LA ESTRUCTURA SEPTENARIA DEL HUMANO EN EL ZOROASTRISMO

 
El siguiente artículo fue escrito por un practicante del zoroastrismo (mazdiasnian) y miembro de la Sociedad Teosófica.
 
 
Muchas de las doctrinas esotéricas divulgadas por la Sociedad Teosófica hablan de manera similar al de las religiones más antiguas del Este, sobre todo la Védica y la Zenda.
 
Dejando de lado a la primera, me propongo señalar con unos cuantos ejemplos el cercano parecido que tienen las enseñanzas teosóficas con las doctrinas de las antiguas escrituras del Zend, hasta donde se conservan en la actualidad.
 
Cualquier humilde Parsi, mientras recita sus Niyashes, Gehs y Yashts (oraciones) diarias, si tiene la curiosidad de buscar el significado de lo que recita y con un poco de esfuerzo, descubrirá como se repiten las mismas ideas en estas enseñanzas, sólo cubiertas con la idiosincrasia de su religión.
 
Por ejemplo, la descripción de la constitución septenaria del hombre encontrada en el capítulo 54 del Yasna, uno de los libros con más autoridad en la religión mazdiasnian, muestra la coincidencia que existe entre las doctrinas del Avesta y las enseñanzas teosóficas.
 
De hecho, como mazdiasnian, me dio mucha vergüenza de que teniendo tan innegable e inequívoca evidencia ante sus ojos, los zoroastrianos de hoy no aprovechen la oportunidad que se les ofrece de comprender mejor con la ayuda de la teosofía, sus escrituras que se encuentran tan mal entendidas e interpretadas en la actualidad.
 
Si los estudiantes del Zend y del Avesta sólo hubieran intentado estudiar e investigar por sí mismos, seguramente habrían encontrado quién los ayudara; hombres que están en posesión de la correcta y única clave de la verdadera sabiduría esotérica; hombres que estarían empeñados en guiarles y ayudarles para que descubrieran el verdadero y oculto significado, y en proporcionarles los eslabones perdidos que han dado como resultado dolorosos vacíos que han dejado carente de sentido el significado y que han creado en la mente de los desorientados estudiantes dudas que finalmente han culminado en una absoluta incredulidad hacia su propia religión.
 
Quién sabe, pero ellos hubieran podido reunirse con algunos de sus correligionarios quiénes, apartados del mundo han conservado las gloriosas verdades de su alguna vez poderosa religión, y quiénes ocultos en los recovecos de solitarias montañas y de silenciosas cuevas inexploradas, todavía están en posesión y ejerciendo extraordinarios poderes; y que es la herencia de los antiguos Magi.
 
Nuestras escrituras dicen que los antiguos Mobeds eran Yoguis que tenían el poder de hacerse simultáneamente visibles en lugares diferentes, aunque estuvieran separados cientos de millas, y también que ellos podían sanar a los enfermos y hacer lo que ahora se le llama milagros.
 
Todos estos acontecimientos se consideraron hechos aunque sucedieron hace dos o tres siglos, y los cuales ningún lector de libros viejos (principalmente persas) desconoce, o dejaría de creer a priori, a menos que su mente se encuentre irrecuperablemente predispuesta en contra por la educación laica moderna.
 
Las historias sobre el Mobed y el Emperador Akbar y sobre la última conversión, son hechos históricos bien conocidos que no necesitan prueba alguna. Y a continuación citaré, lado a lado, los dos pasajes que se refieren a la naturaleza septenaria del hombre, tal como los encontré en nuestras escrituras y entre los teósofos:
 
 

Subdivisiones del hombre septenario de acuerdo con las enseñanzas teosóficas

 

Subdivisiones del hombre septenario de acuerdo al Yasna (capitulo 54, párrafo I)

 

Cuerpo físico, compuesto totalmente de materia en su forma más densa y tangible.
 
Tanwas —o sea, el cuerpo (el yo) que consiste de huesos— la forma más densa de la materia.
 
Principio vital (o prana) una forma de fuerza indestructible que cuando se desenlaza de un grupo de átomos, es inmediatamente atraída por otro.
 
Ushtanas — calor (o fuerza) vital.
Cuerpo astral (linga-sharira) compuesto de materia altamente éterilizada, en su habitual estado pasivo es un duplicado muy impreciso del cuerpo, su actividad, consolidación y forma depende totalmente de kama-rupa.
 
Keherpas — forma aérea, molde aéreo (Kaleb en persa.)
Forma astral (kama-rupa o cuerpo de deseos, un principio que define la configuración del quinto principio.
 
Tevishis — Voluntad, o donde se forma la consciencia sensible, también la presciencia.
Inteligencia animal o física, o consciencia, o ego, análoga a, aunque proporcionalmente más elevada en sentidos o grado de animalidad, que la razón, los instintos, la memoria, la imaginación, etc., existentes en los animales superiores.
 
Baodhas — Cuerpo o consciencia física, percepción por los sentidos o alma animal.
Consciencia o inteligencia superior o espiritual, o Ego espiritual, en donde reside principalmente el sentido de consciencia en el hombre perfecto, aunque el regulador inferior de la consciencia animal coexiste en el quinto principio.
 
