LOS MAESTROS TRANSHIMALÁYICOS

(Clement Acton Griscom fue miembro de la Sociedad Teosófica en América y editor de la revista The Theosophical Quarterly, y en este artículo él hace un resumen de la información teosófica que se dio acerca de estos humanos muy avanzados.)

« Para dar una idea acerca de la naturaleza y las funciones de estos seres espirituales que ahora comenzamos a comprender, voy a tratar de construir el concepto desde abajo.

En el universo cada átomo está compuesto de substancia y conciencia (o sea de materia y espíritu). La calidad o grado de conciencia se expresa por medio del “vehículo” o cuerpo. Y mientras más perfectos sean los vehículos de la conciencia, vendrá a ser más perfecto el carácter de la conciencia que les da vida. O también podemos usar el término “más elevado” y decir que mientras más elevado sea un cuerpo, también más elevado será el tipo de conciencia que habita a ese cuerpo.

La conciencia de una célula es la síntesis de la conciencia de sus átomos constitutivos. La conciencia de un órgano corporal es la síntesis de la de las células que los componen. Y es por eso que el cuerpo en sus condiciones de unidad, tiene una conciencia (que es la síntesis de los órganos y partes que lo forman). Y estas partes sienten hambre, sed, fiebre, cansancio o frío. Y es por ello que mientras que los occidentales decimos: “Tenemos hambre o frío”, los orientales dicen con más certeza: “mi cuerpo tiene hambre o mi cuerpo tiene frío”.

Y esto expone una manera de explicar lo que se entiende por un Maestro. Un Maestro, pues, representa a un hombre perfeccionado que progresó o se desenvolvió a través de los estados humanos, pero en el proceso vino a ser más que un hombre, porque cuando él adquirió ese grado de progreso, él asumió espontáneamente las características de ese grado. Y vino a ser un eslabón en un nuevo lugar de esa cadena ininterrumpida que desde lo Absoluto llega hasta la más pequeña unidad de manifestación llamada átomo.

De aquí no se deduce, por supuesto, de que los Maestros provengan de este ciclo de evolución. Por el contrario, se nos ha hecho creer que muchos, si no todos los grandes Maestros, adquieren aquel grado en ciclos anteriores, pero volvieron en el presente ciclo con el fin de ayudar a la evolución humana.

(Nota: yo he leído que en los primeros tiempos así era, pero que cada vez son más los Maestros que pertenecen a este ciclo de desarollo, y ellos son los humanos que se han adelantado mucho más rápidamente al resto de la humanidad en su proceso de evolución.)

La Doctrina Secreta enseña que existe un Espíritu Planetario que cuida, guía y dirige la evolución de la Tierra y de sus habitantes. Y nuestro intelecto no puede especular satisfactoriamente sobre semejante Ser cósmico, porque se encuentra de modo inconcebible, fuera del alcance de nuestra percepción.

De él se ha dicho que, si quisiera, podría borrar toda huella de mal en el mundo, con tanta facilidad como un niño borra la letra de su pizarra. Pero no lo hace porque eso sería pecar contra el libre albedrío que disponen los humanos.

Su punto de contacto directo con la Tierra está representado por un ser conocido como el “Vigilante Silencioso” (nombre del más alto grado de la Gran Logia Blanca).

Siguen a éste, en línea descendente, dos seres cuyos nombres no nos han comunicado; y luego están los cuatro Maha-Chohanes encargados de los cuatros puntos cardinales: Norte, Sur, Oriente y Occidente. Y estos Regentes, como se les llama algunas veces, son quienes presiden los destinos de la humanidad.  Y también están los Chohanes que son los Maestros de los Maestros.

(Nota: a los Maha-Chohanes también a veces se les suele llamar simplemente Chohanes y a los Chohanes [o sea a los Adeptos de un nivel superior] se les suele a veces llamar Maha-Chohanes. Es la misma vaguedad que existe entre “jefe” y “gran jefe”, así es que sean flexibles cuando lean esos términos, y el verdadero MAHA-CHOHAN es el dirigente de toda la Jerarquía de los Maestros.)

Después de los Maha-Chohanes sigue el gran cuerpo de los Maestros, de los cuales ignoramos cuántos miembros son y cuántos grados tienen. Sin embargo parece que su número posible no tiene límites, pero actualmente su número ha ido disminuyendo, y muy probablemente debe de haber rangos entre ellos según algunas breves informaciones tocantes a este punto que se han insinuado en sus escritos.

