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BLAVATSKY, UN BOSQUEJO DE SU VIDA por WilIiam Judge





WilIiam Judge fue el principal colaborador y discípulo de Blavatsky, y quince meses después del fallecimiento de su maestra, él escribió el siguiente artículo, el cual se publicó en el periódico The New York Sun, el 26 de septiembre 1892:

« Una mujer que por una razón o por otra, ha tenido al mundo pendiente de sus actos, atacando o defendiendo sus móviles, ayudando su organización o combatiéndola con ardor, y que a la hora de su muerte hizo que se hablase más de ella que si hubiese sido un rey o un emperador, tiene que haber sido una persona extraordinaria.

Y eso fue Helena Petrovna Blavatsky, nacida bajo el poder del Zar Nicolás I, en la familia de los Hahn, descendientes por un lado del famoso cruzado Conde de Rottenstern, quien añadió a su nombre la palabra Hahn (que significa gallo) porque uno de esos volátiles le salvó la vida cuando un avieso sarraceno penetró en su tienda con ánimo de asesinarle.

Y no hubo hecho, circunstancia o periodo en la vida de Madame Blavatsky que no fuera sorprendente. Ella vino a esta vida en Ekaterinoslaw, Rusia, en el año 1831, en medio de la muerte y desolación producidas por una epidemia de cólera.

Era una criatura tan delicada, que su familia decidió bautizarla en seguida, con arreglo a los ritos de la Iglesia católica griega. Esto en sí ya no era muy corriente, pero la ceremonia fue aún más sensacional, como todo lo relacionado con ella.

A esta ceremonia asistieron todos los parientes con velas encendidas, y como uno de los familiares estaba ausente, ocupó su puesto una niña pequeña a quien le fue entregada la vela correspondiente. El cansancio la hizo sentarse en el suelo, sin que los demás se dieran cuenta, y precisamente cuando los padrinos estaban repudiando al demonio, en nombre del neófito, escupiendo tres veces en el suelo, la vela de la niña sentada prendió accidentalmente en las vestiduras del sacerdote oficiante, lo que provocó un pequeño incendio que produjo graves quemaduras a varios de los asistentes.

Así hizo su entrada en este mundo Madame Blavatsky, rodeada de muertes y bautizada entre llamas por los sacerdotes de una Iglesia cuyos dogmas ella iba a combatir durante todo el resto de su vida.


Ella estaba emparentada con la familia reinante rusa. Hablando en 1881 con su tío, el general Fadeef, Consejero del Estado de Rusia, dijo que como hija del coronel Pedro Hahn, era nieta del general Alejo Hahn von Rotternstern Hahn, de una antigua familia de Mecklemburgo establecida en Rusia. Y por parte de su madre, hija de Helena Fadeef y nieta de la Princesa Helena Dolgorouky.

Sus antepasados maternos pertenecían a una de las más antiguas familias rusas, descendientes en línea directa del Príncipe o Gran Duque Rurik, el primer soberano de Rusia. Varias damas de la familia pertenecieron a la casa imperial, llegando a Zarinas por matrimonio. Y una de ellas, una Dolgorouky, se casó con el abuelo de Pedro el Grande, y otra fue prometida del Zar Pedro II.

Y por estas relaciones resultó que Madame Blavatsky conoció personalmente a muchos nobles rusos. En París yo conocí a tres príncipes y un famoso general que me dieron detalles de su juventud, y de las cosas sorprendentes que entonces se contaban de ella; y en Alemania conocí al Príncipe Emil de Witt, perteneciente a una de las numerosas familias ruso alemanas, primo de la Emperatriz de Rusia y ayudante militar del Zar, el cual me dijo que sus respectivas familias eran muy amigas y que había oído hablar mucho de ella cuando era joven, pero que hacía mucho tiempo no la había vuelto a ver.

Pero posteriormente él ingresó en su famosa Sociedad Teosófica y escribió después de la guerra con Turquía, que ella le había dicho en una carta que él no sufriría el menor daño durante esas operaciones, y efectivamente así fue.

