nuestra comunidad, e incluso teníamos un aeropuerto para cuatro aviones pequeños que utilizabamos comercialmente para llevar a los visitantes rápidamente desde Portland.

Pero no todo fue placido, ya que debido a dificultades para incorporar Rajneeshpuram como una ciudad independiente, los Rajneeshis se apoderaron del pueblo vecino de Antelope, compraron la mayoría de las propiedades, instalaron a sus hijos en las casas y se hicieron cargo de la escuela.

Antelope pasó a llamarse la ciudad de Rajneesh y todos sus ciudadanos finalmente se mudaron, excepto la familia sannyasin que había comprado una casa en ese poblado.


Fue en ese momento que los sentimientos amistosos de vecindad que algunas de las ciudades pequeñas del centro de Oregón nos habían dado al inicio, comenzaron a disiparse y ser reemplazados por ira y hostilidad.

Pero eso no nos molestaba porque en el rancho estábamos bien entrenados para considerarnos especiales y elegidos. Y nos referíamos a los que no eran sannyasins con desdén, pero simultáneamente teníamos miedo y curiosidad por el mundo exterior.

Se codiciaban ciertas cosas del mundo exterior como: dulces, videojuegos de bolsillo, carne, el color azul. Mientras que otras cosas eran terroríficas como: las amenazas de bomba, los volantes desagradables que se dejaban caer constantemente desde los aviones para ensuciar al rancho, las miradas de odio y comentarios sobre nuestra ropa roja y collares.


Sheela, la "mamá" principal del rancho comenzó a volverse más y más loca, tramando complots cada vez más nefastos en conspiración con sus cohortes. Y las cosas en el rancho se fueron empeorando cada vez más.

Primero, el miedo inducido por el holocausto nuclear. Luego, el miedo del sida en donde todos estábamos seguros de moriríamos por la plaga que se avecinaba a menos que pusiéramos alcohol en los teléfonos y en los inodoros. Y luego la paranoia de Sheela que armó fuertemente a la comunidad porque esperaba en cualquier momento ser invadida por las fuerzas del FBI.






Regreso a la sociedad

Viví mis días en el Rancho durante dos años más, y cuando tenía once años, todo el lugar se vino abajo por los escándalos públicos que repentinamente estallaron. Mi papá y yo nos fuimos con lo poco que teníamos y nos dirigimos al mundo exterior.

Asistí a una escuela pública con ropa roja deportiva y un salmonete diseñado por la comuna, y entré a la escuela a mitad de año en un rico suburbio blanco de San Francisco, pero como una estudiante de sexto grado.

Después de una transición tumultuosa, aprendí a readaptarme en la sociedad y finalmente hice algunos amigos. Tuve muchas aventuras e incluso pasé un tiempo en el ashram de Rajneesh una vez que éste se mudó a sus orígenes en Pune, India.


A lo largo de los años, debo haber absorbido algunas de las cosas que Rajneesh nos enseñó: tal vez solo estaba en el aire, tal vez si presté atención cuando pensé que no lo había hecho, o tal vez solo estaba viviendo en la cultura de la meditación.

Él nos enseñó que debíamos dejar caer el ego y dejar ir el miedo. Y lo hizo a través de la meditación y la celebración (incluso hablando de sexo y amor). Estas cosas pasaron por alto en mi niñez, y como adulto, en su mayoría, soy cínica al respecto. Sin embargo, he experimentado ese sentimiento de dejar ir el ego, la pérdida del yo y es una experiencia exquisita.

Por ejemplo, me he perdido bailando en un concierto; Me he perdido haciendo kung fu sola en mi dojo. Eso me ha pasado un puñado de veces, y esas veces he descubierto que el ego a veces se basa en el miedo, y que soltando eso, hay amor.

Ya no tengo esa discusión sobre la mortalidad conmigo misma. Ya no juego ese juego. Me he vuelto supersticiosa a mi edad adulta y no quiero atraer a la muerte pensando constantemente en ella. Pero también sé que una gran parte de mi relación con mi padre se entretejió sobre ese tema. Y parte de eso es la honestidad de saber que no podría manejar mi muerte, y por lo tanto, para cuidarlo, tomé la decisión aparentemente egoísta de elegirlo por la respuesta imposible. Y al soltarlo en él, estoy mostrando mi gran amor por él.







Reflexión final

Mi infancia fue eso. Fue salvaje y ciertamente bastante diferente de la infancia que casi todos mis amigos disfrutaron. Tengo algunos amigos que también crecieron en ese entorno, y en algún nivel, estas son las únicas personas que realmente lo entienden. Los únicos que compartieron una experiencia similar conmigo durante mi infancia aislada y diferente.

Pero esto no me hace menos capaz de vincularme con personas del mundo exterior. Me casé con alguien que no es un sannyasin y tengo una hija ahora, a la cual no puedo imaginar llevarla a una comuna Rajneesh y darle una infancia como la que yo tuve.

No puedo concebirla viviendo en una casa de niños, separada de mí la mayor parte del tiempo, porque sé que esto nos devastaría a ella y a mí. Además ella es un tipo de niño muy diferente del que yo fui. Ella es muy apegada, muy sensible, muy emocional, muy intensa. Le he proporcionado una educación que nos conviene a las dos. En cambio mis padres me proporcionaron una educación que les convino a ellos y a mí también me gustó, pero otros niños si sufrieron.

Viví en una comunidad internacional vibrante y amorosa. Eso fue lo bueno. Pero también viví mi infancia bajo una dictadura corrupta. Y esa fue la parte mala.

Curiosamente los sannyasins se volvieron expertos en poner reglas y en seguirlas... y cada vez más y más a medida que pasaban los años. Lo que es irónico porque esa comunidad había sido fundada en rebeldía e indignación contra una sociedad que ahoga la libertad con tantas reglas.


Muchos años después de que la comuna en Oregón terminara, se le preguntó a un amigo de mi padre qué había aprendido de su experiencia viviendo allí y su respuesta fue:

"Aprendimos que podíamos vivir bajo el fascismo."









Fuentes:

https://thecut.com/2018/04/9-rajneesh-followers-on-what-wild-wild-country-got-wrong.html
https://therumpus.net/author/hira-bluestone
https://bluest-one.blogspot.com












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