Por ejemplo, hemos adquirido por la lectura el conocimiento de diferentes clases de miembros en la Jerarquía planetaria. El libro “La Voz del Silencio” habla de los Nirmanakayas que permanecen, por decirlo así, en la atmósfera de la Tierra, desde donde intervienen directamente en los asuntos humanos; y también de los Dharmakayas, quienes pasan a cierta condición nirvánica donde se mantienen alejados de toda posible conexión con el hombre.

Oímos hablar de aquellos que renuncian a la recompensa de su propio adelanto y prefieren intencionalmente retener algunas de las limitaciones de la humanidad, con el propósito de poder continuar trabajando de manera directa por ella, con un incesante sacrificio de tan asombrosa magnitud que trasciende el poder de nuestra imaginación.

Se ha comparado ese estado al que sería el nuestro si viviéramos a perpetuidad trabajando en un fétido estercolero, o en una fábrica llena de un ruido estridente y discordante.

El nombre de un gran Maestro está especialmente asociado a esa clase de sacrificio, acerca del cual no se concibe nada superior. Con reverencia saludo a Jesús, el vivo exponente de los más grandes aun entre Maestros.

Después de los Maestros vienen los discípulos de grados diferentes, pero separados en dos grandes divisiones:

-      los que saben quiénes son y se comunican conscientemente con su Maestro y otros miembros de la Logia,

-      y los que hacen esfuerzos por alcanzar esa plena comunicación.

Pero esta parte del escrito se dedica a los Maestros, por lo que trataré más tarde, y con más detalles, de los discípulos:

Diferentes términos

Chohan es una palabra tibetana que significa “Señor” y en nuestro contexto “Maestro”, y Maha equivale en sánscrito a “grande”. Así que Maha-Chohan quiere decir “Gran Señor” o “Gran Maestro”.

Y a los Maestros se les llama algunas veces Mahatmas que es una palabra sanscrita compuesta por “Maha” y por “atma” que en este contexto significa alma. O sea “Grandes Almas”.

El término Adepto se usa con demasiada libertad en la literatura teosófica para que llegue a adquirir un sentido especial, aunque usualmente se le emplea para nombrar a un miembro de la Logia de los Maestros.

Jivanmukti es una palabra sánscrita que designa a aquel que ha obtenido el ápice de la santidad y que ha alcanzado la iluminación divina en esta vida. Y esa palabra se usa a menudo en el oriente para designar a los Maestros.

Y también a veces se les llama Rishi que es una palabra sánscrita que quiere decir inspirado.

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Y a continuación trataremos de dar alguna idea de su naturaleza, de sus poderes, de sus funciones y del lugar que ocupan en la corriente evolucionaría.

Sus poderes

Tocante a sus poderes, ellos han vencido a la muerte, lo que no quiere decir que no mueran, sino que no pierden su consciencia entre las reencarnaciones. Y la duración de sus vidas se distinguen por lo extensas que pueden llegar a ser contando varios cientos de años.

(Esto solo se aplica para los más elevados)

Ellos no están sometidos al tiempo que conocemos, aunque sí están sometidos a su propia clase de tiempo. Ni tampoco están limitados por el espacio conocido por nosotros. Nuestro mundo se compone de tres dimensiones. Los Maestros viven en un mundo cuatridimensional, y poseen los poderes necesariamente propios de esa vida.

Y como no los juzgamos sino a través de nuestro mundo, por eso mismo ellos no nos dan sino aspectos o fases de sus verdaderas posibilidades. No limitados ni por el tiempo ni por el espacio disponen de la facultad de ir velozmente, lo mismo que el pensamiento, de un lugar a otro, al instante, por un sencillo acto de la voluntad.

Existe el caso más misterioso todavía de que encontrándose en un espacio de cuatro dimensiones, pueden hallarse a la vez en varios lugares diferentes, desde el punto de vista de nuestro espacio. Pueden entrar en los aposentos cerrados, ver dentro de las cosas, inclusive nuestros corazones y nuestras mentes.

Pueden, en todo tiempo, comunicarse libremente entre sí, no importa el punto donde estén. Pueden ver y oír cualquier cosa en cualquiera parte de la tierra, o en varias partes, de modo simultáneo.