De niña, Blavatsky fue la admiración del vecindario y el terror de los sencillos aldeanos. Rusia estaba llena de supersticiones y agüeros, y como Helena nació el séptimo mes, entre los días 30 y 31, se le atribuían dotes y facultades que sólo ella poseía.

Esos supuestos dones la hicieron el blanco de la observación de todos durante sus primeros años. Ella gozaba de libertades que a los otros niños no se les permitía, y tan pronto como tuvo edad de comprender, sus ayas le dieron el papel principal en una ceremonia mística rusa que se celebraba el 30 de junio, con objeto de impetrar la protección del genio de la casa.

La educación que recibió fue fragmentaria y tan escasa, que sus amigos más tarde le atribuyeron facultades psíquicas excepcionales por las respuestas que daba, y esto se debía porque ellos no sabían que ella era ayudada por aquellos seres invisibles que ella afirmaba eran sus instructores, y que eran hombres que vivían en la tierra, pero poseedores de sentidos desarrollados que les hacían independientes del tiempo y del espacio.

En su juventud no reconoció los recatos convencionales; ella montaba a caballo como un cosaco, y acompañó durante mucho tiempo a su padre en el mando de su regimiento en campaña, siendo con su hermana, ídolos de los soldados.

En 1844, teniendo catorce años de edad, su padre la llevó a Londres y a París, donde hizo algunos progresos en música, y en 1848 regresó a su hogar.


Su matrimonio, en 1848, con el general Nicéforo Blavatsky, gobernador de Erivan, en el Cáucaso, le dio el nombre de Blavatsky, que usó hasta su muerte. Este casamiento, como todos los acontecimientos de su vida, fue estrepitoso.

Sus rudos modales le hicieron decir a sus amigas que no conseguiría que el viejo general se casara con ella, y por pura bravata, ella dijo que lo conseguiría. Y efectivamente, el general pidió su mano, que le fue concedida.

Entonces Helena se dio cuenta, demasiado tarde, de que esas cosas —en Rusia— no tenían remedio. Se casaron y el resultado fue que Madame Blavatsky rompió un candelabro sobre la cabeza de su esposo, y abandonó rápidamente el domicilio conyugal, no volviéndole a ver más. Ella se dedicó a viajar, ayudada por su padre, y no regresó a Rusia hasta 1858.


En 1851 estuvo en América, visitando Canadá, Nueva Orleáns, México; y de allí pasó a la India, y en 1853 regresó a los Estados Unidos. Su familia no tuvo noticias de ella hasta 1858 en que regresó tan inesperadamente como se había ido.

Era una cruda noche de invierno. En la casa familiar se estaba celebrando una boda, cuando la campanilla sonó violentamente, interrumpiendo el banquete, y Madame Blavatsky apareció en la puerta.

Desde esa fecha, tanto la familia como numerosos amigos atestiguaron una serie de sucesos extraordinarios que le sucedían a Blavatsky continuamente, y eran de tal naturaleza tan sorprendentes, que los amigos venían desde largas distancias a visitar su casa y ver a la impresionante Madame Blavatsky.

Muchos manifestaban su incredulidad, otros, creían que se trataba de magia, y algunos dijeron que eran supercherías.

La supersticiosa nobleza de Guriel y de Mingrelia acudía en masa a verla, considerando que era una maga. Ella estaba sentada leyendo tranquilamente, mientras las sillas y mesas bailaban a su alrededor y se oían golpes en las paredes.

Un día su hermano, que en ese entonces no creía en sus poderes, le preguntó si era capaz de sujetar por medio de la voluntad, una mesita de ajedrez que había en la habitación, tan pequeña que un niño podía fácilmente levantarla y un hombre romperla.

Madame Blavatsky que estaba a una pequeña distancia, le dijo que intentase levantarla. Su hermano, hombre de hercúleas fuerzas, la agarró, tiró y empujó, pero todo fue en vano. La frágil mesita crujía, parecía que se iba a hacer astillas, pero no se movió ni un milímetro.

Y así también ella sorprendía con los muebles y objetos en perpetua zarabanda, golpes y ruidos sonando por todas partes, mensajes acerca de sucesos en países lejanos llegando por los aires. La familia vivía continuamente en plena excitación.