Urawanem (Per. Rawan) — Alma, la que obtiene su recompensa o castigo después de la muerte.
Espíritu — una emanación del ABSOLUTO no creado; eterno; un estado más que un ser.
 
Frawashem o Farohar — Espíritu (la energía que guía, la cual está en cada hombre, es absolutamente independiente y sin mezcla alguna con ningún objeto mundano, conduce al hombre hacia Dios. La chispa divina en cada ser).
 
 
 
 
Lo antedicho está expresado en el Avesta como sigue:
 
« Declaramos y hacemos saber afirmativamente que ofrecemos toda nuestra propiedad que es el cuerpo, el yo que consiste de huesos (tanwas), calor vital (ushtanas), forma aérea (keherpas), conocimiento (tevishis), consciencia (baodhas), alma (urwanem), y espíritu (frawashem), a las propicias, congruentes con la verdad y puras Gathas (oraciones). »
 
La sencilla traducción Gujarathi difiere de la de Spiegel, y la de éste último difiere ligeramente de la que aquí está dada. Sin embargo en la presente traducción nada se añadió, ni omitió, con respecto a la redacción original del texto del Zend. La construcción gramatical también se conservó intacta. Por lo tanto la única diferencia entre las traducciones actuales y la aquí dada, es que la nuestra se hizo conforme a las recientes correcciones de investigación filológica, lo cual la hace más inteligible y deja bien en claro las ideas al lector.
 
La palabra traducida como “forma aérea” ha llegado hasta nosotros sin sufrir ningún cambio en su significado. En el persa actual, la palabra kaleb significa molde, o sea una forma en la cual se vacía algo para que tome esa forma y características.
 
Con relación a la palabra que le sigue hay una gran divergencia de opiniones. Algunos la citan como fuerza y durabilidad, es decir la fuerza que da la tenacidad y que sustenta a los nervios.
 
Pero otros la explican como la cualidad, en un hombre de condición inferior, que lo hace percibir el resultado de ciertos eventos (las causas), ayudándole de esa manera a estar preparado para enfrentarlos. Este significado aunque sugestivo, lo hemos traducido como conocimiento, o también como presciencia.
 
La octava palabra es lo suficientemente clara. Es ese sentimiento interior que le dice al hombre que sabe esto o aquello, que tiene o puede hacer determinadas cosas — percepción y conciencia. Es la convicción interior, el conocimiento y su posesión.
 
La novena palabra es, asimismo, una que ha retenido su significado y ha estado en uso hasta el día presente. El lector la reconocerá enseguida como el origen de la palabra moderna Rawan. Es (metafóricamente) el rey, el motor o agente consciente en el hombre. Es lo que depende de, y resulta beneficiado o perjudicado por, las cualidades anteriores.
 
Nosotros decimos que depende de, porque su perfeccionamiento se basa completamente en el desarrollo de dichas cualidades. Si se descuidan, se debilita y declina desapareciendo. Si ascienden en la balanza moral y espiritual, gana fuerza y vigor y se fusiona más que nunca a la esencia Divina — o séptimo principio.
 
¿Pero cómo resulta atraído hacia su mónada?
 
La décima palabra responde esta pregunta. Este es el ser Divino en el hombre. Sin embargo sólo es el irresponsable ministro (esto completa la metáfora). El verdadero amo es el rey, el alma espiritual. Debe tener la buena voluntad y la fuerza para ver y seguir el sendero señalado por el espíritu puro.
 
La trama del visir es sólo para personificar un punto de atracción hacia el cual el rey debe fijar su atención. Es para que el rey comprenda y actué de acuerdo a la perfección de su propio ser. El ministro o espíritu no puede obligar ni limitar. Inspira e impulsa a la acción; pero beneficiarse de la inspiración, sacar provecho de ella, queda a elección del alma.
 
En tal caso, si el Avesta refiere semejante pasaje, debe admitirse justamente que sus escritores tenían conocimiento de la doctrina completa acerca del hombre espiritual. Tampoco podemos suponer que los antiguos mazdiasnianos, los Magi, escribieron este corto pasaje, sin deducir de ello, al mismo tiempo, que tenían un profundo conocimiento de toda la teoría oculta sobre el hombre.
 
Y parece muy extraño, de hecho, que los modernos teósofos nos enseñen ahora las mismas doctrinas que deben haber sido conocidas y enseñadas hace miles de años por los mazdiasnianos ya que este pasaje es citado en una de sus escrituras más antiguas.
 
Y dado que ellos proponen las mismas ideas, el significado de las cuales había estado perdido incluso para nuestros más sabios Mobeds, debe acreditárseles por lo menos cierta posesión del conocimiento, de la llave que les fue revelada, y que nosotros perdimos, la cual abre la puerta de acceso al significado de dichas enigmáticas frases y doctrinas en nuestras antiguas escrituras, las cuales estamos, y seguiremos, buscando a tientas en la oscuridad, a menos que escuchemos lo que tienen que decirnos sobre ellas.
 
