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HENRY OLCOTT RELATA CUANDO SCHMIECHEN PINTÓ LOS RETRATOS DE KUTHUMI Y MORYA


 
Sobre este evento, el coronel Olcott en el capítulo 12 de su libro “Viejas Hojas de un Diario III”, contó lo siguiente:
 
« El 13 de junio de 1884 regresé a Londres en compañía del Sr. Judge, quien había venido de Nueva York para vernos de camino hacia la India en donde él tenía un trabajo previsto por hacer.
 
Poco tiempo antes yo había instituido una competencia amistosa entre algunos de nuestros miembros de Londres, quienes eran artistas profesionales o aficionados, para intentar un importante experimento psíquico.
 
Mis primeros lectores recordarán mi descripción (ver edición de Londres, Viejas Hojas de un Diario I, ch. 13, p.370-373) de la forma en que mi adepto Gurú [el maestro Morya] cumplió su promesa de que me daría su retrato en un momento conveniente.
 

 
Esta era una semejanza de perfil dibujada por un aficionado que no era ocultista, ni sin entrenamiento psíquico, y aunque la semejanza era incuestionable como lo verifiqué más tarde en el trato personal que tuve con mi Maestro, su dibujo no mostraba el esplendor del alma que enciende un semblante del Adepto.
 
Naturalmente quería obtener un mejor retrato si fuera posible, y pensé en probar si mis simpatizantes colegas artísticos en Londres podían obtener vislumbres más claros, más realistas y espirituales de este rostro divino.
 
Al abordar el tema, los cinco (tres profesionales y dos aficionados) a los que me dirigí, muy amablemente y de buena gana accedieron, y les presté a cada uno de ellos por turno la copia fotográfica del boceto original a lápiz que tenía conmigo.
 
Los resultados fueron muy instructivos. Uno se había hecho una idea acertada de su tez, otro de su perfil y un tercero, mi respetada amiga la señora de Steiger, del aura luminosa que brilla alrededor de su cabeza. Pero ninguno de los cinco era en general una mejor semejanza que el boceto de Nueva York del señor Harrisse.
 
Antes de que terminara este concurso, el señor Hermann Schmiechen, un retratista alemán muy conocido, domiciliado en Londres, se unió a la Sociedad Teosófica, y para mi gran deleite accedió de inmediato a realizar la prueba inspiradora con él. La fotografía le fue entregada sin ninguna sugerencia sobre cómo debería tratarse el tema y fue un éxito.
 
 
Comenzó a pintar los retratos [de los maestros Kuthumi y Morya] el 19 de junio y los terminó el 9 de julio.
 

 
 
Mientras tanto visité su estudio cuatro veces solo y una vez con HPB, y quedé encantado por el desarrollo gradual de la imagen mental que había quedado vívidamente impresa en su cerebro, y que resultó en un retrato tan perfecto de mi Gurú como él podría haberlo pintado desde el principio.
 
A diferencia de los demás artistas que copiaron la idea del perfil de Harrisse, Schmiechen mostró la cara de frente y derramó en los ojos tal flujo de vida y sentido del alma que casi sobresalta al espectador. Fue el trabajo de un genio y la prueba del hecho de la transferencia del pensamiento tan evidente como puedo imaginar. En la imagen lo tiene todo: la cara, la tez, el tamaño, la forma y la expresión de los ojos, la postura natural de la cabeza, el aura brillante y el carácter majestuoso.
 
Esto también es cierto para el retrato compañero que pintó Schmiechen de nuestro otro Gurú principal [el maestro Kuthumi] y uno siente como si los grandes ojos estuvieran escudriñando nuestro mismo corazón. He notado los signos de esta primera impresión en casi todos los casos, y la sensación de asombro se ve reforzada por la forma en que los dos pares de ojos siguen a uno por la habitación, todavía aparentemente leyéndonos el alma sin importar dónde uno se encuentre.
 
Y también, por algún truco del pincel del artista, el aura brillante alrededor de las dos cabezas parece estar en un movimiento reluciente, tal como lo es en la naturaleza. Así que no es de extrañar que el visitante de mentalidad religiosa se encuentre, por así decirlo, impresionado por la sensación de santidad de la habitación donde cuelgan los dos retratos, y la introspección meditativa es más fácil allí que en cualquier otra parte.
 
(Nota: después que Schmiechen terminó los dos retratos originales, el coronel Olcott se los llevó a Adyar.)
 
Por grandiosas que sean de día, las imágenes son aún más sorprendentes de noche, cuando están debidamente iluminadas, y las figuras parecen estar listas para salir de sus marcos y acercarse a uno.
 
El artista ha hecho dos o más copias de los retratos, pero estas copias carecen del carácter realista de los originales, ya que evidentemente carecía del énfasis de inspiración bajo el cual se produjeron estos últimos.
 
En cuanto a las fotografías que contra mi protesta apasionada se permitió hacer a partir de las copias, son tan inferiores a los originales que hay en Adyar como una vela de sebo a la luz eléctrica. Y me ha entristecido inexpresablemente que estos rostros gloriosos puestos en fotografías baratas, hayan sido vendidos sin permiso por los seguidores del señor Judge, y publicados en una revista y un libro del Dr. Hartmann.
 
 
¿No parece como si este experimento anterior arrojó una gran luz sobre el misterio de la inspiración del arte, y nos ayudó a ver lo que hace la diferencia entre un gran pintor o escultor y la chusma general de las profesiones?
 
El gran artista debe ser un hombre cuya mente inferior sea sensible a las impresiones que puede imprimirle su conciencia superior o espiritual, y sus mejores obras se producirán en los llamados momentos de "inspiración", cuando la transferencia de conciencia está ocurriendo.
 
¿No está ilustrado en el caso en cuestión, cuando el artista guiado e impulsado por una afluencia desde el exterior, pinta cuadros que no puede reproducir en su estado normal de mortalidad independiente? ¿Y no es Tiziano, Rubens, Claude, Cellini, Leonardo, Praxiteles o Fidias, alguien que está abierto a la guía del Yo Superior, capaz de recibir en "destellos" esos vislumbres de la realidad divina detrás de estos muros que elevan la conciencia física?
 
Un punto de interés en este caso es que el retrato de Schmiechen de mi Gurú fue el séptimo intento de obtener un reflejo digno de su imagen, para ayudar a aquellos que aún no pueden ir en su sukshma sharira [su cuerpo sutil] al Ashram y conversar con él cara a cara»
(p.162-166)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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