Madame Blavatsky posteriormente me señaló que en esa época ella daba rienda suelta a sus fuerzas psíquicas y aprendía a conocerlas y a controlarlas.


Nuevamente le asaltó su espíritu inquieto, y según ella misma me escribió: "salió en busca de los hombres y las mujeres a quienes ella quería preparar para un gran movimiento ético y filosófico que iba a emprender".

Se embarcó con rumbo a la ciudad de Spezia en Italia en un barco griego, y el estrépito que siempre le acompañó no tardó en producirse. En la carga del buque había pólvora; ésta hizo explosión, y el barco se hundió. Y entre los pocos supervivientes se encontraba ella.

A consecuencia de este suceso desembarcó en Egipto, donde en 1871, ella fundó una sociedad para investigar el espiritismo y descubrir las falacias que hubiera, o asentar sus hechos sobre bases firmes, científicas y razonables, a ser posible. Pero sólo duró en Egipto catorce días, al cabo de los cuales ella escribía: "es un montón de ruinas, majestuosas, pero tan sugestivas como las de las tumbas de los Faraones."

Luego fue en América donde inició la obra que la hizo famosa en Europa, Asia y América; y le dio notoriedad a los ojos de los enemigos de toda reforma, y la engrandeció para aquellos que pretendieron haber sacado provecho de sus obras.

Antes de 1875, ella ya estaba investigando las pretensiones de los espiritistas de los Estados Unidos, y escribió analizándolas y declarando falso su aserto de que se recibían comunicaciones de los muertos, y demostrando que por otra parte, los fenómenos presentaban un carácter psíquico-fisiológico que de continuar en nuestra actual civilización puramente materialista, acarrearía grandes desastres físicos y morales.



En 1875 fundó en Nueva York la Sociedad Teosófica, con la ayuda del coronel Henry Olcott y algunos más, declarando que sus objetivos principales eran la creación de un núcleo para una fraternidad universal, el estudio de las religiones y la ciencias antiguas y modernas, y la investigación de las leyes psíquicas y recónditas que afectan al hombre y a la naturaleza.

Desde luego no le guiaba ningún móvil egoísta, ni el deseo de ganar dinero. Ella recibía fondos de Rusia y de otros sitios, hasta que cesaron por haberse ella nacionalizado en los Estados Unidos, y porque sus trabajos en favor de la Sociedad Teosófica no la dejaban tiempo para colaborar en revistas literarias rusas.

Tan pronto como quedó fundada la Sociedad Teosófica, ella me dijo que había que escribir un libro para su uso. Y es así como empezó la elaboración de Isis sin Velo, y este trabajo literario no lo dejó hasta el momento en que se encontró un editor.

Mientras tanto, no cesaban de acudir visitantes a donde ella vivía, primero en Irving Place, luego en la calle 34, y por último en la calle 47 y la 8va Avenida. Los periódicos no cesaban de hablar de sus poderes, o de burlarse de ellos. Uno de los principales diarios de Nueva York decía lo siguiente:

"Una mujer de características tan notables como el mismo Cagliostro, y que diariamente es juzgada de tan distinto modo, por distinta gente, como el famoso Conde.  Los que la conocen pocos la acusan de charlatanería; los que la conocen mejor, admiran sus grandes conocimientos; y los que la trataron íntimamente, quedaron convencidos de sus poderes o completamente desconcertados."


Su obra Isis sin Velo llamó extraordinariamente la atención, y todos los periódicos de Nueva York hicieron su crítica, y todos decían que representaba una inmensa labor de investigación.

Lo raro es como yo puedo afirmar (al igual que otros muchos que también fueron testigos) que la autora no disponía de biblioteca alguna donde consultar, y no poseía notas de investigaciones o lecturas previas. Todo lo escribió de corrido. Y sin embargo, su obra está llena de referencias a libros en el Museo Británico y otras grandes bibliotecas, y todas las referencias son correctas.

Por lo tanto, en lo que se refiere a este libro, o nos hallamos ante una mujer capaz de almacenar en su memoria una cantidad de datos, fechas, números, títulos y asuntos, de manera descomunal para todo otro ser humano, o su pretensión de haber sido ayudada por seres invisibles es cierta.