 
Para mostrar que lo anterior no es un caso aislado, sino que el Avesta contiene esta misma idea en muchos otros lugares, citaré otro párrafo que contiene la misma doctrina, aunque en una forma más condensada que la que acabo de dar. Permítase el lector remitirlo al Yasna, capítulo 26, y leer el sexto párrafo, que dice como sigue:
 
« Nosotros alabamos a la vida (ahum), al conocimiento (daenam), a la conciencia (baodhas), al alma (urwanem), y al espíritu (frawashem) de la primera religión, los primeros maestros y oidores (aprendices), los santos varones y santas mujeres que fueron los protectores de la pureza, aquí (en este mundo). »
 
Aquí se habla del hombre entero como compuesto de cinco partes, que son las siguientes:
 

Ahum — Existencia, Vida.

 

Cuerpo Físico.

Principio Vital.

Cuerpo Astral.

Daenam — Conocimiento.

Forma astral o cuerpo de deseos.

Baodhas — Consciencia.

 

Inteligencia Animal o Física, o Consciencia, o Ego.

Urwanem — Alma.

 

Inteligencia Superior o Espiritual, o Consciencia, o Ego Espiritual.

Frawashem — Espíritu.

Espíritu.


 
En esta descripción, el primer grupo triple, a saber: los huesos (o la materia densa), la fuerza vital que los mantiene unidos y el cuerpo etéreo, están incluidos en uno solo y le llaman existencia, vida.
 
La segunda parte se refiere al cuarto principio del hombre septenario, como para significar objetivamente la conformación de su conocimiento o de sus deseos. (1)
 
Por lo tanto los tres: conciencia (o alma animal), alma (espiritual) y el Espíritu puro son los mismos que en el primer pasaje citado.
 
¿Por qué se dice que estos cuatro son distintos y no fueron reunidos como en la primera parte?
 
Las sagradas escrituras explican esto diciendo que al morir, la primera de estas cinco partes desaparece y perece tarde o temprano en la atmósfera terrestre. La materia elemental densa (el cascarón) tiene que funcionar dentro de la atracción de la tierra; mientras que el ahum se separa de la parte superior y se pierde.
 
El segundo (es decir, el cuarto del grupo septenario) sobrevive, pero no con el alma espiritual. Continúa ocupando su lugar en el vasto almacén del universo. Y es este segundo daenam el que está frente al alma (espiritual) en forma de hermosa doncella u horrible bruja. Lo que pone al daenam al alcance de la visión del alma (espiritual) es la tercera parte (es decir, el quinto del grupo septenario), la baodhas.
 
O en otras palabras, el alma (espiritual) tiene con ella, o en ella, la verdadera conciencia por la cual puede ver las experiencias de su sendero en el plano físico. Así que esta conciencia, este poder o facultad que trae el recuerdo, está siempre con. En otras palabras, es una parte integral del alma misma; por lo tanto, no se mezcla con ninguna otra parte y, por lo tanto, su existencia permanece después de la muerte física del hombre. (2)
 
UN PARSI, F.S.T.
 
 
 
 
 
 
APUNTES
 
1. La ciencia moderna también enseña que ciertos rasgos característicos indican la posesión de ciertas cualidades en el hombre. Toda la ciencia de la fisonomía está fundamentada en esto. Uno puede predecir las cualidades de un hombre por sus características, es decir, por los rasgos desarrollados de acuerdo con las idiosincrasias, cualidades y vicios, el conocimiento o la ignorancia del hombre.
 
2. Nuestro hermano no tiene más que buscar en los libros sagrados más antiguos de China — digamos el Yi King o Libro de los Cambios (traducido por James Legge) escrito en 1200 a.C., para encontrar la misma división septenaria del hombre mencionada en ese sistema de adivinación.
 
Zhing se traduce bastante bien como “ser” y es la parte más sutil y pura de la materia — la forma más densa del éter elemental.
 
Khi o “espíritu” es la respiración, todavía material pero más puro que el zhing, y está constituido por la forma más fina y más activa del éter.
 
En el hwun o alma (animus), el khi predomina y el zhing (o zing) en el pho o alma animal. Al morir el hwun (o alma espiritual) se aleja, ascendiendo, y el pho (la raíz de la palabra tibetana Pho-hat) desciende y se transforma en una sombra fantasmal (el cascarón).
 
El Dr. Medhurst piensa que «el Kwei Shans» (véase el libro Teología China, págs. 10-12) son los principios de la vida humana que están en expansión y contracción. El «Kwei Shans» se crea por la disolución de la estructura del hombre, el cual está constituido por la expansión y ascensión del Shan que vaga por el espacio, y por la contracción y degradación del Kwei que retorna a la tierra y a la nada.
 
Por lo tanto el Kwei es el cuerpo físico, el Shan es el principio vital, y el Kwei Shan es el linga-sariram, o alma vital; Zhing, el cuarto principio o kama Rupa, la esencia de la voluntad; el Pho, el alma animal; Khi, el alma espiritual; y Hwun el espíritu puro.
 
¡Y también encontramos en la antigua enseñanza china los siete principios de nuestra doctrina oculta!  (El editor del Theosophist [Blavatsky])
 
 
(The Theosophist, octubre de 1882)
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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