Además ellos poseen en todo sentido, muchas mayores habilidades que nosotros, poderes adicionales de los que nada sabemos, los Maestros pueden hacer simultáneamente diferentes cosas que parecen como maravillas a nuestro entendimiento. Parecen omnipresentes, omnipotentes y omniscientes, y lo son cuanto a nosotros, en todo intento o propósito que muestren; pero en efecto, no lo son. Tienen sus límites, se cansan, sienten la pesadumbre de sus cargas. Y hay tareas que superan hasta a sus fuerzas exaltadas.

El lugar que ocupan en la corriente evolutiva

Ellos están sujetos al Karma y tienen que trabajar dentro de los límites de la ley de los ciclos. Y a todos sus proyectos opone el hombre la barrera perpetua de su libre albedrío, de modo que, con frecuencia, se elevan obstáculos formidables al logro de los planes de los Maestros.

La tradición nos enseña que se reúnen una vez al año, en convención formal, para recibir las instrucciones de sus superiores, y formular los planes para el trabajo del año venidero. Discuten sobre el estado del mundo en todas sus vastas complejidades, estudian la orientación del pensamiento y de las otras actividades de la raza humana.

A veces difieren sobre la mejor manera de actuar, y dado este caso someten el punto a la decisión del Maha-Chohan; y, por lo general, se le designa a cada miembro de la Logia su tarea para el futuro inmediato.

Para que no se abrigue una idea errónea acerca de esto, debe tenerse presente que ellos trazan sus planes para que maduren hasta dentro de cientos y miles de años. Guían, dirigen, controlan, inspiran y alientan todas las actividades humanas: literatura, arte, música, ciencia en todos sus ramos, la medicina, la filosofía, el comercio, la guerra, la política y la religión.

Se interesan por las razas, las naciones, los individuos, los gobiernos, las sociedades y por las asambleas o las asociaciones; pero su gran trabajo se realiza con los individuos, porque después de todo es el individuo, el alma, con quienes se relacionan finalmente. Todos los otros asuntos tienen interés sólo en cuanto afectan a las almas humanas.

Sus funciones

En mi esfuerzo por definir la esencia de sus funciones, pensé primero en usar la palabra servicio, porque en verdad que esa palabra resume sus vidas y actividades; pero existe una mejor, más descriptiva, aunque a menudo mal empleada: la palabra Amor.

Los Maestros son los exponentes vivientes de la ley del Amor, ley fundamental del universo. Se les ha llamado Maestros de Compasión, porque se ocupan eterna e incesantemente en el bien de la humanidad, por piedad a los sufrimientos de los hombres; porque saben que todo sufrimiento viene de la ignorancia de las leyes de la vida, y que la sola posible cesación del sufrimiento descansa en el dominio de la voluntariedad y en la harmonía de la vida personal con la divina.

En esto consiste la causa del interés especial de ellos por el individuo. Su labor en otras direcciones, su empeño en el gobierno de cosas y movimientos humanos, obedece a la influencia que todo esto ejerce sobre el individuo. Su deseo fundamental tiende al bien de las almas.

Su labor

Necesitan de discípulos, porque por medio del discipulado se entama el camino hacia la emancipación definitiva. Por lo tanto ellos mantienen en el mundo una serie de “agencias” que sirven para el llamamiento de los hombres.

Estas agencias varían de tiempo en tiempo, según la naturaleza del llamamiento. Como las leyes de la vida se interpretan y re-interpretan de una infinita variedad de modos, ninguna alma dejará de lograr la forma de llamamiento más apropiado a sus necesidades.

Nunca se desalientan, porque saben que en la plenitud de los tiempos la mayoría de los hombres alcanzarán la meta, y serán conducidos a la patria de su eterna salvación; pero sangran sus corazones por la perversidad y desobediencia del mundo, de su ignorancia y apatía. No quieren que viajemos al Cielo a flagelos de dolor y miseria, sino alegres, anhelantes, con la cabeza erguida y el corazón ardiente.

Pacientes de modo infinito, compasivos y sabios, trabajan sin descanso y de incontables modos diferentes, por nuestra salvación. Abnegados, impersonales, y sin embargo llenos de personalidad en el mejor sentido, son Dioses en sus divinas naturalezas; pero en su lado de humanidad, son muy amables y cordiales seres humanos.

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Y este breve bosquejo quedaría incompleto si no terminara en favor de la incesante gratitud y reconocimiento que debemos a esos seres por su eterna bondad y sacrificio.

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(Revista Dharma de julio de 1916, p.220-224, y el texto original en inglés lo pueden leer aquí.)