En 1878, después de la publicación de Isis sin Velo, Madame Blavatsky dijo a sus amigos que tenía que ir a la India para iniciar el movimiento teosófico. En diciembre de aquel año, ella y el coronel Olcott, con otros dos miembros, marcharon a la India, deteniéndose de paso en Londres.

A su llegada a Bombay, les esperaban tres o cuatro hindúes, que habían tenido noticias suyas. Se alquiló un local en el barrio indígena de la ciudad, y muy pronto ella y el señor Olcott empezaron la publicación de la revista The Theosophist, que en seguida alcanzó gran difusión, incluso en Occidente.

En Bombay, y más tarde en Adyar, Madame Blavatsky trabajó día tras día, todo el tiempo, editando su revista y sosteniendo una inmensa correspondencia con gentes de todos los rincones de la tierra y que se interesaban por la Teosofía, y también discutiendo diariamente con sabios hindúes que la visitaban constantemente.

Y también allá ocurrían frecuentemente fenómenos paranormales. Los hindúes tenían fe en ella, y decían que ella les podía explicar sus propias Escrituras y filosofías mejor que los mismos brahmanes, y que gracias a sus esfuerzos y a la labor de la Sociedad Teosófica, la juventud de la India no caería en el vacuo materialismo.


En 1887, Madame Blavatsky regresó a Inglaterra y allí fundó otra revista teosófica llamada Lucifer, e inmediatamente emprendió el movimiento teosófico en Europa, como antes en Nueva York y después en la India.

Trabajó día y noche sin cesar, manteniendo correspondencia con el mundo entero, editando su revista, escribiendo más libros para su amada Sociedad Teosófica, y careciendo siempre de recursos, pues por parte del público en general, ella sólo recibió insultos inmerecidos.

En Londres escribió La Clave de la Teosofía, y también La Doctrina Secreta, que es el libro de texto por excelencia de los teósofos. Y también escribió La Voz del Silencio, destinada a los teósofos devocionales.

Escribir, escribir y escribir día y noche fue ese su destino. Y a pesar de los insultos y calumnias que ella recibía, en Europa hizo muchos amigos fieles. Todos cuantos la trataron o conocieron se convertían siempre: o en amigos fervientes, o en acérrimos enemigos.

El señor Stead, de la Pall Mall Gazette, recibió La Doctrina Secreta para que diera cuenta en el periódico, pero ninguno de sus acostumbrados críticos literarios se atrevió con esa obra, y es por eso que él le pidió a la señora Besant que hiciese la crítica. Ella aceptó, cumplió su compromiso y solicitó ser presentada a la autora del libro.

Poco después ingresó en la Sociedad Teosófica, no sin antes haber verificado escrupulosamente el carácter moral de Madame Blavatsky, y se unió con toda su alma a los teósofos. Entonces se estableció en Londres un cuartel general que aún existe.

Madame Blavatsky empezó a decir que el final de sus trabajos estaba próximo por llegar, debido a que ya había una mujer con el valor de los antiguos reformadores que proseguiría infatigablemente el desarrollo del movimiento en Inglaterra.

Y efectivamente unos cuantos meses después Madame Blavatsky murió, pero con la satisfacción de saber que la Sociedad Teosófica por la que tan duramente había luchado sin escatimar esfuerzo, era ya una entidad capaz de luchar con sus propias fuerzas.

En sus últimos momentos demostró que su vida había sido consagrada a una idea que el mundo consideraba utópica, pero que ella sabía perfectamente que era necesaria para la raza humana.

E imploró a sus amigos que no permitiesen que aquella encarnación suya, que estaba tocando a su fin, fuese un fracaso, continuando con el movimiento que ella había iniciado y mantenido a costa de tantos sufrimientos.



Escritores venales y hombres y mujeres envidiosos han dicho que ella intentó sacar dinero a presuntos incautos, pero sus amigos íntimos sabemos que siempre rechazó el lucro, y que siempre tuvo amigos dispuestos a darle cuanto ellos tenían si ella lo aceptaba, pero ella nunca quiso nada ni pidió nada.

Por otra parte, su filosofía y sus elevados ideales han inducido a muchos a socorrer a los necesitados. Una vez un rico teósofo le dio cinco mil dólares para que fundase un club de ayuda a las mujeres en Londres, y cuando la señora Besant había terminado la instalación, Madame Blavatsky, aunque vieja y enferma, fue ella misma a inaugurar el club en nombre de la Sociedad.

El fin y el objetivo de su vida fue romper las cadenas forjadas por el fanatismo religioso. Ella quería que todos los hombres supiesen que de hecho son en su esencia divinos, y que como los humanos responsables tienen que aguantar el peso de sus propios pecados, porque no pueden endosárselos a otro.

Por eso enseñó en Occidente las viejas doctrinas orientales del Karma y la Reencarnación. Por la primera, la ley de justicia, decía que cada cual es responsable por sí mismo, y por la segunda, respondía en la Tierra, que es donde realiza todos sus actos.

Y también ella deseaba que la ciencia volviese al verdadero terreno en que se admite que la vida y la inteligencia se encierran y actúan en y por medio de cada átomo en el universo. O sea que quería que la religión fuese científica y la ciencia religiosa, para que así desaparecieran los dogmatismos de ambas.


Desde 1875 su vida se gastó en el incansable esfuerzo de atraer a la Sociedad Teosófica a todos cuantos fuesen capaces de trabajar desinteresadamente para propagar una ética y una filosofía que contribuyesen a realizar la fraternidad entre los humanos, y a demostrar la unidad y no la separatividad de todo ser.

Y todos sus libros fueron escritos con la intención de proporcionar materiales para el progreso intelectual y científico en esa dirección.

La teoría sustentada por ella acerca del origen del hombre, sus facultades y su destino, sacada de antiguas fuentes indias, nos coloca en un pedestal más elevado que la religión o la ciencia, pues ofrece a todos la posibilidad de desarrollar las facultades divinas en nuestro interior, y así finalmente llegar a ser colaboradores de la Creación.

Ahora bien, como todos hemos de morir, no diremos que su muerte haya sido una desgracia; pero si ella no hubiera vivido y hecho lo que hizo, la humanidad no hubiera recibido el impulso y las ideas hacia el bien que ella tuvo la misión de dar y de proclamar.

Hoy hay centenares, miles, de hombres y mujeres que aspiran a purificar su propia vida y a endulzar la de los demás, cuyas esperanzas y aspiraciones emanan de la sabiduría-religión que ella ha hecho revivir en Occidente, y que reconocen con gratitud la labor y el sacrificio de H. P. Blavatsky.

Y si a su vez viven bien y practican el bien, no harán más que ilustrar las doctrinas por ella predicadas y practicadas»

(Este texto fue traducido al español y publicado en el Boletín de la ST Española de enero de 1935, nº69, p.6-12)










5 comentarios:

  1. Hay ciertas partes que me han regocijado, especialmente esta: “En sus últimos momentos demostró que su vida había sido consagrada a una idea que el mundo consideraba utópica, pero que ella sabía perfectamente que era necesaria para la raza humana.”

    Y de hecho es así, es inevitable y necesario el cambio para la humanidad. A simple vista alguno podría caer en el error al pensar que es imposible, ya que desconocen la naturaleza del hombre y su perfeccionamiento continuo que se efectúa en las reencarnaciones, creen que el ser humano es un simple desecho creado por la naturaleza para cubrir espacios vacíos de las montañas. Una obra del azar, un sin sentido, algo insignificante que le tocó estar ahí.
    Qué equivocados están.

    Muy gustoso el artículo.

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  2. Saludos a todos,

    Enriquecedor artículo.

    Un abrazo en Luz,

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  3. Buda, cristo , blavatsky..que pensas cid? Es asi?

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  4. Buda, Cristo, Blavatsky? A que te refieres? Si es lo que yo me imagino amigo mío. Jesús fue un adepto de alto grado al igual que el señor Buda, pero con respecto a Blavatsky a pesar de que le tengo mucha estima y siento admiracion por su trabajo no creo que haya alcanzado aún su estado de Buda si es a lo que se refiere. Que está cerca si eso creo. Que ella fue un Bodhisattva si y que en su próxima reencarnación alcanzará el estado de Buda es un hecho.

    J. J. Z

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